Festival de Cine de Sitges: 50 años de joyas y sorpresas

Por Carlos J.Marín

Parte III: Una década oscura para el alma (1990-1999)

Los noventa fueron una época& curiosa. A los idolatrados ochenta le siguieron diez años de resaca traducidos en unos niños que ahora eran adolescentes decepcionados (la llamada Generación X), el estancamiento del blockbuster sin alma y el pico de ventas de camisas a cuadros tres tallas superiores más grandes de la historia.

La cosa es que el Festival de Sitges siempre ha sido una esponja. De lo bueno y de lo malo. Y de los noventa bebió, eliminando el Fantàstic de su nombre y apuntando a ser un festival de renombre para jugar en las grandes ligas. Nos creímos Dioses, que diría un intensito. El resultado fue una comunidad de fans horrorizada y un festival que perdía por momentos su seña de identidad. Casi desaparecemos chavales.

Pero salimos del agujero. Y lo hicimos con buen cine: de las cenizas creció oro, aparecieron sagas que nos dieron alas y supimos redefinir lo que era la acción a base de "time-bullet". Veamos pues, con gafas de bucear y arpón, qué podemos rescatar en nuestro habitual repaso a JOYAS y RAREZAS de los años previos al nuevo milenio. Let"s go.

23ed. Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges (1990)

LA JOYA...

DARKMAN (ídem, 1990)
Director: Sam Raimi
nterpr.: Liam Neeson, Frances McDormand, Colin Friels

Sam Raimi ya había hecho dos películas de superhéroes antes de "Spiderman". Una era "El ejército de las tinieblas", con un Ash de brazo (casi)biónico, un malvado villano con ejército al que derrotar y una damisela en apuros a conquistar. La otra, dirigida justo antes, fue "Darkman", o la última salvación del subgénero comiquero antes de que un tal Schumacher viniera a jodernos la fiesta con su concepto de los pezones.

Liam Neeson interpretó al primero -de los muchos- badass de su carrera, un brillante científico cuyo pecado es crear una piel sintética, codiciada por gente con malas intenciones y peores maneras: concretamente, las de quemar vivo al pobre Liam y dejarlo por muerto entre las cenizas. Pero volverá, vamos si volverá, vestido con gabardina detective, sombrero Fedora y vendas cubriendo su misterioso rostro. Ya no es Liam Neesons, ahora es [toma aire] DARKMAN.

Raimi demostraba que era algo más que el tipo de" "Evil Dead", aportando esa visión pulp, desvergonzada y cinética tras la cámara que reutilizaría años después con las brillantes aventuras del arácnido (se obvia una tal "Spiderman 3" que cuenta la leyenda jamás existió). Una joya indiscutible, superviviente a la etapa de remakes/reboots/secuelas tardías y que podría hacer una sesión doble estupenda con la también asombrosa "Rocketeer". Su trailer ya nos avisaba: In the darkest hour, there"s a light that shines in every human being& BUT ONE. Así, amigos, se vende na película.

...Y LA RAREZA

HARDWARE, PROGRAMADO PARA MATAR (Hardware, 1990)
Director: Richard Stanley
Interpr.: Dylan McDermott, Stacey Travis, John Lynch

Richard Stanley es un pobre diablo. Y un genio. Los caprichosos golpes del destino hiciero que lo segundo se comieran a lo otro, hundiendo una carrera que a día de hoy podría contar con una o dos obras maestras. Pero no, el maldito Dr. Moureau se cruzó en su camino y, tal como explica el quijotesco (e imprescindible) documental "Lost Soul", la narrativa del desastre se instaló en un corazón que jamás volvió a latir con tanta pasión por el cine. Maldito seas, Marlon Brando.
Pero vamos a lo bueno. Los primeros compases de "Hardware" son la emulsión perfecta sobre término Cyberpunk: un desierto postapocalíptico, un oscuro chatarrero con harapos de vagabundo y un fantasmagórico encuentro: el de las ruinas de un vetusto robot hecho trizas. Los ojos del caminante brillan. ¿Es humano? ¿O es un trasunto de enviado de los dioses, dispuesto a traer el caos a un universo ya condenado? Agárrate, porque a continuación viene un despliegue de juegos con lat ecnología, la brujería ocultista y la filosofía oriental capaz de levantar a un muerto por espasmos. Bienvenido al mundo de Richard Stanley.

Semi-slasher conceptual que podría ser la partida de rol de tu vida, esta maravilla contiene dos de esas cosas por las que apetece vivir: robot asesino dotado de cien herramientas para desmembrar y lugar claustrofóbico para embotellar su masacre. Entre medias pues lo normal: sierras circulares, puertas automáticas asesinas, inyecciones de veneno, reventamientos oculares, personas partidas por la mitad o viajes oníricotrascendentales de más de cinco minutos en plena matana. Richard Stanley es un maestro del fantástico. Rendidle culto como bien merece.

24ed. Festival Internaciona de Cinema Fantàstic de Sitges (1991)

LA JOYA...

AKIRA (ídem, 1988)
Director: Katsuhiro Ôtomo
Interpr.: Nozomu Sasaki, Mami Koyama, Mitsuo Iwata

El cine de animación japonés aterrizó en Europa. Y lo cambió absolutamente todo. "Akira", la obra maestra de Katsuhiro Ôtomo, debería carecer de carta de presentación. Hagamos un intento para aquellos (insensatos) despistados que no han flotado de pasión con este viaje futurista, explosivo y abrasador con el que la platea de Sitges flotó para no dar marcha atrás. Jamás.

NeoTokyo, 2019. El futuro. 31 años después de la explosión de una bomba nuclear en Japón. Un experimento gubernamental sobre la telequinesia y (ojo) la mitología divina japonesa acaba afectando a una banda de motoristas, que verán como el miembro más débil de su banda se convierte en un asesino megalómano determinado a ser la resurrección del mismísimo dios Akira.

Aterrizada en Sitges dos años después de su estreno y con más potencia que un misil de Pyongyang, Akira ejecutaba a lo que otras obras de arte intentan aspirar: nos mostraba las dolorosas heridas aún abiertas de Hiroshima y Nagasaki, lo envolvía en un paquete de emocionante acción cyberpunk y nos mostraba, como ningún otro hasta el momento, que los dibujos animados eran mucho más que el medio para hablar de princesas y enanitos. Un golpe en la mesa que transformó para siempre nuestra manera de consumir el ahora denominado anime y una pieza clave para entender la mismísima historia del cine. La próxima vez que veáis a un otaku recordádselo. Sin "Akira" no son nada.

...Y LA RAREZA

POISON (ídem, 1991)
Director: Todd Haynes
Interpr.: Edith Meeks, Larry Maxwell, Susan Norman

Queríais rarezas pues toma tres tazas. Como tres catedrales. Todd Haynes, director consagrado en el melodrama moderno (véase "Lejos del cielo" o "Carol") debutaba en Sitges compitiendo con esta loquísima ópera prima. Un año en el que el festival aspiraba a despuntarse del fantástico, premiaba la "Europa" de Lars Von Trier como mejor película y coronaba a Jean-Pierre Jeunet como mejor director de la edición. Ya lo hemos avisado, eran tiempos oscuros para el alma.

Tres historias y tres texturas son lanzadas al azar, con el único punto en común de basarse en el trabajo del autor y dramaturgo Jean Geunet. Un falso documental sobre el niño de 7 años que disparó a su padre y desapareció misteriosamente; un cuento carnal y poético sobre la relación entre dos presos homosexuales en una prisión desconocida; una historia de terror sobre un científico convertido en una criatura leprosa, portadora de una terrible enfermedad contagiosa.

Haynes parece a años luz de su forma actual en cuanto a contenido, pero en estilo sigue apostando por cargar las tintas de su cámara con ojo clínico. Cada historia está rodada con tono, equipo y alma distintas, destacando esa especie de serie B de los 50 en la que convierte su alegoría (suponemos) sobre las enfermedades de transmisión sexual. Un buen ejemplo de lo que estuvo a punto de convertirse Sitges en cierto punto de su historia y una portadora de escenas WTF para el recuerdo. Como mínimo, una por historia: la del niño abriendo la puerta del dormitorio de la madre; la del leproso repartiendo besitos por la vida nocturna; la del bukkake de escupitajos. Preparad las gafas de pasta. Las vais a neceistar.