Habitación 237 » Crítica

Por Carlos Marín

Quizás alguien cometa el error de cargar contra documentales como Room 237 por beber de un material original tan rico como El Resplandor de Kubrick, limitándose a pensar que se trata simplemente de una danza alrededor de una obra maestra incuestionable del cine. Pero andan muy equivocados; se podría decir que lo que al principio sería un “documental sobre” acaba convirtiéndose en una pieza, casi de ficción, del puzzle que el genio Stanley comenzó hace 30 años y que un grupo de paranoicos (nosotros), nos limitamos no a completar, sino a hacer más complejo.

La decisión de montaje referente a eliminar las cabezas parlantes por voz y voz y voz en off es brillante. Sacrifica el hacerle más fácil al espectador la digestión por una sobredosis de información que se alinea con la imagen, mostrando de par a par las obras (magnas) de Kubrick como referentes cinematográficos de lo más extraños. ¡Si hasta aparecen imágenes de Demons y Demons 2! Quién lo diría, pero es lo bonito del género: lo heterogéneo.

Volviendo al montaje, la ejecución es quirúrgica, hipnótica y laberíntica. ¿Os suena, verdad? Comienza serializado, o con un falso serializado, intentando poner las palabras clave y las historias una detrás de otra, pero fracasa (o no) a los 20 minutos para meterse de lleno en la mezcla, sin freno, sin respiración, de teorías paranoicas y curiosidades que jamás, en la vida, habías podido pensar ver en El Resplandor.

Entonces, ¿el film quiere demostrar que una película mítica va en realidad sobre el genocidio nativo americano? ¿o es sobre la guerra mundial? ¿o simplemente se trataba todo de una gran broma? No lo sé, ni lo sabe nadie cuando se encienden las luces tras el documental. No trata de buscar explicaciones, ni desencriptar el complejo artístico de Kubrick; aquí se parte de la esquizofrénica puesta en escena de un genio para indagar sobre la paranoia, la obsesión y la transformación de la realidad a través de los ojos, sea de quien sea.

Si se sobrevive a la sobredosis de información planteada por su director, nos encontramos sin duda con uno de los documentales rara avis más ricos, complejos y diferentes que jamás se han hecho sobre el significado de obra maestra. Porque, como conclusión, ¿cómo no coger algo tan bonito como que las obras magnas de los grandes autores dejan de pertenecer a ellos nada más entrar en la mente del colectivo? Debería haber un documental así de todas y cada una de las buenas películas del cine.

Lo mejor: Lo arriesgado de su montaje y el límite entre la fascinación y la paranoia que desprenden las voces en off.

Lo peor: Demasiada información sin linealidad es un sacrificio grande, y puede abrumar.

» Ficha de la Película