TRANSSIBERIAN » Crítica

Por Emilio Martínez

El camino hacia lugares recónditos no es algo nuevo en la filmografía de Brad Anderson. Si Session 9 o El Maquinista eran unos tortuosos viajes a la fragilidad de la mente humana, en esta ocasión el director norteamericano se embarca en el mítico transiberiano para añadir una nueva dosis de personajes atormentados y oscuros secretos a su carrera.

Al igual que la matriuskas, que poco a poco van mostrando su verdadero interior, Anderson desmiga pausadamente las personalidades de un reparto, que sin llegar a los límites de Trevor Reznik, tienen en común miedos, fobias, desconfianza y la soledad más absoluta, la misma que acompaña al Transiberiano durante su periplo por los nevados parajes siberianos.

Anderson dirige con mano firme a un reparto magnífico en el que destacan la siempre eficiente Emily Mortimer y un Ben Kingsley magnífico y desagradable como sólo él es capaz. Woody Harrelson se encarga de poner el toque inocente (realmente es el es único feliz en esta historia) y Eduardo Noriega el toque hispano (aunque como casi siempre en producciones internacionales, de chulo-piscina chanchullero).

Que nadie se lleve a engaño. Transsiberian no es un título de terror y si apuramos, estaría más cerca del drama que del thriller. No obstante, y pese a estar un escalón por debajo de esa obra maestra que es El Maquinista, el nuevo trabajo de Anderson es un paso más hacia la madurez creativa de un director, en el que las personas y sus relaciones (o su ausencia de ellas) están por encima de cualquier historia.

Transsiberian es una película muestra más de que la industria española está a la vanguardia del cine europeo y que con buenos profesionales (la fotografía de Xavi Giménez es impresionante) pueden hacerse títulos que lleguen a todos los rincones del mundo.

Lo Mejor: La dirección de Anderson.

Lo Peor: La gente puede ir al cine con la idea preconcebida de ver otro tipo de película.

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