Hitchcock y el terror


Alfred Hitchcock nació en Londres en 1899, y murió en los Estados Unidos en 1980. Siempre vanguardista e innovador (tanto en la temática como en la técnica de sus películas), comenzó su dilatada carrera cinematográfica como ilustrador de los títulos narrativos y las frases de diálogo de las películas mudas. Antes de dirigir su primera película, “El jardín de la alegría”, Hitchcock realizó guiones para diversos directores.

Además trabajó como ayudante de dirección, como dialoguista e incluso de decorador. Su carrera como director en Inglaterra es extensa, y nos ha dejado títulos tan destacables como “39 escalones” o “El hombre que sabía demasiado”. Rozando los cuarenta años, decide probar suerte en la industria de Hollywood, donde conseguiría la fama mundial que le acompaña incluso después de su muerte. “Con la muerte en los talones” o “Encadenados”, son simples muestras de su pericia como director en su etapa americana. Amigo de las personas “acusadas injustamente”, de los “Mac Guffin” imposibles y de las rubias sofisticadas, la filmografía de Hitchcock es un completo compendio sobre crimen y sexo. Todas y cada una de sus películas, algunas de ellas terriblemente infravaloradas, son dignas de al menos un visionado. El entretenimiento, en mayor o menor medida, está asegurado.





A Alfred Hitchcock se le considera el rey del suspense, y no hay mejor forma de llegar al género del terror que por medio de este mecanismo que mantiene al espectador pegado a la butaca. En sus conversaciones con François Truffaut, Hitchcock da la clave para llegar al anhelado suspense: durante una conversación trivial entre dos personas, una bomba estalla bajo la mesa. El público queda mudo por la sorpresa. Sin embargo si se enseña la bomba desde un principio, colocada bajo la mesa mientras la conversación entre las dos personas se mantiene, se hace partícipe al público de lo que está a punto de pasar. Así se llega a generar el suspense, la intriga y la tensión. Muchos capítulos del programa “Alfred Hitchcock Presenta” (que el propio director creó y presentaba, y que tanta fama le otorgó), se basaban en gran medida en este sistema.

Las principales obsesiones del orondo director, y que se repiten de manera constante en su filmografía, tratan sobre ser acusado de manera injusta, sentirse asediado y perseguido por la Ley (además de por los malvados) y el eterno temor a no ser creído por los que te rodean. A menudo el terror se basa en la confrontación del Bien (en forma del protagonista acorralado) contra el Bien (en forma de policía), en otras ocasiones el terror (muchas veces en forma de suspense) viene de lo inexplicable (“Los pájaros”), de la crueldad y mezquindad del alma humana (“Crimen Perfecto”), de las psicología perturbada y frágil de los protagonistas (de obligado visionado es la escena del sueño creado por Dalí en“Recuerda”, con Gregory Peck).

Su particular visión del género de terror se ve claramente influenciada por su educación jesuita, y se basa en gran medida en el sentimiento de culpabilidad y el castigo al pecador. Alfred Hitchcock fue un chiquillo asustadizo que atesoró durante toda su vida muchos de esos temores infantiles (“Soy alguien muy miedoso”, comentaría en sus conversaciones con Truffaut). Es de suponer que hacer cine se convertiría en un personal método de liberación, una manera de plasmar sus fantasmas y hacerlos reconocibles a gran parte de su público.

Muchas de sus películas reflejan un mundo terrorífico lleno de asesinatos, homicidas despiadados y situaciones repletas de horror. Hagamos un repaso de algunos de sus films más destacados a este respecto.

 
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