La Familia Addams: Retrospectiva



Parte II: Las adaptaciones

II.I: Adaptaciones mayores

El siguiente segmento abordará las dos adaptaciones más importantes de la familia Addams, la serie de los años 60 y la saga de películas de los 90, analizando pormenorizadamente sus elementos, y concluirá con una comparación de ambas, elemento a elemento, en un intento de determinar cuál de ellas es mejor, o al menos, en qué mejora una respecto de la otra.

La familia Addams (1964)

La primera adaptación de los personajes de Charles Addams, es un elemento esencial en la historia de la familia, se saldó con un gran éxito y puso en el mapa a la familia Addams dentro de la cultura popular.

La serie es una sitcom bastante atípica y que supuso un punto de inflexión en la televisión americana. Previamente habían otras teleseries sobre familias, pero eran demasiado ligeras y moralistas, del estilo de “Father knows best”, “Leave it to Beaver” o “The Donna Reed Show”, con argumentos y personajes muy estereotipados, conflictos muy simples, hijos modelo, y matrimonios que no mostraban ninguna clase de apasionamiento (como mucho, algún casto beso en la mejilla, muy rara vez). Series que muchas de ellas ni siquiera han conseguido dar el salto al DVD, o reponerse en televisión en mucho tiempo. La mejor variante, manteniendo el tono de humor blanco, de “Father knows best” sería la magnífica “Los Picapiedra” de los 60.

“La familia Addams” era una premisa mucho más atrevida y rompedora que las teleseries imperantes en su momento, y bastante imitada a posteriori (es anterior a “La familia Monster”, que a su vez nunca mostraron semejantes señas de atrevimiento). Hace parecer a su contemporánea, la divertida “Embrujada” (con Elizabeth Montgomery, Agnes Moorehead, Paul Lynde, Dick York y Maurice Evans), como una serie totalmente machista. Si Morticia tuviera poderes de bruja (algo que la serie a veces muestra, pero no al nivel de Samantha), es totalmente impensable que Gómez la obligase a lavar y cocinar sin usarlos, o que se enfadase cuando viera cualquier cosa relacionada con la magia, a diferencia de lo que ocurría en “Embrujada”, con Darryn esforzándose episodio tras episodio por convertir en “normal” a la bruja Samantha (es más, si Darryn intentase hacerle eso a Morticia, lo que ocurriría es que el tío Fétido le dispararía con su trabuco por la espalda y a bocajarro). El matrimonio Addams era bastante más sano y moderno. Irónicamente, “La familia Addams” fue una adelantada a su época, y “Embrujada” duró 6 temporadas más que ella.





“La familia Addams” de 1964 mezclaba elementos tradicionales de estas teleseries con otros propios del cine de terror gótico, en cuanto a estética y tratamiento de los personajes, y les daba la vuelta al género como un calcetín. Los Addams eran monstruos ricos y excéntricos, y a primera vista no parecían un ejemplo moral a imitar, aunque rascando la superficie se observaba que era una familia muy sólida y cohesionada, con muy buenos pilares de confianza y cariño (a la extraña manera Addams), hasta el punto de que psiquiatras de la época afirmaban que eran el matrimonio más sano de la televisión de entonces. La serie rehuía los tópicos imperantes en la parrilla televisiva de entonces, y evitaba presentar al padre como santo infalible o como tonto (esto último incluso “Los Monster” no lo evitaron, haciendo muchos gags sobre las pocas luces de Herman, aunque Herman era un entrañable tontorrón). También evitaron reducir el arquetipo de la madre a simple ama de casa, o demonizar a la suegra, con lo que ofrecía un producto muy diferente y que fue elogiado por la crítica por el ingenio y lo estilizado de sus guiones. También procuraba evitar caer en el humor infantil, y trataba como inteligentes a los espectadores (salvo por incluir las inevitables risas enlatadas). Era refrescante y sorprendente.

Los Addams son el primer matrimonio apasionado de la televisión, el primero que duerme en la misma cama y el primero que resulta creíble que tuviera una vida sexual activa (o muy activa), frente a las otras parejas de la televisión de la época, que más bien se comportaban como hermanos que vivieran bajo el mismo techo, que dormían en camas separadas, con pijamas que parecían abrigos, y se saludaban castamente a la hora de desayunar. Nada de eso ocurría en casa de los Addams. La serie fuerza los límites de lo que se podía mostrar en televisión en la época, cada vez que Morticia habla en francés y Gómez se abalanza sobre ella enardecido. Son un matrimonio que ha tenido dos hijos, llevan 13 años casados y mantienen la afinidad y el calor del primer día. En ciertos momentos sorprende mucho hasta dónde se atrevieron los guionistas. En un episodio, Gómez está con Morticia, tras un par de días trabajando en el sótano fabricando un clavicémbalo, y le dice a Fétido que ellos tres se van a ir de viaje a “Lover´s Leap” (la catarata de los enamorados, el salto de los enamorados, podrían traducirse). “¿A qué?”, pregunta Fétido, y Gómez le dice: “Tú a saltar por la catarata y Morticia y yo, a hacer el amor” (la referencia no es ni sutil, ni metafórica, sino directa, y encima, casi sugiere que al aire libre). Quién esto escribe aún no entiende cómo pudo pasar la frase la censura de la tele de los 60, pero es un buen detalle. Lo que sí censuraron fue un diálogo en un episodio en el que la prima Melancolía les visita, deprimida como siempre, y Gómez decide buscarle un marido. Llama por teléfono a una agencia matrimonial, y pide una docena de candidatos como si encargara comida a domicilio, enumerando sus características (“uno alto, uno bajo”, etc…). La frase en la que dice “uno blanco, uno negro” se puede apreciar leyéndole los labios a Gómez, pero le redoblan en inglés una frase diferente por encima de su diálogo. Se ve que ni los Addams podían hablar de matrimonio interracial en los 60.

La casa de los Addams era un personaje más, un decorado magnífico y excéntrico, con elementos vivientes y otros que podrían ser al mismo tiempo divertidos y terroríficos para los niños de la época, como la cabeza de pez espada que cuelga de la pared como trofeo, con una pierna humana cercenada asomando de su boca. Casi toda la acción de los episodios transcurría en el interior de ella, o en el decorado del portón de entrada, saliendo muy rara vez de la mansión la acción, aunque los Addams no fuesen reclusivos y saliesen a la calle frecuentemente (incluyendo los niños al colegio).

Los guiones eran buenos, basados en sus ágiles y agudos diálogos (con dobles sentidos, juegos de palabras y demás), y las tramas y situaciones eran bastante variadas y divertidas. En general, la serie es icónica con I mayúscula. El humor es muy sofisticado, e incluso se nota que algunos de los guionistas y productores de la serie habían trabajado con Groucho Marx, porque hay elementos de Groucho en Gómez (es evidente, por ejemplo, en los puros y algunos diálogos y dinámicas, así como el humor basado en diálogos ágiles). Incluso algunos gags, como el de un antepasado Addams que siendo militar disparaba contra sus propias tropas, suponen un guiño directo a Groucho (su Rufus T. Firefly hacía lo mismo en “Sopa de ganso”).

El problema que tenía la serie es que los límites de la televisión, aunque frecuentemente burlados, siguen existiendo, y la más perjudicada al final es la violencia implícita de los comics de Charles Addams. Aquí, por ejemplo, los niños Addams ni son siniestros ni juegan a matarse (lo único que matan es el tiempo, cada vez que aparecen). Además, aunque hay abundantes villanos o enemigos que intentan estafar a la familia, ladrones que entran a robar, empresarios codiciosos que pretenden despojar a Gómez de su riqueza, políticos corruptos que intentan aprovecharse de Gómez, vecinos chismosos, policías que pretenden ir a por la familia, y demás antagonistas, pese a ello, muy rara vez acaban los vilanos muertos, sino que como mucho arruinados, encarcelados, trasladados algún rincón perdido del mundo o en el peor de los casos enloquecidos o casados con algún pariente Addams especialmente molesto. Bastante es que muy de vez en cuando alguien acabe devorado, quizá porque parece una muerte “light” (los niños han crecido viendo al cocodrilo de “Peter Pan” y en los 60 parecía una violencia aceptable, y no ejercida por unos humanos contra otros).

No obstante, de vez en cuando ciertos diálogos le colaban goles a la censura. Por ejemplo, siempre que había un problema, el tío Fétido sacaba su trabuco y se ofrecía a dispararle por la espalda al responsable, para solucionarlo. En un episodio en el que por una confusión, la familia cree estar mal de dinero, Fétido plantea (sin bromear) una solución: “Matamos a Gómez y cobramos el seguro”, la cual Morticia desestima. Pese a estar algo atenuadas, las tendencias homicidas familiares afloraban ocasionalmente, aunque muy rara vez más allá del trabuco del tío Fétido. En un capítulo en el que al instalarse nuevos vecinos en la casa de enfrente, la Abuela se incomoda porque los considera “demasiado raros” y “posiblemente peligrosos”, ella decide que lo mejor es “eliminarlos”, y saca un hacha para ello (que llevaba unos minutos afilando). El tío Fétido la secunda, con su habitual trabuco, pero interviene Morticia, que los convence de no matarlos (“acabamos de cambiar la moqueta y se mancharía”, dice, entre otras razones), de forma extraña y delirante, pero exitosa.

Pese a la tendencia a limitar el elemento homicida (vamos, que no sacan a pasear mucho el "Sic gorgiamus allos subjectatos nunc"), hay momentos de humor negro tan rotundos como el episodio que muestra el encontronazo de Gómez con el alcalde de la ciudad, Sam L. Hilliard (la L es de Lucifer), al que Gómez admira por su “corrupción” y al que derriba de su puesto involuntariamente, al sacar sus trapos sucios a la luz pública, para que todos pudieran “enorgullecerse tanto como él”. El alcalde Hilliard es villano recurrente de la serie, y es básicamente como el alcalde Quimby de “Los Simpson” (gordo, corrupto, estúpido, ocupa su puesto de manera indiscutida), pero casi tres décadas anterior.

También hay otras tramas, de menor nivel, que giran en torno a ciertos parientes molestos de la familia, que les visitan, pero haciendo que los Addams tengan que soportarlos con estoicismo y convirtiéndolos en víctimas de la excentricidad de otros miembros de su propia familia. O cuestiones más mundanas y ajenas al espíritu de los personajes, como un episodio que gira en torno a que Pugsley se hace amigo de un gorila de circo. Charles Addams no quedó total y absolutamente contento con el resultado a nivel de adaptación (lo veía, pese a todo el esfuerzo realizado, como un “show para niños”, quizá por lo mal adaptados que estaban Miércoles y Pugsley, nunca lo explicó directamente), pero a diferencia de otras adaptaciones, nunca habló mal de esta versión, dado que era consciente de su gran calidad y de lo mucho que había supuesto como apoyo para su carrera, sino que nunca le ahorró elogios a la serie y su reparto, e incluso les enviaba dibujos de regalo por sus cumpleaños y los visitaba ocasionalmente.

En general, el balance de la serie clásica de televisión es muy positivo, tiene un grandísimo nivel y es muy recomendable e ingeniosa. Abiertamente compite con las películas de los 90 como la mejor adaptación de la familia Addams de entre las muchas existentes, y ambas tienen sus pros y sus contras para alzarse con ese puesto.

La serie tiene una edición en DVD muy completa de extras, en la que el único reparo es el deficiente doblaje, que cambia los nombres de los personajes (y hasta el de la serie, a “Los locos Addams”) y, lo que es peor, aligera el humor negro y lo conceptos más “fuertes” en algunos diálogos, con lo que el modo de disfrutar la serie plenamente es en versión original subtitulada, ya que a diferencia del “Star Trek” de los 60, no ha tenido un redoblaje moderno que corrigiera las deficiencias del doblaje primigenio. Hay que tener cuidado con los errores, porque las ediciones que no compilan la serie en un solo estuche, la suelen partir en tres trozos, siendo que son en realidad dos temporadas, lo que puede inducir a error y a perderse parte de esta joya clásica en un descuido.

Morticia y Gómez: Carolyn Jones y John Astin. Ella ya era una estrella de cine antes de filmar la serie, especializada en papeles excéntricos o de villana, que había compartido cartel con estrellas tan diversas como Vincent Price y Elvis Presley, y que había obtenido una nominación a los Oscar por su papel en “The bachelor party”, en la que tenía un aire a lo que luego sería su Morticia Addams. Él tenía menos experiencia y una proyección mediática menor, pero encajó en el papel como un guante y lo convirtió en la piedra angular de su carrera, ya que interpretó de un modo u otro el papel de Gómez durante más de treinta años. John Astin, antes de conseguir el papel, era lector y admirador de Charles Addams, y tenía un notable conocimiento del personaje y su entorno, hasta el punto de que se presentó a la prueba para el papel de Lurch (que él sabía que no encajaba con sus características), pero consiguió que le dieran el papel de Gómez, tras hablar con el productor y demostrarle que valía para el rol del excéntrico padre de familia.

La química entre Gómez y Morticia en pantalla es inmensa, y es uno de los pilares que sustenta el magnetismo de la serie. Gómez es representado como un niño grande, entrañable y rebosante de energía hasta la hiperactividad, bastante inmaduro y algo infantil (salvo cuando Morticia le habla en francés, que le activa el modo “latin lover” y hace que se ponga a besarla repetida y apasionadamente), y que dado que no posee problemas de dinero (literalmente abre los cajones y los billetes salen a borbotones, y eso es solo “la calderilla” y no la caja fuerte, además de que poseen minas de diamantes y un incalculable tesoro en doblones de oro), se pasa el día jugando a una cosa u otra porque tiene la vida resulta, ya sea chocando y explotando sus maquetas de trenes, practicando el zen yoghi, saltando en su cama elástica o mil cosas excéntricas más. Es español, y desciende de la realeza castellana (algunos argumentos están relacionados con España y en uno incluso llega a llamar allí por teléfono, y n otro llegan parientes españoles muy cañís, con peineta y todo).

Gómez es abogado, aunque nefasto (no gana jamás, y se enorgullece de ello, y uno de los mejores episodios trata sobre él representando a la Abuela en un juicio penal), pero un as con los negocios, aunque sea por pura suerte. Por ejemplo, hace inversiones absurdas como cuevas de murciélagos, y encuentra petróleo, triplicando la fortuna familiar. En un capítulo, un timador intenta estafar a la familia pero finalmente acaba detenido por intentar vender antigüedades falsas a un museo. Gómez se ofrece a defenderle en el juicio, con nefastas consecuencias, potencialmente y contra lógica jurídica convirtiendo una pena de 10 años en cadena perpetua (Gómez es así de “buen” mal abogado), y al final del episodio salen Gómez y Morticia comentando divertidos ese hecho mientras bailan.

Morticia es la cabeza de familia, y la persona sensata y equilibrada del matrimonio, poseedora de un gran estilo, elegancia y serenidad. Consume su tiempo en actividades artísticas, pintando, y alimentando a su gigantesca planta carnívora Cleopatra. También jugando con Gómez a diversos juegos y deportes, o bailando. Mientras que Gómez tiende a ser cómicamente torpe, Morticia lo hace siempre todo bien, rozando la perfección, y a la primera, con gran estilo y como si fuera fácil, lo cual genera muchos gags recurrentes en la serie. Por ejemplo, están practicando esgrima, y Gómez se esfuerza tremendamente, solo para conseguir que Morticia pare todos sus embates sin apenas moverse.

La Morticia de Carolyn Jones es tremendamente icónica como belleza gótica, y ampliamente influyente. El vestido y el peinado que llevaba, muy elaborados, la hacen idéntica al dibujo original, incluso aunque las proporciones del mismo rocen el surrealismo, ya que casi parece imposible caminar ahí dentro. El vestido negro, aunque llevaba velcro disimulado detrás, era tan ceñido que necesitaba 20 minutos para poder salir de él al acabar los rodajes. En este sentido, recuerda a las penalidades que tuvo que pasar Michelle Pfeiffer con el traje de gata, cuando interpretó a su magnífica, inolvidable y perfecta versión de Catwoman.

Todo lo relacionado con la Morticia de Carolyn Jones se hizo icónico. Por ejemplo, frecuentemente se sentaba en una ostentosa silla de mimbre, de gran respaldo, a la que la serie llegó a popularizar tanto que se comercializaba con el nombre de “la silla de Morticia”, pese a ser un modelo preexistente, y la gente llegó a conocerla por ese nombre. También hubo incluso un grupo de música llamado “La silla de Morticia”.

La serie tuvo su polémica, como se ha indicado, y había incluso un gag recurrente consistente en que, a mitad del episodio, cuando están enfrascados en alguna tarea en torno a la cual gira dicho episodio, Morticia hace algo que excita a Gómez (generalmente hablar en francés) y él se abalanza sobre ella a besarla. La respuesta de Morticia, tras dejarlo actuar unos momentos, siempre sigue el esquema de “ahora A, después B, cariño”, siendo A lo que estaban haciendo antes de la interrupción, y B alguna palabra que sea metáfora sutil de lo que quería hacer Gómez (no es difícil de suponer qué era). El estudio recibió cartas de padres y asociaciones moralistas quejándose de la pasión que mostraban los protagonistas, que posiblemente ayudaron a la cancelación de la serie, junto con el sobrecoste que habría supuesto dar el salto al color, el cual estaba de moda en la televisión de entonces.

La serie también se atrevió incluso a introducir sutilmente elementos de sadomasoquismo en la relación de Gómez y Morticia, justo en las narices de la censura. Así, en un episodio, Morticia gasta un par de minutos en atar concienzudamente a Gómez, que quiere “jugar a escapista”. En otro, Gómez está quieto con velas en la cabeza, mientras Morticia practica con su látigo, apagándoselas. En otro capítulo, Gómez está tumbado en el suelo, haciendo de soporte para la pelota que está usando Morticia, de pie, para jugar al golf. Todo ello, por supuesto, introducido con bastante sutileza y elegancia. Aunque todo era simbólico. En un episodio Morticia dice que realmente “nunca le haría daño a Gómez”. En ese mismo episodio le atiza con un garrote en la cabeza al tío Fétido (sobre Fétido no dijo nada)…. Ese capítulo es de los mejores, y trata sobre un Gómez amnésico y aterrado por su casa, pensando que Morticia quiere matarlo.

El mejor capítulo sería probablemente “El romance de Morticia”, el único episodio doble rodado (capítulos 36 y 37), comienzo de la segunda temporada, que muestra cómo Gómez y Morticia cuentan a sus hijos el modo en que se conocieron. El Gómez del pasado es retratado como un joven enfermizo y pusilánime, hipocondríaco, débil de carácter, que asegura estar enfermo de los bronquios, y que en verano va en chaqueta y con bufanda (hasta aquí es un poco como Joel Glicker, el desdichado novio de Miércoles Addams / Christina Ricci, en la película “La familia Addams: la tradición continúa”). El joven Gómez pasa su tiempo con Cosa, su amigo de la infancia, una mano sin cuerpo, y visitando frecuentemente una cueva subterránea bajo la casa donde vive un pariente, un ermitaño loco que ríe constantemente.

La madre de Gómez (interpretada por Margaret Hamilton, la bruja mala de “El mago de Oz”) ha organizado un matrimonio de conveniencia con Ophelia Frump, la extraña hermana gemela de Morticia, que es rubia, viste toda de blanco y a la que le crecen auténticas flores de la cabeza. Ophelia es histriónicamente extrovertida y sorprendentemente sádica (en apenas diez minutos de episodio le hace llaves de kárate a Gómez lanzándole por los aires, le sumerge la cabeza en el fregadero y se la mantiene así mientras le dice “que es muy dulce y amable” y le retuerce un brazo hasta hacérselo crujir).

A su vez, Morticia, aunque adulta viste con una ropa semejante a la que luego llevaría Miércoles, es excéntrica, tranquila y triste, bastante siniestra (es una mujer de 22 años que juega a enterrar muñecas decapitadas en el jardín, y que tiene mascotas antropófagas a las que sus propios allegados temen), y dentro de la familia está eclipsada por Ophelia. El día antes de la boda, Gómez ve por primera vez a Morticia y se enamora de ella, del mismo modo que ella se fija en él. Tienen en común el asco que le tienen a Ophelia, y es que no es casualidad que Morticia se pase el resto de la serie cortándoles la parte de arriba a las flores, como las que crecen en la cabeza de Ophelia, seguramente sublimando lo que querría hacerle, y convirtiéndolo en una afición botánica.

La serie no tiene como intención fijar a Morticia como un personaje especialmente terrorífico, pero en este episodio sí que le da una cierta aureola inquietante más allá de lo acostumbrado, con una mirada perdida que recuerda un poco a Catherine Deneuve en la primera media hora de “Repulsión”, Crispin Glover al principio de “Willard” o a Angela Bettis hacia el comienzo de “May”, como si el personaje tras tanto tiempo en la sombra y bajo un cierto maltrato familiar pasivo, fuera como una bomba de relojería hirviendo a fuego lento, esperando a ver si las circunstancias serán favorables en su última oportunidad de florecimiento vital, o bien explotará con nefastos efectos. Pero a Morticia le fueron bien las cosas, a diferencia de los anteriores.

Morticia traba amistad con Gómez y consigue hacerlo mejorar: cuando ella le habla por primera vez en francés, su “sangre castellana” se inflama, se sobrepone a todas sus enfermedades crónicas y su hipocondría. Además, es ella la que le enseña que jugando con sus trenes es más divertido hacerlos chocar y explotar en vez de mirarlos circular, algo que Gómez aprende bien, con lo que en pocas palabras es ella la que acaba por convertirlo en siniestro. Con la cooperación de Fétido, consigue conquistarla, tras gran tensión y algún que otro intento de suicidio, y logra que Ophelia se fije en el primo Eso, dejándole vía libre para casarse con Morticia, y así empieza la dinámica de la serie, con ella poniéndose por primera vez su famoso vestido negro.

Es una lástima que no hicieran más episodios dobles, porque éste es básicamente una película dentro de la serie y tiene un magnífico nivel.
Carolyn Jones, además de a Morticia, también interpretó a Ophelia, y a Lady Dedos, una mano-sirvienta de la que se enamora Cosa, la mano sin cuerpo de la familia.
Miércoles y Pugsley: Lisa Loring y Ken Weatherwax. Aquí los niños son poco más que muebles dentro de la casa, que están por estar, y que casi no hacen nada memorable. De vez en cuando aparecen, pero realmente nunca pueden hacer nada que refleje sus personalidades del comic. De hecho, la serie constantemente busca excusas para no mostrarlos (están jugando en el altillo, están recogiendo setas, etc….), incluso en episodios en los que teóricamente deberían estar presentes, como en el que transcurre durante el cumpleaños de Miércoles, como si la serie fuera consciente de que son su punto de menor interés.

La actriz que da vida a Miércoles tiene 6 años (5 y medio en el piloto), y apenas líneas de diálogo, y cuando habla es a veces bastante desastroso a nivel de adaptación (casi se pone a llorar cuando matan un dragón en un cuento, a diferencia de la Miércoles del comic, que se alegraba cuando la abuela le contaba un cuento en el que el dragón se come al caballero y la princesa y vive feliz para siempre). Visualmente también desentona, estando mellada de un diente durante media serie. Los directores le dieron a Loring la indicación de que no sonriera nunca (algo que muchas veces no consigue, para perjuicio de la adaptación), lo que causó que entre toma y toma, Carolyn Jones se encargara de jugar con la niña y reconfortarla por si acaso el personaje era demasiado desagradable para ella. Contratar a una niña de edad tan corta para semejante personaje que debería ser mucho más intenso ya es de por sí un error (sería como contratar un Gómez de 90 años que apenas pueda caminar, bailar, saltar o interactuar con Morticia sin tener un ataque de reuma). Lo más memorable que hizo Miércoles en toda la serie fue un par de números de baile con Lurch bastante graciosos, pero por lo demás, cada vez que aparece en pantalla se echa de menos o a sus padres ficticios Astin y Jones, o la propia Christina Ricci, que entonces aún ni había nacido.

Loring y Weatherwax dicen que John Astin se portó muy bien con ellos, casi como una figura paterna, porque él también tenía hijos de edades como ellos, y que mantuvo el contacto con ambos años después de finalizada la serie.

Pugsley, que aparece en más episodios que Miércoles, está mejor perfilado, aunque no demasiado mejor. Es mostrado como un niño travieso y con un raro talento científico (inventa un rayo desintegrador), y hasta protagoniza episodios como el mencionado en el que traba amistad con un gorila de circo y se lo lleva a vivir a casa. La caracterización de Pugsley es bastante incoherente, pues en algunos episodios es capaz de crear cohetes espaciales que rivalizan con la NASA, pero en otros (como el que queda atrapado en un pasadizo secreto) le resulta difícil contar hasta cuatro, incluso con la ayuda de los dedos.

Ken Weatherwax, de adulto, le expresó a Steve Cox en su libro sobre la familia Addams, que jamás estuvo orgulloso de su Pugsley, y que incluso se burlaban en el colegio por el personaje. A Weatherwax le dieron la indicación de mirar fijamente y no parpadear nunca, algo que rara vez consiguió, porque él mismo cuenta que los focos del estudio le deslumbraban constantemente cuando intentaba hacerlo.

Cuando Miércoles y Pugsley juegan, es casi siempre a reir y saltar alegremente y de forma “normal”, con peluches (de forma normal, no a ahorcarlos o quemarlos), al ajedrez, o con un caballito de madera (de aspecto normal) o como mucho, a lanzar explosivos de baja intensidad (o sea, casi petardos, como cualquier niño fallero normal en Valencia, aunque a veces hacen temblar un poco la casa), nada más lejos de lo que cabe esperar de los niños Addams. Jamás atacan o perjudican a nadie, ni luchan entre ellos. En definitiva, demasiado “normales” para lo que sus personajes requerirían. Tienen una araña y un lagarto como mascotas, algo que tampoco es que sea el colmo de lo terrorífico. También es justo reconocer que en un episodio en el que desaparece Cosa y Gómez se viste de Sherlock Holmes para investigar y encontrarlo, e interroga a los miembros de la casa uno a uno, los niños sí que tienen algo de lucimiento en sus respuestas a las preguntas de su padre, aunque en gags que funcionarían en cualquier serie con niños de la época, no de un modo propio de la familia Addams.

Los niños Addams de la serie de televisión, pues, nunca consiguieron en los 60 ser mostrados como las alimañas sádicas del comic. Como ejemplo, hay una viñeta en las tiras de prensa originales, en la que Pugsley y Miércoles volvían del campamento, y eran llevados en jaulas para perros, de puro peligrosos que los consideraba el conductor del autobús. Si los niños Addams de esta versión volvieran de un campamento, seguramente lo harían de la manita del conductor, contándole chistes y se despedirían con un abrazo o similar. Y desde luego, no quemarían hasta los cimientos dicho campamento, pero aún faltaban casi 30 años para que la franquicia llegara a ese punto… Solo hacia el final de la serie de los 60 son un poquito más siniestros y oscuros (los últimos 2 discos de los 9 DVDs que recopilan la serie, para entendernos), pero nunca lo suficiente, siempre sabe a poco. Por ejemplo, repiten un gag de Pugsley dinamitando cosas, pero nunca usando la dinamita contra nada o nadie, salvo contra el ático del vecino (deshabitado), cuando éste le da medio dólar para que lo “arregle”.

La serie incluso desperdicia algunos conceptos potencialmente buenos, como un episodio en el que se dice que Miércoles se ha hecho novia del hijo del hombre invisible, algo que habría dado mucho juego, pero que solo es usado marginalmente al final de ese episodio para llenar un minuto sobrante, haciendo que el niño invisible mueva un objeto, hable con voz sosa a lo Richie Rich, y ya no vuelva a ser mencionado jamás. Seguramente, si en las películas de los 90 se hubiera introducido este concepto, el personaje invisible habría ido más en la línea del hombre invisible psicópata de Claude Rains o Kevin Bacon, y habría dispensado memorables gags de humor negro en complicidad con una Miércoles infinitamente mejor que ésta.

El tío Fétido: Jackie Coogan, el niño que compartió pantalla con Chaplin en la grandísima “El chico”, ahora convertido en un irreconocible adulto. El tiempo no se había portado bien con él, y había acabado languideciendo en títulos de terror de serie B (o directamente serie Z), hasta que la serie le dio la oportunidad de resurgir. La figura de Jackie Coogan es triste, en tanto en cuanto de niño hizo una fortuna inmensa (6 millones de dólares de los años 20, que serían muchísimos más ahora, considerando la inflación) pero su madre y su padrastro le despojaron de su fortuna. Para Jackie Coogan, que atravesó largos periodos de alcoholismo y depresión, el papel de Fétido fue un oasis, y lo consideraba su personaje favorito. Disfrutó hasta el último segundo, e hizo que el público lo disfrutase.

Coogan borda su papel del tío Fétido, que aquí no es hermano de Gómez, sino tío de Morticia. Le confiere mucho dinamismo y excentricidad al personaje, el más extraño de la teleserie. Todo se puede esperar de él, desde pasear subido a su moto por el interior de la casa, hasta encender bombillas usando su boca (gag muy asociado al personaje). Aunque algunas veces protagoniza historias, lo más frecuente es que haga la labor de apoyo en las historias de otros, actuando como secundario de lujo, con sus torpes y divertidos intentos de colaborar.

A veces, el tío Fétido ejercía incluso de villano para la familia, canalizando el humor más negro de la serie. Hay un capítulo en el que lee en un artículo que las parejas felices no tienen futuro, sino que duran más las conflictivas, con lo que ni corto ni perezoso, decide “ayudar” y lanzarse a sabotear el matrimonio de Gómez y Morticia para “estabilizarlos”. En otro, los Addams quieren representar una obra de teatro, y le dan el papel protagonista al primo Eso. Fétido, como suplente, codicia el puesto y decide que el mejor modo de lograr el papel es eliminar al principal, e inicia una campaña para ello, ya sea golpeando a Eso con una gran maza llena de púas o metiéndolo en un saco e intentando emparedarlo. El problema es que Lurch, el suplente de Fétido, tiene la misma idea para conseguir el papel y decide enterrar vivo a Fétido apresándolo atado dentro de un sarcófago egipcio…. De no ser por la sensatez de Morticia, todos habrían acabado en una espiral de violencia en plan “Bahía de sangre”.

Así, a través de Fétido se introducían muchos elementos macabros del comic en la serie, como los instrumentos de tortura que utilizaba “para aliviar sus jaquecas”, o situaciones en las que intenta ayudar a Gómez a suicidarse cada vez que hay alguna crisis, aunque siempre falla el tiro o le trae una soga que resulta ser en realidad una cuerda voladora de faquir y no consiguen engancharla donde querían. Otro de los elementos oscuros que introduce la teleserie sobre el tío Fétido, es en relación a su pasado y su nefasto padre. En un capítulo se dice que su padre le dio su primer trabajo, como relaciones públicas y “le pagó durante 38 años para que no saliera a la calle ni los vieran juntos”. En otro episodio se dice que su padre era tan estricto que “le castigaba incluso cuando se portaba bien”, y eso le convirtió en el dechado de virtudes que es ahora (recordemos que en realidad es un pirado masoquista que intenta disparar a todo el mundo por la espalda). La frase es cruel, pero tal y como la dice Jackie Coogan se convierte en un gag de humor muy negro, y consigue convertir al loco del tío Fétido en una figura extrañamente trágica.

En uno de los mejores episodios del tío Fétido, éste se hace corredor de seguros, iniciando una serie de rocambolescos acontecimientos. Es el capítulo en el que Fétido tiene sus mejores diálogos y escenas, y que lo dignifica más.





El resto de la familia: Lurch (Ted Cassidy), el mayordomo a lo monstruo de Frankenstein de la familia, brilla con luz propia. Su frase repetida (“¿Llamó usted?”/”You rang?”), la inventó él mismo en una improvisación y se quedó en la serie. Su trabajo es magnífico y mejora todas las escenas en las que aparece. Es lo primero que ven los visitantes a la casa, y siempre logra escenas de gran comicidad al asustarlos involuntariamente. Sus pequeños momentos, ya sea tocando el clavicordio o haciendo sus tareas son memorables.
La abuela Addams (Blossom Rock) tiene pocas escenas, y lo mejor que se puede decir de ella es que por lo menos sus escenas no son contrarias al canon del comic (a diferencia de los niños). Pasa sin pena ni gloria, aunque de vez en cuando tiene buenas frases.

El primo Eso (Félix Silla) destacaba bastante más. Aunque no un elemento fijo de la serie, cuanto más avanzó ésta, sus apariciones, con su estrafalario aspecto peludo y su ininteligible manera de hablar, le hicieron popular.

Cosa, la mano sin cuerpo, a su vez, tiene mucho lucimiento siempre que aparece, ya sea para ayudar a la familia o asustar a los visitantes o intrusos. Ted Cassidy también hacía el papel, e iba alternando la mano izquierda y la derecha para ver si el público lo notaba. A veces sacaba de su caja, no solo la mano, sino el antebrazo entero.
Ophelia, la hermana gemela de Morticia, también interpretada por Carolyn Jones como se ha visto, aparecía de vez en cuando. Aunque el personaje procede de los comics (donde tiene el mismo aspecto con las flores saliéndole de la cabeza, pero no se establece su parentesco con Morticia), sólo aparece en esta versión de la familia Addams y en la de 1998. Era la “oveja blanca” de la familia, y Gómez no la soportaba, y a ello no contribuía el hecho de que Ophelia constantemente se estuviera divirtiendo a su costa, haciéndole llaves de karate y lanzándolo al suelo estrepitosamente, algo que a este Gómez, a diferencia de Raúl Juliá, parece no gustarle. Es más memorable por la interpretación de Carolyn Jones en el papel doble, que por el personaje en sí mismo.

Lo mejor: Las escenas de Gómez y Morticia, y su gran química en pantalla.

Lo peor: Los niños Addams. La serie convierte a los pequeños monstruos en pequeños… a secas.

Los videojuegos: Más de dos décadas después de la cancelación de la serie, en una clara demostración de su resonancia en la cultura popular, se adaptó a videojuego, el “Fester´s Quest” de NES, elaborado por SunSoft. Por desgracia, secuelas tardías tienden al desastre, y al igual que “Halloween with the new Addams Family” del 78, que posteriormente veremos, en la sección de adaptaciones menores, que no estuvo a la altura de la serie de 1964, el juego incluso menos, teniendo una nefasta reputación de frustrante, injugable y extremadamente difícil.

Con perspectiva cenital a lo Zelda, y unos gráficos que dibujan a los Addams con sus rostros de 1964, el juego cuenta cómo el tío Fétido sale a luchar con unos invasores extraterrestres, equipado con su habitual trabuco (pero apenas dos toques, ampliables a tres, y una sola vida), y ayudado por su familia, que de vez en cuando aparecen para darle pociones, explosivos y demás suministros. Viendo el videojuego, casi puede entenderse por qué Morticia nunca le permitía disparar a Fétido por la espalda a la gente en la serie: el maldito trabuco ni siquiera dispara recto la mayor parte del tiempo, pudiéndose fallar el tiro contra enemigos que estén justo al lado, y necesita a veces decenas de impactos para eliminar a monstruos en pantallas que nunca dejan de repoblarse. Lo peor es que el juego fracasa captando el sentido del humor de la serie, siendo soso cuando debería ser divertido, y careciendo de sátira alguna, habiendo mucho potencial humorístico en enfrentar a Fétido con la ciencia ficción de los 50, pero siendo éste totalmente desperdiciado. La única sátira válida que incluye es parodiar la saga “Castlevania” de Konami para NES y Super Nintendo, dándole más adelante Morticia a Fétido un arma que es un látigo de fuego.

Hasta el final del juego resulta plano: cuando Fétido derrota al último extraterrestre, una multitud se reúne para aclamar y vitorear a Fétido y a su familia. Fin.
Legado: Máximo. La serie clásica de televisión de la familia Addams construyó la imagen que existe actualmente de la familia Addams, dado que rellenó los huecos existentes entre las viñetas sueltas originales, dándoles una personalidad consistente a los personajes y hasta nombres, que antes no tenían y tuvo que inventar Charles Addams para la ocasión. Muchas de las situaciones que muestran, ya fueran sacadas del comic o inventadas para la serie, se han convertido en canon, y son parte del repertorio de características de la familia Addams. Es una magnífica serie para espectadores de todas las edades, y que a todos tiene potencial para gustar, entretener e interesar.


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