San Sebastían 09: Resumen del día 2
Por Redacción
Publicado el 10/04/2011
Número 9, Pandorum, Paranormal Activity...
Segundas partes nunca fueron buenas, o eso suele decirse, pero los pronósticos fallan y el segundo día del Festival mejora podría decirse que considerablemente, al menos en cuanto a calidad de largometrajes. Los cortos esta vez se ven ensombrecidos, no sólo por la fuerza de “Pandorum” o “Número 9”, sino por la debilidad de los mismos.
Sin preludios, el ciclo empieza a animarse literalmente. La producción hispanoamericana “Alma”, un corto animado de Rodrigo Blaas, amolda la mentalidad del público a lo que vendría inmediatamente después, 9, con la que comparte técnica e incluso ciertos aspectos de la historia. “Alma” no se anda con rodeos, su guión se ciñe a un fenómeno concreto y aislado, estilo “Twilight Zone”, la idea sobre una juguetera que atrae a las niñas de la calle exponiendo en el escaparate muñecas idénticas a ellas, para tentarlas a entrar, y absorber sus almas en dichas muñecas. No hay más, una idea sencilla (que no simplona), no muy original, en la que no existen giros, conflictos ni ambigüedades de ningún tipo. Corta y funcional, y sobretodo bien realizada, aunque puede que le falte un poco de “alma”, por así decirlo. El público reacciona bien, le ha gustado el corto, o tal vez sea que al ser el primero, el taxímetro de educación aún no se ha detenido.
Medio segundo después de terminar el corto arranca sin demora la tan cacareada producción de Tim Burton, Número “9”, que peligra de convertirse en la nueva usurpación mediática de este hombre, como hace muchos años con la famosa “Pesadilla antes de Navidad” de Henry Serlick. Sólo el comienzo de la película convierte en un tentempié al corto que acabamos de ver; el metraje supura personalidad y calidad técnica a pares por todos sus pixels, reminiscencias al steampunk se funden con el peculiar gótico burtiniano, sin que su identidad estética se vea constreñida a ninguna de ambas vertientes en concreto. Visualmente no decae en ningún momento, y pese a la saturación de elementos en cada escenario, no satura a la vista.
La historia, como adelantaba antes, comparte la idea principal del corto español: almas humanas encerradas en muñecos, aunque obviamente, el argumento va por otros derroteros, y aquí está contextualizada en una distopía post-apocalíptica, donde las máquinas son enemigos mortales de unos muñecos de trapo, bautizados con números.
El público vuelve a responder bien, más que bien, ha gustado a todos o casi todos, o eso parece, hay aplausos que por primera vez parecen sinceros y sentidos.
19:45. Tras un breve descanso le toca el turno a otra de las películas más populares y esperadas en el terreno de la scifi-horror del 2009, “Pandorum”, pese a que comenzó siendo un extraño proyecto en las sombras, con cierto encanto, pero mayor proporción de dudas y desconfianza. El poster colgado en las paredes del Teatro Principal la vende como “de los creadores de Resident Evil”, mala espina que por fortuna queda sólo en eso, ya que no hay atisbo de similitudes en ningún momento.
Hacemos boca (o lo intentamos) con un bizarrísimo corto francés de animación, “Paix sur la Terre”. Los “¿ein?”, “¿what?”, “¿lo qué?” y derivados afloran a puñados entre la gente, el corto de la “cagada de paloma”, como se conocería en adelante, acaba siendo uno de los más hilarantes involuntariamente de todo lo visto. Hay que aclarar que hablamos de un corto que era en teoría una llamada a la reflexión, con cierto peso emocional y psicológico de fondo. Sobra decir que no lo consiguió ni de lejos.
Tras un momento de desconcierto y risas, salta al escenario Christian Alvart, padre de Pandorum, acojonado por dentro, y parcialmente por fuera. Al igual que ayer, ha estado sentado todo el día como espectador, junto a su amigo Abel Ferry (“Vertige”), y sabe como está el patio. Nos dice que le gusta formar parte del público, para ver las reacciones de la gente a su película, pero que tiene miedo, miedo porque vino a un Festival de Terror-Fantástico y sólo ha visto hasta ahora películas divertidas, cuando la suya es “muy seria”, asegura, y miedo porque el público es aún más divertido (y aquí se merece un 10 redondo por el eufemismo). Recuerda a todos con esa misma sutileza inteligente y buenrrollera, que ya fue anteriormente bien acogido por el público en este Festival hace años, y que espera volver a sentirse así hoy (y otro 10 redondo por el chantaje emocional).
Resumiendo y traducido, ruega al público que no sea gilipollas y no le jodan la película. Para rematar suelta como coletilla de su discurso que podemos estar tranquilos, en su película habrá monstruos, por lo que nos gustará, y que siente haber salido él a presentarla en vez de una stripper. Una forma perfecta de acabar de llamarnos niñatos oligofrénicos e inmaduros (y con razón), con mucho tacto, elegancia y humor, eso sí.
Comienza “Pandorum” con una nave espacial paseando su gigantesca e interminable estructura en pantalla, como viene ocurriendo desde la mítica y ya mitológica “Star Wars”. Tripulación atrapada en cápsulas criogénicas, arquitectura recargada y siniestra en los decorados, recuerdos inquietantes intercalados en el metraje, tonos cerúleos rompiendo una oscuridad casi plena, ausencia de sonido… el poster tenía parte de razón, la película tiene el sello de los “creadores de Resident Evil”, pero no por “Resident Evil”, gracias a Dios, sino por la ópera prima de Paul Anderson, la maravillosa “Horizonte Final”, con la que comparte muchos y muy buenos detalles.
La película conecta mayormente con su audiencia, en parte las estridentes e imprevisibles subidas de volumen (al menos al comienzo, luego lo imprevisible es que no las haya) tampoco dan pie a abrir la boca, pero en cualquier modo la historia engancha, mantiene un atractivo enigmático salpicado de misterios y caos narrativo, que obliga a concentrarse en ella, en tener el cerebro ocupado, además de la vista, y por ende, también la lengua. Y salen monstruos!, jeje, Christian tenía razón en que gustarían, aunque en cierto modo, la película no sea más que una reversión de “The Descent”, cambiando cavernas por naves (algunas escenas resultan peligrosamente similares).
Termina la función, ha sido una buena película, un día casi redondo, a falta de “Paranormal Activity”. El giro final sorpresa anima el boca a boca tras los créditos, a mí sólo me da vueltas una palabra en la cabeza: “Bioshock”; algunos lo entenderán.
Ya es de noche, las 22:30, una hora en principio perfecta para ver “Paranormal Activity”, ni muy pronto para poder acojonarse, ni muy tarde para evitar sobarse. La lluvia torrencial a las afueras del teatro aporta su granito de ambientación.
Antes de que empiece, vemos otro corto, “Flourtown” (La ciudad de harina); no es ni real ni de animación, es una mezcla extraña y agradable de ambos, pero lo que está claro es que los americanos pueden ser igual de raros que los franceses. El corto de William Slichter tampoco es entendido por un buen sector del público, aunque parece guardar las mismas maneras que “Paix sur la Terre”, en lo tocante a la emotividad, algo que está comprobado que no cuaja en este Festival.
Y de pronto tiene lugar la lacra del día, el punto negro, que en cierto modo, se veía venir. Demasiada ociosidad contenida necesitaba aflojar las válvulas, romper por algún sitio, ya que las películas anteriores no habían dado esa posibilidad. No tendría porque ser así, es una película seria, muchos dicen que escalofriante, pero un hombre sale a la palestra y aprieta inconscientemente el “panic buttom”. Es Ángel Sala, el director de Sitges que todos conocen de sobra. Agradece mil cosas al Fesival, y está encantado de traer desde Sitges está película, que considera realmente buena. El público abuchea y bromea, no es ningún secreto la rivalidad de ambos festivales, pero Angel termina de encender la mecha: “Sois un público muy duro”, dice, también tirando de eufemismos, “pero Paranormal Activity os va a acojonar, y si a los 40 minutos no estáis cagados os invito a un cubata”. De pronto tiene lugar en la sala una recreación de las hordas de Mordor frente a las murallas del Abismo de Helm. El hacha está alzada, y no va a bajar hasta que rueden cabezas, en esta ocasión, la inocente cabeza de “Paranormal Activity”.
Bastan los logotipos de las Productoras para empezar el cachondeo. La película no es que pueda contraatacar con una trama currada, un ritmo acojonante, un festín de gore o efectos visuales, diálogos de oro, distraer con una BSO llamativa (ni de cualquier otro tipo, ya que no tiene evidentemente), o cualquier otro recurso. Es el blanco perfecto de burlas, insultos y bromas, y lo paranormal se transforma enseguida en para anormales.
Servidor se levanta de la butaca y marcha del cine antes de la media hora, el circo es inaguantable, y se disfruta mejor incluso en el enano monitor de vigilancia sin audio que tienen a la entrada, pero tampoco es plan, y habrá que esperar a verla en mejores condiciones, además de las meteorológicas.