Número 9 » Crítica

Por Rubén Pajarón

Shane Acker fue candidato al Oscar en 2006 en la categoría de Cortos de Animación gracias a “9”, un impresionante corto post-apocalíptico que sintetizaba y exprimía lo que tres años más tarde terminó convirtiendo en el largometraje que nos ocupa.

Dicen que todos los raros se atraen entre sí, y debe haber algo de verdad en ello, porque la pequeña gran obra del visionario Ackner cautivó a dos de los más excéntricos cineastas del fantástico actual, Tim Burton y Timur Bekmambetov, que le apoyaron económicamente para que estirara el invento de 11 a 80 minutos.

La encargada de tal estiramiento de guión fue Pamela Pettler, que ya había hecho sus pinitos en Animación justo antes, con “Monster House” y la “Novia Cadáver”. Un trabajo que puede ser juzgado para bien o para mal según se mire, ya que su relevancia en la historia es casi anecdótica. Para bien, porque mantiene todo lo visto en el corto, conservando con ello el global de sus virtudes sin trastocarlas. Y para mal, porque es un misterio que alguien pueda rellenar tantas páginas de guión sin contar nada nuevo. Siendo ambos, corto y largo, la misma película recontada, la diferencia básica que los separa es la fluidez de narración. El corto parece ir demasiado atropellado a ratos, ratos que el largo a veces parece tardar en arrancar, y aún así ambos consiguen equilibrar por momentos, y conseguir el ritmo adecuado para seguir enganchando al espectador.

La distópica historia de “9” se impone en un mundo libre de humanos, después de una gran guerra desigual que tuvo lugar, como no, entre hombres y máquinas, tras sublevarse éstas contra sus dueños por una sobredosis de I.A.

Creo que a todos nos sonará, de libros, películas o videojuegos, este leitmotiv argumental de la Ciencia Ficción, pero no hay porque alarmarse, Acker sólo hace acopio de él en forma de pequeño flashback para ponernos en situación, y rendir en paralelo su particular tributo a este género. Su explícito homenaje a la “Guerra de los Mundos” es de los que más saltan a la vista en el mencionado paréntesis informativo.

La trama principal es bien sencilla, unos muñecos de trapo stichpunk bautizados con un número en sus espaldas, sobreviven como pueden de los depredadores mecánicos que trabajan para La Gran Máquina, el maligno robot que quiere alimentarse de sus almas. El protagonista, Número 9, une al grupo de disgregados compañeros en pos de acabar esta represión, y resolver a la par el misterio que concierne a su existencia.

“9” es cine familiar de aventuras, puro y duro, y como tal cumple a la perfección con todo lo que puede esperarse de ella. Sobresale en todos los aspectos, desde las muy acertadas voces (en V.O. al menos), hasta la brutal infografía y su preciosismo estético, con escenarios recargados pero agradables a la vista (pesa en ocasiones la sombra de Tim Burton) y personajes de diseño simple pero ingenioso, dotados de una animación asombrosamente suave y natural.

La BSO, compuesta por Coheed&Cambria, Deborah Lurie y el infatigable Danny Elfman, encaja como un guante en el marco místico-tecnológico de la película, alternando piezas ambientales minimalistas con estruendos épicos que hasta se permiten despuntes corales llegando al final.

Si algo puede lacrar el entretenimiento de “9”, es la repetición de situaciones y reacciones de personajes quizás demasiado obcecados en sus roles, algunos momentos de relleno, cierto “trampeo” en el guión para poder llegar a la hora y media, y un final excesivamente pomposo y meloso, pero nada que no hayamos visto y perdonado con anterioridad en películas similares.

Valorada en conjunto, “9” es una de las mejores películas de animación que ha pasado por cartelera en mucho tiempo, y de las pocas que han conseguido reunir al público adulto e infantil, sin caer en la recurrente relación de custodia paternal, o rizar la estupidez de sus historias en busca de un innecesario humor forzado. Bien podían aprender Pixar

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