In a Valley of Violence » Crítica

Por Carlos Marín

El minimalismo extremo de Ti West ya no es solo marca de la casa, es su propio lenguaje. Si él y sus colegas crearon en su momento el mumblegore -mezcla del cine mumblecore y el terror- esta vez se ocupa de acercar su mirada al western o, puestos a inventar, el mumblewest: una cinta del lejano oeste que homenajea a Leone, a Ford y a Corbucci, extremando los pocos personajes y localizaciones en una trama que se cuenta en menos de un párrafo. In a valley of violence (Ti West, 2016) inaugura y mata un género -o neogénero- en una odisea que hace honor a su título; primero por el lugar y segundo, oh sí, por la palabra que viene justo después.

Como en toda buena cinta del oeste, un extraño forastero y su perro llegan al pueblo semidesierto de Denton o, como es conocido por los alrededores, "el valle de la violencia". El encuentro del forastero con los secuaces del marshal será el inicio de sucesos que solo pueden conducir a un buen puñado de tiros y a sangre fresca derramada por el desértico suelo. Todo esto especiado con un buen puñado de humor negro marca de la casa (la relación John Travolta-Gordito es maravillosa) y con estas explosiones de acción tras largos silencios que se le dan tan bien al bueno de West.

Casi parece que es un director que ha nacido para hacer este trabajo y que, dentro de ese caparazón de realizador de horror, siempre ha escondido un pulso especial para el género madre. Los grandes y prolongados zooms -como el que abre el film- se arrastran durante el metraje para acostumbrar al espectador al tono reflexivo del film, elemento básico con el que pinta esta simple pero precisa historia de violencia. Es cierto que West ha evolucionado y ya no llega a los extremos de antiestructura loca experimentados en The Innkeepers (Ti West, 2011), de hecho su acción se desencadena antes de lo previsto para el que conozca su carrera. Pero lo sigue haciendo paso a paso, primando detalles y personajes.

Vuelven al reparto los clásicos de su cine como Larry Fessenden pero añade, por primera vez, un protagonista y un antagonista de mayor envergadura en su filmografía: Ethan Hawke para el forastero, John Travolta para el marshal. El primero no debe entender su papel más allá del que ya han hecho otros antihéroes como los de Eastwood o Wayne: voz ronca, momento "no sabes con quien te estás metiendo" y una buena dosis de pasado turbio a sus espaldas. Travolta, en cambio, aparece en las primeras secuencias como un villano de western -incluso lleva el habitual traje negro- para, durante la evolución de su trama, convertirse en un elemento pacificador que intenta ante todo evitar un derrame de sangre en el pueblo que defiende. El esperado cruce de villanos y protagonista no deja de ser catártico y, porque esto es un mumblewest, diferente y arriesgado.

Mumblewest, o western minimalista o peli de tiros en el oeste, lo cierto es que desde sus -maravillosos- créditos de inicio Ti West vuelve a acertar de pleno con las formas y las maneras. De nuevo, un ejercicio de mimetizar el género a base de reducirlo a su mínima esencia cual Ferrán Adrià deconstruyendo tortilla de patatas, la mirada fresca de un realizador que no reniega de sus principios por nada del mundo. Polvo del desierto, tipos duros y buenos tiros de rifle, aunque sean pocos y contados, pero que suenan como doscientas balas concentradas en una grande y potente.

Lo mejor: como sintetiza lo mejor del western en la mínima expresión.


Lo peor: es fácil verla venir tras sus primeros quince minutos.

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