La Familia Addams: Retrospectiva



La familia Addams: El musical (2010)

A priori, un musical de la familia Addams parece una buena idea. En general, la saga está llena de momentos musicales (siniestros), bailes, y hasta algunas canciones. Y desde luego, hay muchos musicales previos de temática macabra, encabezados por “El fantasma de la ópera” de Andrew Lloyd Webber. Habría sido mítico un musical de los Addams que pudiera codearse con el fantasma, o con “The Rocky Horror Picture Show” o “La tienda de los horrores” (o incluso con el relativamente reciente y tan extremo como sangriento musical de “Re-Animator”). El terreno estaba preparado, pues, para que los Addams aterrizasen en Broadway con todo su potencial siniestro. Pero… no fue así, y el resultado final fue tan edulcorado y aburrido como decepcionante. Y pese a todo, consiguió generar su público. El musical explota la nostalgia e intenta ordeñar una franquicia desatendida durante tiempo, ofreciendo un producto muy inferior a los previamente vistos, y que incluso es capaz de hacer parecer mejor, por comparación, a la película protagonizada por Tim Curry, habitualmente tildada de fracaso, pero que al menos demuestra más valentía y humor negro, y resultaba meramente intrascendente y prescindible, en vez de ofensiva para los personajes como el musical.

Por hacer una comparación, el musical de la familia Addams es para la saga lo que “Crepúsculo” para el cine de vampiros, una especie de versión adulterada del mito, rosa y diseñada para ser comercial, pero que flaco favor hace a la tradición de los personajes, y que elimina todo rastro de oscuridad, imponiendo en su lugar una historia de amor blanda para adolescentes, con vocación de comercialidad, y sin apenas elementos siniestros, fuera del mínimo indispensable, y que son mostrados solo superficialmente. Si el musical fuera más popular bien podría haber dañado la imagen de los Addams del mismo modo que “Crepúsculo” ha sido una grave lacra para el cine de vampiros de una generación, que consiguió su propio público, totalmente distanciado del espectador habitual del terror.





No es el espectáculo de humor negro y oscuridad que debería ser, sino un mero refrito de humor blanco y canciones rosas, que toca temas muy antiAddamsianos, y se aleja en estilo y forma de la oscuridad y morbidez que emana la obra de Charles Addams. No es ya que cualquier episodio de “Los Simpson” actual o clásico muestre un humor negro mucho más intenso que el de este musical de los Addams, sino que hasta en los capítulos de “Bob Esponja” hay más maldad. Véase, como ejemplo, el episodio en el que un asesino en serie, el Asesino de Soplones, intenta matar a Bob Esponja, manipulándolo haciéndose pasar por su amigo buscando una ocasión propicia para estar solos y liquidarlo, y Bob, involuntariamente, lo masacra una y otra vez de forma accidental, haciendo cosas como clavarle los pinchos de unas botas de alpinista en los ojos, hasta que el asesino en serie vuelve a la cárcel desmoralizado para que lo encierren de nuevo (y lo ponen en una celda con Bob Esponja, para su desgracia). Y sí, en Bob Esponja también cantan.
Quizá habría sido más sensato escoger a los Monster en vez de a los Addams, para este tratamiento argumental elegido, dado que encajan más con el humor blanco y el elemento romántico tradicional/ingenuo. Es más, el comportamiento de la Miércoles de esta obra el encajaría más a Marilyn Monster que a ella.

El musical de los Addams (que pese a ser destripado por la crítica profesional en su estreno, ha resultado taquillero), tiene bastantes problemas. De hecho, hay dos montajes principales del mismo. El primero es el de Broadway, abiertamente despreciado por la crítica como aburrido (“más mediocre que macabro”, fue una frase repetida, y hasta un crítico dijo que es “como estar atrapado durante dos horas en una armadura, sufriendo sin poder escapar”, y es que hay críticas más divertidas que el propio y soso musical), ante el cual muchos de los grandes nombres de la crítica del mundillo del musical no dudaron en demostrar su desprecio. La obra también contenía, pese a su humor negro atenuado y censurado, escenas consideradas de mal gusto como la del calamar violador o el denostado chiste sobre “La lista de Schindler” que luego veremos. El segundo libreto, el utilizado para las giras, las funciones de instituto y la exportación fuera de EEUU, reescribe masivamente la obra, suprime canciones, cambia diálogos y situaciones, y aunque es algo mejor, desnata incluso más la función, quitando algunos de los mejores diálogos de humor negro, y casi todas las escenas de efectos especiales, como Morticia alimentando a su planta carnívora (imperdonable) o el primer ataque del calamar al padre de Lucas (no el que acaba en la violación del señor Beineke y en la ridícula balada de amor “In the arms of a squid”, en los brazos del calamar, sino el que consiste en un mero intento por parte del bicho de zampárselo, como las mascotas Addams siempre hacen con la gente de fuera), y el combate subsiguiente de Gómez a latigazos con dicho calamar gigante, en plan “Bride of the monster” de Ed Wood.

La versión reescrita suele recibir críticas menos virulentas y más positivas, en especial ahora con las giras acabadas, y la obra apenas representándose en los USA (solo en institutos y pases menores), y en buena parte esta condescendencia se debe a que a nadie le apetece machacar el trabajo entusiasta de unos chavales de instituto, que de hecho, entienden mejor a los personajes que los autores del libreto, con lo que es relativamente frecuente que en los pases de instituto las críticas sean positivas, pero achacando múltiples defectos al mediocre y desdeñable libreto original.

Además, hay muchas variantes, puesto que las traducciones internacionales, conscientes de lo mediocre del libreto, se han tomado muchas libertades, y por ejemplo, en la versión argentina hay referencias políticas nacionales, o a Luis Miguel, así como diversos diálogos modificados para resultar más graciosos y gags inventados/alterados o a medida de las estrellas locales contratadas, y que de hecho superan al original de Broadway en sentido de la diversión. Pero ni siquiera hace falta irse fuera de los USA, porque hay constancia de múltiples variaciones menores, realizadas por ejemplo en las funciones de instituto, y que sorprendentemente mejoran, aunque sea poco, la obra (como ya veremos). De hecho, no es difícil de lograr el adaptar mejor que los autores del libreto a Miércoles, y quizá por eso sea tan tremendamente satisfactoria “Adult Wednesday Addams” de Melissa Hunter, por lograr triunfar con Miércoles en todos los rasgos del personaje en los que fracasó estrepitosamente la obra.

En todos los casos, la obra empieza razonablemente bien, con algunos acordes del tema de Vic Mizzy (omnipresente en casi todas las versiones de los Addams desde 1964) antes de subir el telón, y luego el número musical “When you´re an Addams”, que presenta a los personajes cantando en el cementerio, pero se estropea al introducir el conflicto y llegar a la empalagosa canción “Pulled”, que tras escucharla, realmente dan ganas de irse corriendo ante el despropósito mostrado, dado que el panorama que alumbra, castra toda posibilidad de alcanzar las cotas más altas de humor negro, que tan buenos resultados dieron en las películas: Una Miércoles Addams enamorada “del modo normal”, que dice querer ir a Disneylandia, que afirma le gustan los arcoíris, amaneceres, unicornios, la Navidad y los angelitos, y que canta a coro con pajaritos como una princesa Disney es algo que va más allá de una crisis de identidad, pese a que se dedique a cantar esto mientras tortura a su hermano en el potro. La canción hace encender todas las señales de alarma en la mente del espectador.

Debido a las diferentes variantes y versiones adaptadas, con traducciones “imaginativas”, me voy a ceñir al texto inglés, y las citas y situaciones que tome serán directamente de la obra de Broadway y del remontaje en inglés, traduciéndolas literalmente para contarlas.

Recapitulando, la obra trata sobre el enamoramiento de una sosa Miércoles de 18 años (que no muestra ningún rastro de psicopatía), con un chico de su edad, Lucas Beineke, total y absolutamente normal, con el que se quiere casar. Miércoles está inquieta por ello, temiendo la reacción de su madre, y se lo cuenta a su padre y a su tío. Gómez (en el segundo montaje) promete guardarle el secreto a Morticia y así (en ambos montajes), invitan a la mansión a Lucas y sus padres. Cuando Lucas llega a la mansión, Gómez simpatiza con el joven y decide sinceramente ayudarlo frente a la hostilidad de Morticia. Incluso convence al clan Addams para fingir “normalidad” y causar buena impresión a los padres de él, a lo que responde Morticia con su mejor momento (uno de los pocos buenos) en toda la obra, afirmando que “Lo que es normal para la araña, es caos para la mosca” (frase sacada directamente del comic). El resto de la obra, se lo va a pasar ella entre nerviosa e irritada, en especial cuando Gómez la llama “cabra vieja” (en el primer montaje), algo que Gómez JAMÁS haría. Él siempre le tuvo un respeto máximo.

Mientras, Pugsley está muy celoso porque piensa que si Miércoles se va de casa, ya no volverá a torturarlo, así que roba a la abuela una poción a lo Jekyll y Hyde e intenta dársela a Miércoles, para que vuelva a su naturaleza habitual, aunque falla y acaba dándosela a la madre de Lucas. Hay conflicto (que casi destruye el matrimonio Addams) pero todo se soluciona y hasta los Addams se dan cuenta de que son demasiado raros (!). Miércoles se va con Lucas, con la bendición de las dos familias, pero promete volver ocasionalmente “para torturar a Pugsley”. El tío Fétido, aleatoriamente, decide irse a la Luna, sin embargo.

El problema que tiene la obra es que por mucho que se altere, los defectos se mantienen en la trastienda y se arrastran de remontaje a remontaje, porque de hecho es la base la que no funciona. Y es que el musical tiene como premisa estropear a Miércoles y Morticia Addams. Si una idea consistente a lo largo de la franquicia es que ellas suelen ser los personajes más estables y potencialmente carismáticos de la saga, no será aquí donde se repita. El musical, como fuente de conflicto transforma a la carismática, siniestra, independiente e inteligente psicópata Miércoles en una especie de colegiala genérica enamoradiza, o muchas veces en poco más que una adolescente gótica genérica (bueno, de 18 años, pero de mente adolescente), que se ha enamorado del tal Lucas Beineke, tan “normal” como aburrido (por buscar un símil, casi podría ser el Brad del principio de “The Rocky Horror Picture Show”, con diez años menos). Y Lucas ha conseguido “normalizar” a Miércoles, que ahora viste de colores brillantes (amarillo chillón, color que le gusta a la madre de Lucas), intenta desesperadamente agradar a los demás (en contraposición al habitual desdén de Miércoles por la opinión ajena), y es bastante sumisa ante su novio Lucas (hasta el punto de renunciar a sus valores y opiniones por él, y llegar a decir que le gusta la idea de que él la encierre en casa). Esto ya no es el “sé tú mismo” que han propuesto desde siempre los Addams, sino más bien un “arrástrate por el fango para agradar a los demás” o un “sé uno más del rebaño”. Imposible crear una versión que atente más contra el mensaje de tolerancia y autoaceptación de la obra de Charles Addams.

En demasiadas ocasiones esta Miércoles recuerda más a Mavis, la hija “adolescente” de Drácula en “Hotel Transilvania”, que quiere ver mundo y estar con los que no son monstruos como ella y hasta se enamora de uno, que a la propia Miércoles original, con la salvedad de que “Hotel Transilvania” es mucho más divertida y redonda que este musical, y Mavis sí funcionaba como personaje, y era más fuerte e independiente.

Miércoles es mostrada aquí como absolutamente pasiva, incapaz de resolver o afrontar sus propios problemas: no puede contárselo a su madre, y necesita que su padre y su tío se lo resuelvan todo. Su “plan” es sentarse y esperar a que todo se arregle por sí mismo, hasta Lucas le recrimina esta actitud. En vez de ser activa está totalmente aplanada, casi parece una mujer del siglo XVIII que está esperando pasar de la “propiedad” de su padre a la de su marido. Este personaje inerme, sin energía ni empuje, es más una Kristen Stewart de “Crepúsculo” que una carismática y fuerte Christina Ricci. Solo faltaba que Robert Pattinson haga de Lucas, pasando de vampiro modosito a jovencito modosito para que el círculo se cerrase.





No contento con ello, el libreto incluso se las apaña para hacer parecer ignorante a Miércoles, que en un diálogo parece que no tiene ni cultura general ni para saber quiénes son Tristán, Ulises y Romeo. Con todo este baño de luz y color, su sadismo está tan atenuado que a lo largo de casi toda la obra no le haría daño ni a una mosca, salvo muy excepcionalmente a su hermano (que se lo gana a pulso) y algún accidente aviar que veremos, con lo que toda seña de identidad propia del personaje se diluye en la nada. Que venga alguien “normal”, y consiga “normalizar” a Miércoles Addams es una patada en el estómago de todo el que creció viendo la serie y las películas clásicas, así como implica arruinar la dignidad de dicho personaje. Incluso la Miércoles censurada de la serie de los 60, en el episodio en el que traía a un novio a casa, intentaba guillotinarlo (le daba ideas el hecho de que él se llamara Robespierre) haciendo que él huyera espantado. Y era la Miércoles más blanda hasta la fecha….

La letra de la canción “Pulled” (en la que Miércoles se regodea en su recién adquirida “normalidad”) casi parece escrita para causarle una úlcera a cualquiera que conozca previamente el personaje, cuando lo que debería cantar una Miércoles bien adaptada sería algo más en la línea de la canción de Steve Martin como dentista psicópata en “La tienda de los horrores” (en la que el personaje se recrea en lo mucho que le gusta causar dolor, y que por eso es dentista). El concepto de la “normalización” de Miércoles es nefasto, pues. Pensar que una psicópata como Miércoles puede desarrollar empatía debido a un subidón de endorfinas en el cerebro (pese al córtex prefrontal anormal de los psicópatas) es como suponer que a un mutilado de guerra le pueden volver a crecer las piernas después de reírse mucho por escuchar un buen chiste. Ridículo.

A su vez, el musical también carga contra la madre, pues reconvierte a la tranquila, estable, madura y muy segura de sí misma Morticia en una inestable histérica, y una madre autoritaria, asfixiante y controladora en demasiados momentos, que entra en una profunda crisis personal, y que en la que la propia Miércoles confía tan poco que no le cuenta el secreto, lo cual también resulta absurdo, puesto que desde siempre los Addams siempre habían sido un grupo muy unido, y Morticia siempre ha sido la persona en la que Miércoles más ha confiado, incluso en las adaptaciones más sádicas y psicopáticas de la menor de los Addams. En el pasado, en las diferentes sagas de la franquicia, Morticia ha resuelto muchos problemas: la bancarrota de la familia, la presunta traición de Fétido, pensar que Pugsley se volvía normal (la viñeta o el episodio de los boy scouts), las depresiones de Gómez, la transformación del bebé Pubis en “normal”, fantasmas hostiles, secuestros, amenazas de muerte, órdenes de derribo de la mansión, incluso ataques extraterrestres. Hasta en una ocasión llegó a pensar que Gómez le era infiel, y ya se ha enfrentado en el pasado a presuntas mentiras de Gómez. Pero siempre, siempre, siempre lo solventó todo con su calma natural y característica, lo que reduce al más extremo absurdo toda su caracterización iracunda en el musical.

También se introduce una sorprendente intolerancia por parte de Morticia, que no encaja nada con el pasado del personaje, a ella debería darle igual con quien se casara su hija. Es más, el primo Eso ya se casó con una persona “normal” (Margaret Alford) en las películas, y Morticia ni pestañeó. Y los novios en versiones anteriores de Miércoles, Joel Glicker, Norman Normanmeyer Jr., eran también “normales”, y Morticia los aceptó enseguida y con agrado. Incluso en un episodio de la serie de los 60, Pugsley tenía una novia a la que Morticia consideraba una mala influencia (¡quería que Pugsley hiciera gimnasia para tener un aspecto más saludable!), y Morticia no tuvo ninguna reacción adversa. En otro episodio, la hermana de Morticia, Ophelia, va a casarse con alguien a quien los Addams confunden (en un error bastante lógico viendo las circunstancias) con un timador y un cazafortunas. En dicho episodio, Morticia lo que hace es sentarse a hablarlo tranquilamente con su hermana, y explicarle la situación. Con confianza, con franqueza. Sin engaños, secretos, chantaje emocional, histeria ni demás pamplinas. A diferencia de aquí.

El musical, para estirar su endeble argumento, inventa de donde no hay conflictos que no tienen ni pies ni cabeza, en su premisa “Miércoles se vuelve normal, y Morticia se pasa media obra rabiando”. En todas las versiones los Addams siempre se han alegrado de emparejar a sus hijos y no han tenido prejuicios, salvo en ésta.

Y, por supuesto, quien lo resuelve todo aquí es Gómez. Hemos vuelto al “Father knows best”, y ha girado la rueda de manera que si la serie de los 60 parecía mucho más moderna que la época en la que nació, es ahora el musical del nuevo milenio el que parece escrito en 1950.

La versión reescrita hace menos cariñosa a Miércoles, y menos iracunda a Morticia, pero sigue incurriendo en básicamente los mismos defectos e inventa sus propios errores.
Menos mal que el musical no es canónico, en el sentido de que ni es continuación oficial de la serie o las películas clásicas, ni comparte universo con una u otras, como insiste su sinopsis oficial, indicando que es una obra original que adapta las viñetas originales, porque si no, habría tirado a la basura cincuenta años de esfuerzo conjunto de grandes actores y muy competentes directores, así que éste no es el futuro oficial de ninguna de las grandes encarnaciones previas, sino una versión licenciada más, con su propio canon diferenciado. De hecho no encaja ni con unas, ni con otras, puesto que aquí Fétido es hermano de Gómez, y el nombre completo de éste es Gómez Florencia Addams (en vez de Gómez Alonzo Addams), con lo que no encaja con la serie de los 60, mientras que ni aparece Pubis, ni las edades de los niños encajan con las de la película pasados unos años (tendría que haber sido Pugsley un niño muy pequeño para seguir siendo niño en vez de adolescente cuando Miércoles es adulta). Ni por supuesto, coinciden las personalidades ni el estilo de los personajes en el cine, con lo que nada que ver con las muy superiores películas a esta función.

La obra adolece además de una carencia alarmante de humor negro (y a veces, de humor de cualquier tipo). El primer acto es algo más fluido, pero el segundo resulta plúmbeo, incluso pese a todos los retoques para que no lo sea. En ambos, la incoherencia es constante, y se pasa de los chistes más facilones (“Miércoles ha crecido tanto que es casi Jueves”) a algunos bochornosos y sonrojantes, por vulgares, como el diálogo entre Gómez y Malcolm Beineke que versa sobre Alfonso “el enorme”, un antepasado de los Addams, que prestaba servicios para la reina Isabel I de España. Ante la pregunta de “¿qué servicios?”, Gómez solo recalca “EL ENORME”, mientras hace un inequívoco gesto con la mano, indicando longitud, y por un momento el musical parece más una película setentera de Andrés Pajares que algo que transcurra en el universo de la familia Addams. Este gag está en los dos montajes, tristemente, que pecan de lo mismo: ir saltando de infantilismo a referencias sexuales casposas (el segundo montaje, menos), nada que ver con la sutileza y elegancia con que se trataba el tema en la serie clásica o las películas (allí, con menos sutileza, pero igual elegancia).

Tan “light” es el musical que, como antes indicaba, hace parecer mejores y más oscuras a otras versiones previas de bajo nivel. Así, “La reunión de la familia Addams” siempre tuvo fama de infantiloide, pero casi parece una película gore comparada con el musical: por lo menos, tenía momentos de oscuridad tan rotundos como Miércoles acechando a un cartero intentando clavarle dardos en los ojos, o Gómez abandonando a un corrupto psiquiatra en manos de sus salvajes pacientes, que le administraban electroshock previsiblemente hasta la muerte. Y encima, ambas escenas estaban allí planteadas de forma divertida, y eran de los pocos gags que realmente funcionaban. Nada de eso ocurre aquí.

La ausencia de villanos reales (que habrían dado emoción al relato), y el culebronesco argumento, propio de una sitcom trasnochada (no de la genial sitcom de los 60) en nada ayudan a hacer llevadera la obra.

Afortunadamente, el gag bochornoso que solo apareció en el primer montaje, y se cayó para el segundo, es una línea sobre los Addams educando a sus hijos, poniéndoles “La lista de Schindler”, pero a modo de comedia y para que aprendan. ¿Acaso los autores del libreto pensaban que los Addams son nazis, o qué? En general, todo el número musical “What we did wrong?” fue suprimido en la reescritura del libreto.

El musical intenta compensar su nefasta adaptación de algunos personajes, afirmando como se ha dicho que adapta directamente el comic, ignorando las adaptaciones previas. El problema de estas afirmaciones es que de hecho, recicla diversos gags y conceptos que no son originarios del comic, sino propios de la serie de los 60 y las películas de los 90, reduciendo nuevamente al absurdo la premisa de adaptación indicada. También contradice el texto original de las viñetas en muchas ocasiones, como cuando dice que Miércoles nunca fue a la escuela, sino que estudió en casa, siendo que en las viñetas originales se decía que estaba en el cuadro de honor del colegio. Por cambiar, cambia incluso el color del vestido de Morticia, que en Broadway era azul (en especial, en la segunda y última temporada, en la que contrataron a Brooke Shields en un fallido intento de alargar la vida comercial del espectáculo). También cambia el peinado de Miércoles, eliminando sus icónicas trenzas, y alterando su vestuario.

Se planteó que Cassandra Peterson, Elvira, fuese Morticia en la tercera temporada del musical, pero dicha temporada fue desestimada, posiblemente tras el agudísimo descenso en taquilla en los últimos meses de Brooke Shields. Obviamente, dado su bajo nivel, la obra no iba a estar 25 años seguidos en cartel, como “El fantasma de la ópera” en Londres….

Así el musical de los Addams tiene un despropósito de argumento, y de adaptación, que en muchos momentos parece más un remake encubierto de “Jaula de grillos” (“La Cage Aux Folles”) que una verdadera historia de la familia Addams (de hecho, el protagonista es el mismo, Nathan Lane, puestos a no disimular la fotocopia, y diversos críticos señalaron los excesivos paralelismos argumentales), y que como se ha dicho fue un gran fracaso de crítica en el momento de su estreno, aunque dio muchos beneficios económicos con su ñoño argumento, que supone una completa traición a la oscuridad de la obra de Charles Addams, un refrito trasnochado de “Romeo y Julieta”.

Gómez y Morticia: Nathan Lane (estrella habitual del musical y la comedia) y Bebe Neuwirth (inolvidable como Lilith en la mítica serie “Frasier”). Al margen del buen hacer de los actores, están bastante mal adaptados como personajes. De hecho, es casi el mundo al revés, ya que Gómez es mostrado como una persona equilibrada, responsable y sensata que lleva sobre sus hombros el peso de resolver todo el problema (en vez del adulto inmaduro y juguetón que ha sido toda la vida), mientras que Morticia aparece como insegura y desequilibrada, y cuando se desencadenan todos los eventos, entra en una profunda crisis. Además, no se entera de nada de lo que ocurre a su alrededor, e incluso se muestra mojigata y dominante con su hija. Hay momentos en que es más Norma Bates, la madre del Norman de “Psicosis”, que la Morticia tranquila y desinhibida de siempre, como cuando la abronca por llevar un vestido amarillo. El musical entiende tan poco a los personajes, que hasta Morticia llega a decirle “pareces la escena de un crimen”. Cualquiera que entendiera a los personajes, sabría que esa frase encaja más en el contexto Addams como elogio que como reproche, pero es de forma peyorativa como lo usa Morticia allí.

En el primer montaje el personaje de Morticia está tan nefastamente escrito que incluso llega a enfadarse a tal nivel que hacia el final del segundo acto intenta matar realmente a Gómez en un duelo a espada, y solo se frena y recupera el sentido común cuando lo tiene de rodillas delante, vencido, siendo que en realidad, tradicionalmente sus duelos lo son solo de forma lúdica. En ambos montajes, pasa por una crisis de confianza tan profunda que tiene un número musical sobre que “La muerte está a la vuelta de la esquina”, pensando que ya no sirve para nada a su familia. En el segundo montaje, incluso decide fugarse de casa, considerándose inútil y despreciada, dejando a Pugsley al cuidado del monstruo que vive bajo su cama.

Destaca el número musical “Tango de amor”, que por lo menos recuerda a los bailes de Carolyn Jones con John Astin, o a los de Anjelica Huston con Raúl Juliá, y que marca la reconciliación de los dos personajes hacia el final.

Gómez, en ambos montajes, es el personaje más gracioso e interesante de toda la función. El Gómez de Nathan Lane en Broadway es “muy Nathan Lane”, pero parodia el lenguaje gestual de John Astin y el acento de Raúl Juliá, exagerando demasiado ambos. Ojalá Mathew Broderick hubiese interpretado a Malcolm Beineke, Mal, padre de Lucas. Ambos actores funcionan muy bien en escena juntos (véase “Los Productores”), y aunque no habrían salvado el musical, sí lo hubieran hecho mucho más divertido. En manos de ambos, la escena en la que Gómez le cuenta a Beineke el pasado presuntamente homicida de Miércoles, con las “misteriosas desapariciones” de sus novios, habría sido gloriosa en vez de meramente divertidilla, un oasis en medio de un desierto de bostezos.

Miércoles y Pugsley: En el musical original de Broadway, antes de las giras, Miércoles (Krysta Rodríguez) tiene la mejor voz de todo el reparto, y también es el personaje que se desvía más del canon (ni siquiera encaja con la atenuada Miércoles de Lisa Loring, de la serie de los 60). Es una Miércoles muy menguada frente al carisma de otras versiones, demasiado “normal”, sin la chispa, independencia, autoestima y la mala leche que la caracterizan. Se supone que Miércoles está en una crisis de identidad, aunque en ningún momento la vemos antes de esa crisis, así que no sabemos cómo los autores del libreto piensan que es realmente el personaje. Hay unas cuantas frases sueltas (pocas), que suenan más a Christina Ricci (véase la canción “Crazier than you”), pero en general no funciona como adaptación.

Si hubiera que salvar este argumento, sería deseable que la obra tuviera tres actos en vez de dos, y ver a Miércoles en el primero comportarse como habitualmente (para así lucir al personaje, su psicopatía y sus habituales diálogos agudos y cínicos), en el segundo en crisis, y en el tercero volviendo a su ser (o cambiando un poco, si es que al autor le apetecía invariablemente estropear al personaje), en vez del engendro que propone la obra. Y por supuesto, cualquier referencia añadida sobre un destino sangriento para Lucas sería bienvenida (aunque fuese un guiño sutil al público de toda la vida, como Miércoles diciéndole a Lucas “cuando nos casemos te enseñaré un truco que aprendí de mi tía Debbie”, su tía la Viuda Negra).

Rachel Potter, que sustituyó a Krysta Rodríguez en el papel, tiene menos voz que ella, pero interpreta algo mejor a Miércoles, haciéndola un poco más psicópata y fría, con las tremendas limitaciones de las líneas que tiene que decir, y las acciones que le dicta el guion, porque sigue teniendo que decir la frase de Disneylandia, unicornios, pastelitos y demás, por ejemplo.

El segundo montaje hace a Miércoles menos cariñosa, y más distante (mientras que el primer montaje la tiene todo el rato besando y abrazando a Lucas), aunque también la hace más pacífica y aplana al personaje. Realmente, lo que hace es podar la mayor parte de su papel en el primer acto, dejando lo imprescindible para explicar su situación, y casi convirtiéndola en una excusa argumental, un McGuffin, en vez de un personaje en sí mismo. El primer montaje al menos tenía una escena en la que en un brote de sadismo Miércoles le mordía dolorosamente el labio a Lucas “porque le apetecía”, y un diálogo en el que Gómez le dice al padre de Lucas que “el anterior novio de Miércoles desapareció misteriosamente”, y lo recalca, dando a entender que ella lo mató. Este diálogo, y la reacción del señor Beineke es de los momentos más divertidos del montaje de Broadway. Ambas escenas se caen del segundo montaje (de forma muy desafortunada), con lo que básicamente Miércoles no hace nada oscuro entre “Pulled” y el número “Crazier than you”, ya entrado el segundo acto, y hasta resulta aburrida y simplona en dicho segundo montaje. En ambos montajes, la única frase realmente carismática que tiene Miércoles en toda la obra, fuera del número “Crazier than you”, es cuando Lucas la recrimina diciéndole que si quiere la aprobación de sus padres para el matrimonio es “porque realmente no quiere casarse”, a lo que Miércoles le responde que “No quieras psicoanalizarme, Lucas. Mi mente es un lugar oscuro y no querrás entrar en él”. Sí, la frase casi suena a Christina Ricci, pero es poco más que un oasis en un asfixiante desierto de unicornios rosas, bostezos y arcoíris, en una mente que más bien parece demasiado rosa oscuro.

Afortunadamente, el segundo montaje corta la escena en la que una hipersensible Miércoles, hacia el principio de la obra, se arrodilla y se compadece de las plantas que acaba de cortar Morticia en el invernadero. Pero, por desgracia, el segundo montaje también corta la escena en la que Miércoles se queja a Lucas de lo incómoda que está por tener que llevar un vestido amarillo para agradar a los padres de éste, con lo que la hace parecer sumisa esta omisión del diálogo.

En ambas versiones se habla sobre la primera vez que Miércoles le pegó fuego a un testigo de Jehová (lo cual implica que lo hizo más de una vez), y se cuenta que en el pasado envenenó a su hermano “para darse un paseo en ambulancia”, pero en ningún momento vemos a esa Miércoles en acción, ni parece creíble que sea la misma que se pasea por la mansión Addams vestida de amarillo. Casi parecen insertos en el libreto hechos a posteriori tras algunas pruebas, para hacerla menos infiel, porque son incoherentes con la Miércoles que vemos representada, y harían su transformación increíble. Si incluso ya sería difícil asumir a la Miércoles de Lisa Loring (que por lo menos, en la película de 1978 iba sobrada de autoestima) reconvertida en un personaje tan blando, con una Miércoles plenamente psicópata, como la de Christina Ricci, la transformación pasaría de la incoherencia al absurdo intelectualmente ofensivo.

En diversas escenas sueltas de grabaciones hechas en institutos o teatros fuera de los USA, que circulan por Youtube, se observa que hay muchas actrices que entienden más a Miércoles que los autores del libreto, pues frecuentemente suelen representarla de forma muy oscura, e incluso alteran escenas como aquella en la que Miércoles canta a coro con un pájaro, para luego estrujarlo accidentalmente, cambiándola por otra en la que mata de hecho al pájaro a propósito, retorciéndole el cuello y arrancándole la cabeza (el pájaro es de peluche en la escena, con lo que la escena no resulta visualmente asquerosa, pero representa ser de verdad). Estas variaciones quizá intentan cambiar el sentido de la canción “Pulled”, haciendo parecer que Miércoles la canta con ironía o sin convicción, o intentando en vano autoconvencerse, en vez de con sinceridad.

De forma bizarra, el musical inventa que la ballesta es un elemento esencial del personaje de Miércoles, ya que la lleva en la mano en casi todas sus apariciones, e incluso la estaba usando cuando conoció a Lucas, para cazar, cuando lo cierto es que en las películas y series no la usó más que unos pocos segundos, y en el comic original no lo habrá hecho más de una vez.

Sobra decir que un Joel Glicker tiene más sentido como novio de Miércoles que un Lucas Beineke, además de ser un personaje mucho más definido y gracioso.

Pugsley, por su parte, es básicamente el de siempre, aunque en un alarde de incoherencia, sigue siendo un niño mientras Miércoles es adulta, para él no ha pasado el tiempo. Su comportamiento es de las cosas mejor adaptadas del musical, aunque resulte demasiado irritante. Tiene una de las canciones más extrañas de toda la obra, aquella en la que acaba concluyendo que automutilarse no es tan divertido como ser torturado por su hermana. Por primera vez desde la serie de los 60, Pugsley es mucho mejor que Miércoles.
El tío Fétido: Un corista en la mayor parte de escenas, aunque también tiene su subtrama que cuenta que se ha enamorado de la Luna, literalmente (como el toro de la canción de El Fari). Se supone que eso es consecuente con el hecho de que Christopher Lloyd saliera en su segunda película como Fétido aullando a la Luna…. El segundo montaje hace aparecer más a Fétido, y le sitúa siempre en mitad de las escenas de los padres de Lucas, acortándolas, y beneficiando así a la obra. También le da más papel, haciendo que ayude a Gómez a arreglarlo todo. En ambos montajes, la intervención de Fétido, invocando una tormenta, marca el intermedio de la obra, entre el primer y el segundo acto.
La obra inventa que Fétido es un personaje “de sexualidad ambigua” (él mismo lo dice), para justificar su romance con la Luna, cuando lo cierto es que desde la serie de 1964, en todas las adaptaciones no animadas salvo la película de 1998, Fétido ha estado constantemente buscando mujeres “de carne y hueso”, ha estado casado, e incluso reincidentemente se ha dicho que le atraen las mujeres calvas. Al final de la obra, Fétido consigue tener hijos con la Luna, y los pasea en un carrito de bebé, aunque algunos montajes concluyen con Fétido yendo a la Luna y apareciendo el dibujo de su cara sobreimpreso en ella.

Fétido, omitiendo lo de la Luna, es de lo mejor de la obra, en todo caso, de los personajes más graciosos y con mejores réplicas (dentro de lo que cabe), aunque la parte de la Luna chirríe mucho y dañe al personaje hasta reducirlo al absurdo menos interesante.

El resto de la familia: Lurch casi no tiene papel, pese a que hacia el principio hay una escena en la que va a abrir la puerta (y dependiendo de la versión, se para a arreglarse el pelo o intenta correr), y al final canta con perfecta dicción, para sorpresa de todos. La abuelita se luce en un diálogo con Pugsley, y poco más. En uno de los pocos diálogos destacables de la obra, Gómez y Morticia discuten sobre de quién es madre la Abuela, de él o de ella. Ni ellos lo saben ya. La obra se inventa la condición de fumadora compulsiva de hierba de la abuela Addams, para bochorno del público. También aparecen múltiples fantasmas de antepasados Addams, inventados para la ocasión. En el entreacto hay un cameo del primo Eso.

Lo mejor: Nathan Lane (en el montaje de Broadway), y el número musical “Crazier than you”, de los pocos disfrutables de la obra, en el que Miércoles, hacia el final, tras el fiasco de la cena familiar, y ya sin el vestido amarillo, sino con un atuendo algo más habitual (aunque tampoco el de siempre), furiosa le explica a Lucas que lo suyo no puede funcionar, porque está mucho más loca que él (y dice literalmente que si siguen le demostraría su amor “con su corazón y su cuchillo”), mientras que Lucas le explica a Miércoles que en realidad él está más loco que ella, por confiarle su vida a Miércoles, para lo cual procede a vendarla los ojos, ponerse una manzana en la cabeza y pedirle a Miércoles que dispare con su ballesta a ciegas, y acierte o no, le da igual, porque “si yo muero, tú serás lo último que habría visto”. Miércoles, visiblemente entusiasmada porque él está dispuesto a morir por ella, dispara a ciegas, y acierta en la manzana, pero él finge que le ha dado la flecha en la cabeza, lanzando un grito y consiguiendo asustarla (algo infrecuente), lo cual Miércoles encuentra muy divertido cuando se quita la venda. Después canta ella que va a ser “su esposa y torturadora” y él responde que va a ser “su esposo y torturado”. Sigue siendo una caracterización alejada de la “extrema” Miércoles de toda la vida, pero es el momento más próximo en todo el espectáculo, y la escena más ingeniosa que ella tiene en la obra (y la que se supone que restaura el sadismo del personaje, aunque no). No tiene mucho sentido que Lucas pase súbitamente de “normal” a masoquista, pero, ¿acaso algo tiene sentido en la obra?
Por supuesto, como las alegrías duran poco en esta obra, el segundo montaje estropea “Crazier tan you”, haciendo que intervengan los fantasmas para salvar a Lucas y hagan ellos que la flecha acierte en la manzana, y que presencien el número los padres de Lucas, eliminando ambas cosas toda sensación de peligro o tensión de la escena. También resulta absurdo que los ultratradicionalistas padres de Lucas acepten tan a la ligera en la reescritura que su hijo cante a voz de grito que se va a dejar torturar por Miércoles.

Lo peor: El tratamiento de los personajes. Se podría perdonar que no haya realmente villanos que intenten perjudicar a los Addams (lo cual impide que haya auténtica tensión en la historia), pero no que los personajes se alejen tanto de su caracterización natural. Un Gómez equilibrado, una Morticia desequilibrada (y medio tonta, ya que pasan demasiadas cosas delante de sus ojos y nunca se entera de nada, y hasta presume en una canción que “Gómez nunca le guarda secretos”, pero que apenas nota que ocurra nada raro cuando su hija se pasea por casa con un traje amarillo chillón), una Miércoles muy blandengue y demasiado normal, nada psicópata en el 99,99 % de la función, y un Pugsley que misteriosamente no ha crecido un ápice desde su última aparición. También fracasa el tono de la obra, que nunca capta la verdadera naturaleza del trabajo de Charles Addams, y en vez de ello se mueve entre lo pueril, el musical adolescente y lo chabacano, con calamares violadores y chistes de Alfonso el Enorme.

Legado: Habrá que verlo, aunque esperemos que no enturbie la percepción de los personajes en el público. Con un poco de suerte, no se adaptará al cine, quedando como lo que es, una semidesconocida extravagancia fuera del canon de los Addams, del mismo modo que el musical de Spiderman queda fuera del Universo Marvel, y en nada afecta ni a los comics de Stan Lee ni a las películas de Sam Raimi.






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