Vuelve Leos Carax, aquel inclasificable director francés de culto que sin darnos cuenta han pasado ya hasta 13 años desde aquel experimento fracasado que fue Pola X, y vuelve por la puerta grande con una película que ha causado debate y que desde luego no ha dejado indiferente a nadie. Holy Motors se llama, y hay quien la cataloga como “clásico contemoporaneo”, algo que quizás está por ver, pero lo cierto es que en el pasado festival de Cannes también hay quien la situaba como ganadora ante el Amour de Michael haneke.
Personalmente no se ni por donde coger la película, me tiene desconcertado, pero a la vez me cuesta olvidar ciertas escenas cargadas de bizarrismo, y eso que a tramos incluso he llegado a echar alguna cabezada, pero en otros llegar a sonreír e interiormente aplaudir la propuesta arriesgada del director. No lo se, no se si me ha gustado, básicamente porqué no he entendido casi nada, y aunque tampoco es que sea un catedrático lo cierto es que desvelar el argumento real de Holy motors es una tarea complicada, aunque no imposible. Las película es el viaje de un hombre (impresionante Denis Lavant) consentido, adinerado y repelente, por la París actual en busca de encarnar otras vidas muy distintas entre ellas y que nada tienen que ver con su persona. De ese modo le veremos haciéndose pasar por una pobre viejecita que pide limosna en la calle, también en una especie de diablo gimnasta con lucecitas por el cuerpo haciendo un show de baile contemporaneo, o un matón asesino, o el padre típico “no me ralles”, incluso de un loco asqueroso que llega a enseñarnos medio pezón de Eva Mendes, etc., así hasta nueve personajes distintos. Y todo esto ligado gracias a una limusina que habla que le conduce a múltiples lugares de París, desarrollando junto con diferentes personas escenas bizarras -si no grotescas-, pero que nada tendrán que ver con otras escenas posteriores. Y todo ello envuelto con un velo de gilipollez a ratos desesperante, pero lo cierto es que objetivamente Holy Motors está muy bien dirigida y poco se le puede criticar a esta propuesta irritante por su inaccesibilidad para unos y de bien seguro deliciosa para otros, al saber exprimir y depositar al filme todo ese talento surreal del director francés que ya ha demostrado en otras ocasiones, y así poder aprovechar y hacer bueno lo que ya de por si partía de lo absurdo. Porqué es eso, la película no es más que una sucesión de escenas deliciosamente surrealistas y tontas, aunque lógicamente unas más accesibles que otras, y que intentan hablar sobre el vacío existencial y la necesidad de tener una identidad.
Puedo intentar lanzarme a la piscina después de unos días intentando desvelar alguna cosa más sobre la película, pero por motivos obvios a estas alturas, Holy Motors no se podrá volver a ver hasta su edición en DVD, ya que dudo mucho que se estrene en cines -aunque quien sabe, películas como Canino llegaron a estrenarse-, y pienso que su revisión es vital para entender algo más, pero lo intentaré igualmente. Pienso que nuestro anfitrión camaleónico tiene dos tipos de personalidad: la personalidad pública y la humana. La humana seria la persona privada, la vida que lleva en su casa, su entorno más íntimo, y en general la persona “real”, y solo de ese modo él puede hacerse un autorretrato para así poder descubrir todas aquellas carencias interiores que no puede experimentar en su vida. I nuestro protagonista las tiene, algo que descubriremos al tramo final de la película con una escena muy simbólica. Por eso, la película no es más que una sucesión de escenas ilógicas entre ellas, ya que reflejan los sentimientos de distintas necesidades carentes de esta persona -en hasta 9 veces- que no puede experimentar en su día a día, y si son extrañas no es más que por qué son imágenes que evocan a lo que nuestro protagonista se forma mentalmente, lo que cree que siente. Por eso la subjetividad del protagonista está presente en toda la película substituyendo la lógica, de ese modo nunca comprenderemos plenamente sus actos, por qué la película es él. Por tanto, la personalidad pública nace de problemas familiares, económicos, amorosos, o lo que sea que nuestro sujeto sufre, evocando a una ficción, y de ese modo la anormalidad de lo que vemos puede variar a más o menos dependiendo de la intensidad surreal de lo que imagina, como si fuera una respuesta interior instintiva.
Además, y ya más a lineas generales, pienso que Leos Carax ha ideado una película pesimista que medita sobre el entorno real, de como éste resulta excesivamente grande, complejo y fugaz para que podamos conocerlo de forma amplia. Como si no estuviésemos preparados para manejar tanta sutileza y variedad, ni para considerar un número tan elevado de combinaciones.
No se si llegaré a saber algún día si me ha gustado o no, duro trabajo creo, y por eso mismo tampoco me atrevo a comentarla mucho más. Una obra extraña, inclasificable, surrealista, enfermiza, tonta,... quien sabe lo que habrá vivido Leos Carax en estos 13 años de parón cinematográfico y que tantos dábamos por muertos, igual que Lars Von Trier que después de pasar depresión y ansiedad acabó cagando la brillante Anticristo, o el embarazo de la mujer de David Lynch en el momento que pensó Cabeza Borradora. Por tanto, otros ejemplos de películas muy raras que nacieron después de situaciones desagradables -a Lynch se dice que Cabeza Borradora es un ejemplo de las pesadillas que sufrió durante el embarazo de su mujer-. Así que pienso que solo Leos Carax sabrá exactamente qué significa Holy Motors y, almenos yo, además de eso, no me atrevo a valorar una película que mezcla sin complejos demonios furnicando, Kylie Minougue y Eva Mendes, una pobre viejecita encurvada, o limusinas que hablan. Una tontería incoherente, tanto, que hasta es bella.