Entrevista a Miguel Ángel Vivas


En el marco del Festival de Sitges hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Miguel Angel Vivas, el director de la genial (y brutal) Secuestrados que ha impactado al público.





¿Cómo empieza esta locura llamada Secuestrados?

Pasa un proceso muy largo hasta llegar a lo que tenemos hoy. Primero vino la idea, alimentada un poco por el tema de la profanación del hogar, que siempre me ha interesado. El hogar es ese lugar sagrado en el que uno decide crear su vida, vivir con su pareja, tener hijos… un sitio donde sentirse a salvo. Que entren en ese lugar, donde supuestamente no debe pasarte nada, es un miedo universal, que yo por supuesto también tengo.

Quise investigar por ahí para ver que aparecía. Primero comencé a trabajar en los personajes, con una esencia de thriller y de terror más clásica, pero conforme iba investigando e iba hablando con casos reales, creo que me encontré con un tema tan espeluznante que poco a poco sentía la necesidad de contarlo de otra manera. Consultándolo, imaginándolo con amigos y conocidos, todos llegaban a la misma conclusión: no se imaginaban o no podían imaginar lo horroroso que debe ser eso. Así que pensé, “vamos a imaginárnoslo”.

Ahí estaba la esencia, contra una experiencia, una sensación, que el público pueda imaginar y sentir lo que debe ser eso.

¿Cuándo se te ocurra abarcar la película como un conjunto de planos secuencia?

Pues mitad coraje y mitad inconsciencia absoluta (risas). Quería llegar a una manera de contar la historia en la que el espectador se metiera en la casa con la familia y secuestrarlo junto a ellos. Había que encontrar la manera de conseguir ese propósito, llegar al público con esa angustia real que viven los protagonistas.

Le di muchas vueltas y, entonces, me di cuenta que el corte de plano domesticaba el espacio. El espectador encontraba el truco, pensaba que “esto es cine”, “esto es mentira”, etc., algo totalmente inconsciente, pero que está ahí. Es como si en cada corte el espectador descansara. Así que lo que hicimos fue eliminar ese descanso, meter a los espectadores junto a los secuestrados en esa casa y que todos deseen salir, escapar de ahí, buscar el corte para salir y darse cuenta que es “solo” una película.

Entonces reescribí el guión para 12 planos secuencia y, al acabar, me di cuenta que había hecho un guión con muchísima acción, muy salvaje y en el que había que trabajar “solo” en 12 planos. El vértigo que me dio al pensar en convencer a un productor para ello fue terrible (risas).

Por suerte encontré a Vaca Films y se embarcaron en esta locura conmigo y entre todos intentamos en el rodaje hacer un montaje lo mejor posible. Al tener esta estructura en particular, es prácticamente imposible alargar o acortar un plano, así que se podía decir que montábamos al mismo tiempo que rodábamos. Habría que montar ese baile de alguna manera.

¿Y no te daba vértigo por las mañanas al rodar sobre el resultado?

El vértigo lo tenía las semanas antes del rodaje (risas). Pensaba en que podía acabar muy bien o podía acabar horriblemente mal para todos. Por una vez he querido pensar un poco en mí mismo y en cómo quería contar la historia, por qué quería contarla así.

Muchas veces pensaba, como por ejemplo en la pantalla partida del final, “Miguel Ángel, si esto no se ha hecho antes, es por algo” (risas). Pero no podía evitarlo, tenía que contarlo así.

¿Cómo trabajáis con los actores una película tan física y tan violenta como esta?

Sí, quería tratar muy intensamente la fisicalidad de la película.

Obviamente en la realidad no se están matando, o mutilando o violando, pero sí que se están abofeteando y zarandeando, así que quería llevarlos al límite, tanto físico como psicológico. Estuvimos un par de semanas antes del rodaje ensayando y yo les metí muchísima caña para llegar a la brutalidad que han llegado. Manuela, por ejemplo, no está fingiendo un ataque de pánico, está teniendo un ataque de pánico. Y aún así sigue yendo a sus marcas, lo cual es aún más maravilloso.

Había que tratar sobre todo el por qué de los personajes, por qué hacen las cosas que hacen, y eso con los ensayos vino genial. Si alguien miraba a la derecha, pues que el personaje mirara a la derecha; si alguien decidía no gritar, pues que el personaje no gritara… de esta manera creamos todas las reacciones de la película que, creo, quedaron tremendamente realistas.

¿No tienes miedo que gente que no haya visto la película pueda prejuzgarla y pensar que es otro torture-porn más?

Las comparaciones dicen que son odiosas, pero por ahora la han comparado con Funny Games, cosa que aunque piense que estén en extremos bastante alejados es un alago increíble para mí. Soy un gran fan de Haneke desde que vi El video de Benny hace ya muchísimos años y que me pongan al lado me llena de orgullo. También es verdad que es una película que no he re-visto para hacer Secuestrados, cosa curiosa…

Por ahí andan más películas de este micro-género, como son La habitación del pánico o De repente con Frank Sinatra. También hay una película que vi de pequeño, que no recuerdo el título y que si alguien sabe de qué se trata que me lo diga, en la que dos asaltantes atacaban una familia y uno de ellos era… ¡Jhony Cash!

Obviamente, todas las películas que uno ha visto son referentes cuando se dirige una propia, de una manera totalmente inconsciente.

Tú aprendes cine viendo películas, así que siempre están ahí. Con este film intentamos experimentar, alejarse un poco de esas otras que se han hecho sobre el tema.

¿Cómo has recibido el tremendo éxito que ha recibido la película en el festival de Austin?

Pues alucinante, porque fui ahí de espectador puro y duro, esperando pasármelo bien con todo lo que me habían contado, lo que había leído y visto… El hecho de estar viendo las películas y estar comiendo una hamburguesa o tomando un batido, ver al director del festival y a Michelle Rodríguez dándose de ostias discutiendo sobre Avatar… es un festival loquísimo.

A parte iba muy nervioso porque es un festival muy cercano al público y la película era la primera vez que se exponía directamente para la audiencia. Estaba aterrorizado y cuando comencé a ver como la gente reaccionaba con la película comprendí que yo ya me había llevado mi premio, que una película chiquitita como la nuestra tuviera tan buena acogida era increíble para mí. Empezaron a comentar que a lo mejor se llevaba algo, pero yo estaba convencido que no… y fíjate, todavía no me lo puedo creer.

¡Y ahora estoy en Sitges! Para mí esto es un sueño enorme, tantos años como público de este festival pensando en estar ahí presentando una película y ¡madre mía, aquí estoy! Mañana podrían darme 15 premios importantísimos que ninguno me llenaría más que poder enseñar esta película a la gente del festival de Sitges. Creo que todavía no soy consciente…

Si te soy sincero, lo más bonito que te puede pasar es que un desconocido se acerque a ti, te de la mano y te diga: “Me ha encantado tú película”. Ese premio, para mí, es lo más gordo que me podrán dar nunca.

¿Qué ha cambiado desde tu primera película en el 2003 hasta hoy en día?

Pues mucha madurez y, sobretodo, tranquilidad. La inconsciencia la sigo teniendo (risas), pero la confianza en saber que lo que estoy haciendo es lo que me gusta y lo que creo que está bien hacer es lo que sentía por las mañanas durante el rodaje. Hay que hacerlo lo mejor que puede, luchamos mucho por ello…

¿Qué es lo próximo que estás preparando?

Por ahora hay muchos guiones que me están llegando, muchas ofertas, pero me lo estoy tomando con calma. Si Secuestrados ha quedado bien, o eso se verá con los pases del público, es porque me lo he tomado con calma, pensando las cosas con cuidado. Me gustaría volver a contar la historia que me apetezca contar.

Y adelantarte te puedo adelantar que tengo dos proyectos de género: uno que es terror muy duro, de género más clásico y otro de un terror más “cercano” a Secuestrados. Creo que el género es donde más cómodo estoy, del cual soy fan y del que me gustaría vivir.

Hace tiempo que pasamos del “Es española, no la veo”, para cruzar la barrera del “Para ser española, es buena”. ¿Qué crees que falta para llegar al simplemente “Es buena” o “Es mala”, sin depender de ser producto nacional?

Si algo tengo claro es que no podemos echarle la culpa al público. La gente ha tenido razones para hacerlo, yo he sido público y sé lo que es estar ahí, están en su derecho de criticarnos porque algo hemos hecho para merecerlo, y eso hay que cambiarlo.

Por ejemplo, en Austin ya se está notando que cuando una película viene de España, tiene un pequeño sello de calidad, así que… queda mucho por hacer y espero que haya un cambio con esta gran cantera de directores que están haciendo peliculones y que la gente está disfrutando muchísimo.