Lobos de Arga » Crítica

Por Carlos Marín

Los hombres lobos en el cine están, irónicamente, malditos desde hace años. Desde la última etapa dorada que vivió el subgénero con los clásicos ‘Un hombre lobo Americano en Londres’ y la homónima de esta web, ‘Aullidos‘, los licántropos han estado dando vueltas entre secuelas hasta infinito, telefilmes, neo-productos de acción para adolescentes y en cintas románticojuveniles donde las bestias del bosque lucen palmito.

Es un reto el acercarse a la figura de este monstruo tan pervertido hoy en día y, al menos, darle un foco diferente. Ahí está ‘Lobos de Arga‘, film español que mezcla, con acierto, humor y terror clásico con efectos especiales como los que ya no se hacen. Juan Martínez Moreno escribe y dirige una historia a medio camino entre un ‘Shaun of the Dead’ patrio y la comedia terrorífica de los 80, sin miedo a mostrar sangre cuando sea necesario y con uno de los valores absolutamente necesarios para abordar un proyecto así: la evitación de la parodia en todo momento.

Los hombres lobos de la película no son “de coña”. Es decir, son grandes, muerden, matan, arrancan cabezas y son fieros como bestias. Da gusto ver un maquillaje y unos efectos con lo que uno se ha criado, con pelos de verdad creciendo de manos de látex, transformaciones artesanales y licántropos gigantes a dos patas sin una gota de CGI. Es una apuesta fuerte por lo difícil que es hoy en día impactar con este tipo de F/Xs, los únicos que sin duda dan al terror esa dimensión de “carne” que necesita pero que las últimas generaciones, seguramente, no serán capaces de disfrutar.

Ante todo por eso, se trata de una comedia (que no una de risa), donde por momentos brilla (la escena del dedo, las ovejas, los guardias civiles) y por otros no llega a pasar de la sonrisa (¿el momento cartoon con el coche y el perro era necesario?). Lejos quedan las maravillas dirigidas por Edgar Wright, pero al menos intenta captar el mismo espíritu y darle el toque de humor patrio, que funciona o no, dependiendo quien lo vea. Afortunadamente no hay atisbos de humor garrulo a ‘Los Serrano’, así que podemos estar tranquilos.

Los actores son de un gran nivel y así lo demuestran en cada minuto: Gorka Otxoa, Manuel Manquiña, Carlos Areces, Secun de la Rosa y Luís Zahedra son el mejor motor para tirar hacia delante el guión, quizás manco de recursos originales o gamberros, pero muy consciente del material que tiene entre manos y de qué puede esperar el espectador de un producto de este estilo. La conversación en el coche de la guardia civil y los diálogos entre los protagonistas (atención a Secun de la Rosa, que se sale) son ejemplos de como se puede hacer reír (o sonreír) a alguien sin tratarle de tonto (ni un solo pedo, ¡ni uno!).

Quizás los agujeros que tiene el libreto escrito por el propio director, como la falta de atención al posible alcoholismo del protagonista o el origen de la maldición (un poco rocambolesco) le haga bajar redondez al guión, una historia que si bien se hace muy divertida y entretenida, no guarda nada nuevo bajo la manga para sorprender. Aunque quizás no siempre queramos ser sorprendido, sino de vez en cuando disfrutar de un buen trozo de género.

Aunque no permanece en la memoria con impacto ni es tan impresionante como otros ejemplos de comedias de terror reciente, lo cierto es que ’Lobos de Arga’ es una pequeña película de hombres-lobo que gustará a los amantes del género y no decepcionará a cualquiera que quiera pasar un buen rato frente a la pantalla, siempre que no le importe ver un poco de sangre, tripas y miembros rebanados. Sinceramente, espero que no sea una de las últimas veces que podamos ver hombres-lobo “de verdad” en pantalla y que se extienda, aunque sea en espíritu, el hecho de que con estos monstruos se pueden hacer muchas cosas y siempre, siempre, con mucho encanto y respeto por ellos. Al menos Crepúsculo se ha acabado... ¿no?.

Lo mejor: Como evita en todo momento la parodia, el encanto de los efectos especiales y su sentido del humor.

Lo peor: Algún momento que sobra (lo del perro volador...) o el personaje de la abuela, que tampoco aporta demasiado.

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