Retro-Critica de "Thirst" (****). El vampirismo según Park Chan Wook
Por Redacción
Publicado el 11/06/2020
La cinta del realizador de OldBoy que ya tiene más de una década a sus espaldas
Park Chan-wook no falla: cada año (o año y medio) se presenta con un nuevo film bajo el brazo, dispuesto a levantar ampollas, sonrojarnos y emocionarnos a partes iguales para recordar que esa montaña enana llamada Hollywood es una pequeña pieza más del séptimo arte. Porque hacer lo que hace el director sur-coreano tiene mérito; no es nada sencillo hacer un film que funcione tan bien a nivel del espectador siendo al mismo tiempo completamente anti-comercial y anti-narrativo. Es la clave del cine asiático, aquella que, por mucho que nos esforzemos, nunca entenderemos al 100 %., pero diablos, hay que ver como nos gusta.
Su nueva propuesta, Thirst, es un relato de vampiros. Sí, totalmente cierto y no, no en exactitud.
Old Boy no era una película sobre la violencia, al igual que Soy un cyborg tampoco era una comedia alocada. Su cine está lleno de matices, complejidades e incluso contradicciones que arrastran de una manera hipnótica al espectador de un género al otro, casi sin pestañear. Puede que en este caso el humor negro esté más presente que nunca y sobrevuele esta macabra historia de amores y pasión (¿no lo son todas sus películas?), pero el sexo como novedad y la violencia como firma están tan presentes que cuesta creer que haya una unidad en el conjunto. ¿Los vampiros? Podría ser perfectamente una excusa; elegante, sí, pero excusa.
Aquí se rompen con las reglas tradicionales: ni colmillos, ni estacas, ni crucifijos. El protagonista es un vampiro que es, a su vez, un sacerdote. Su estigma viene marcado por el placer de ayudar a los demás, hecho que desemboca en su vida una serie de sucesos que le llevarán a conocer a la verdadera vampiresa de la historia, la mujer de un antiguo amigo de la infancia. Invirtiendo completamente los papeles clásicos, la perversión viene fuera del vampiro (que es virgen) por parte de una mujer casada y realmente trastornada. A golpe de sexo incontrolado, se crea una especie de historia de amor entre dos personajes tan opuestos que tenían que acabar unidos por puro dramatismo.
Pero no solo su visión particular del monstruo "chupasangre" hace de Thirst una película única. La fuerza visual con la que se imprimen las imágenes es excepcional, apasionante y extremadamente emocionante. Única es esa escena donde el protagonista sobrevuela los tejados con ella sobre sus brazos en el momento más dulce de la trama, o la potente imagen del vampiro con sotana y vendas en la cara, rezando por una recién fallecida mientras un descarado plano circular nos muestra su lengua saboreando la sangre de ésta. En ese sentido, Park Chan-wook sigue siendo el rey de la violencia bellicista, si realmente existiera ese adjetivo.
Puede que su tremenda convicción en alargar la película media hora más de lo debido, con todo lo que eso conlleva (incluyendo la pérdida de algún que otro espectador que hasta ese momento digería bien la trama), afloje el resultado final y le haga perder un poco de potencia, pero de lo que no hay duda es que estamos ante la obra de un pequeño genio que es capaz de llegar al límite con una elegancia y un estilo que muchos realizadores (americanos y europeos) quisieran para ellos.
Thirst es tan apasionada, que lo mínimo que uno puede hacer es experimentarla hasta su último segundo, ya sea riéndose, llorando o horrorizándose por lo macabro de lo que vemos ante nuestros ojos.
Lo mejor: Su dirección, bella, macabra, profunda....
Lo peor: Su táctica narrativa puede cansar.
Por Carlos Marín.
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