Crítica de "Silent Night", una de las sorpresas del año.
Por Redacción
Publicado el 16/11/2021
El genial título que tras su paso por Sitges llegará a los cines en temporada navideña
“La risa mata el miedo y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios”, decía el monje Guillermo de Baskerville en ‘El nombre de la rosa’. Detrás de esta cita, que muchos (me incluyo) considerarían pedante en el cuerpo de una crítica sobre lo último de Keira Knightley, dejadme decir: en tiempos de fin del mundo (y vaya si eso no es lo que estamos viviendo), si reírse de la muerte mata al miedo, qué puede curar descojonarse, burlarse, celebrar y emborracharse frente a la muerte definitiva del todo. Y es ahí donde clava en la diana lo último de Keira Knightley (que bromas aparte, es una estupendísima actriz), la brillante Silent Night (Camile Griffin, 2021); una joya que, a las puertas de acabarlo, ya podemos decir es una de las mejores películas del año.
Los amantes del cine romántico británico -y de las pelis de tarde- se saben el cuadro: una mansión moderna en plena campiña, nieve alrededor y un grupo de amigos y familiares viajando al ritmo de Michael Bublé (la canción es “The Christmas Sweater”, una composición hortera y absolutamente auto-consciente compuesta para la película). Son todos muy guapos, muy carismáticos y sueltan chistes a un ritmo endiablado. Son, en esencia, personajes de Richard Curtis. Van a disfrutar juntos de una estupenda cena de Navidad… con una extraña sombra alrededor. No se habla directamente de ellos, pero las pistas nos van llevando a la conclusión de lo que en realidad está pasando y, lo más importante, el plan que tienen los allí invitados.
Seré sincero, hablar de más sobre esta película sería estropear parte -pequeña, pero deliciosa- del encanto de su trama. Quedémonos en que “algo” pasa alrededor de estos personajes y ese “algo” los enfrenta a una serie de decisiones que, en otro contexto, otro lugar, otra película, serían tan serias como deprimentes. Pero el debut de Camile Griffin, que por algún motivo lleva una vida y tres hijos (los tres, por cierto, parte esencial del reparto) sin haber dirigido nada, decide celebrar. Celebrar a base de diálogos punzantes, negrísimos, llenos de vida y sinceridad. Es, en esencia, una tragedia. Pero es una tragedia divertidísima.
Se apoya en un guión afiladísimo, entregado por el reparto perfecto. Todos los personajes tienen su momento de luz, su lugar para el aplauso o la carcajada. Eso sí, es inevitable engancharse al festival que se marca el jovencísimo Roman Griffin Davis (sí, el niño de ‘Jo Jo Rabbit’ y uno de esos tres hijos de la directora). Su personaje es seguramente el más mordaz, más inteligente y, en consecuencia, el más vivo de todos los asistentes a esa cena. Antes de que el público pueda desarrollar el pensamiento él ya lo está soltando por la boca con la potencia de una bofetada en la cara. Tiene un duelo lleno de matices frente a Keira Knightley y Mathew Goode de los que no solo queda a su altura; los gana por goleada.
Catarsis colectiva, caramelo envenenado y un grandísimo ‘fuck you’ a la mismísima muerte. Eso y mucho más esconde ‘Silent Night’, que lo clava todo -incluso cuando se pone seria- como solo los hijos de la madre británica saben hacer: con sentido del humor, alcohol, música y suéteres navideños. Una mordaz visión universal a nuestros miedos colectivos y una extrañamente luminosa oda a la amistad, a la familia y al amor (y al humor) frente al horror. “No es que tenga miedo a morir”, decía Woody Allen, “simplemente no quiero estar ahí cuando ocurra”. Por el bien de todos: sigamos riendo.
Por Carlos Marín.
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