Entrevistamos a Oriol Paulo, director de "Los Renglones Torcidos de Dios"
Por Redacción
Publicado el 06/10/2022
La adaptación de la novela de Luca de Tena que este fin de semana llegará a los cines españoles
Oriol Paulo lleva a los cines Los renglones torcidos de Dios (Leer Crítica), una novela que desafía la resistencia del lector a los giros y trampantojos casi imposibles y cuya exigente narrativa ha habido que traducir de una manera específica a la gran pantalla. El director conversa en exclusiva con Aullidos sobre el proceso de adaptación al lenguaje cinematográfico, la elección de Bárbara Lennie para un papel que ya en los setenta parecía escrito para ella y la importancia de mantener vivo el debate sobre los márgenes de la salud mental en un momento en el que ha cobrado especial relevancia:
La película es la primera adaptación española de una novela con más de 40 años, ¿por qué ahora y por qué tú?
A mí me ofrecen la adaptación desde Atresmedia y Warner, que tienen acceso al título, y mi respuesta inicial es que no. Me dio vértigo. Pero era un ofrecimiento con trampa, porque luego en casa empecé a recordar la novela, lo que me fascinó en su momento el personaje de Alice Gould, visualicé a Bárbara Lennie, volví a leerla… Y empezamos a plantear cómo traer al presente esa novela de aquella España tan distinta, hacerla sentir actual y en cuanto encontramos la forma nos decidimos a dar el paso.
Y la complejidad narrativa de la novela también tendría algo que ver…
Sí, la novela en todo su esplendor da para una serie de tres temporadas. Por eso debíamos enfocar muy bien el punto de vista alrededor del personaje y viajar desde su dualidad. Yo lo que más recordaba de la novela era cómo esa mujer, avanzada a su época, desafiaba a toda una institución llegando a poner incluso al director del sanatorio contra su equipo. Hemos aprovechado mucho material de la novela y lo hemos trabajado de forma que el espectador pueda vivirlo de forma similar a cómo lo vive el lector.
A la hora de traducir "Los renglones torcidos de Dios" a una película, ¿cómo decides su género?
Los renglones torcidos de Dios podría haber sido perfectamente una película de terror, un drama social, una que recreara de una forma más explícita ese momento histórico por el que pasaba España… pero en el momento en que me la encargan entiendo que lo hacen a sabiendas de mi interés por los thrillers psicológicos, así que partiendo de ahí sólo puse dos condiciones: que los contactos con la familia de Torcuato Luca de Tena facilitaran también su aprobación a la adaptación y que Bárbara quisiera protagonizarla. Hay algunos pasajes de la novela más oscuros que están integrados en ese viaje interior de Alice, pero nos esforzamos mucho por condensar lo más relevante del libro.
Ya has dejado claro que Bárbara Lennie era imprescindible, ¿por qué?
Leía la novela y la veía a ella. No voy a defenderla como actriz porque es estratosférica, pero tiene muchas de las cualidades de Alice: la clase, la inteligencia, el discurso, la agilidad mental… y además hace muy accesibles las cosas más grandes, matiza muy bien y había algo de dualidad que sabía que podría contar. Una vez que Bárbara me dice que sí, Eduard Fernández emerge de forma natural: dos fuerzas con muchísimo ego, mucho carácter y que llevaran a pantalla esa tensión del libro.
Cada personaje está escrito para visualizar una reacción distinta a una misma fuerza: amor, fe, desconfianza, miedo… ¿Cómo planteaste su interacción?
Sabíamos que no todos los pacientes podrían estar en primer plano, así que primero tomamos algunas decisiones como fusionar dos personajes del libro en el personaje de Loreto Mauleón, que representa esa fe, por ejemplo. Primero desglosamos lo que queríamos enseñar y luego salimos a buscarlo, como con Rómulo y Remo, que son un solo actor y que trabajamos específicamente para que transmitiera ese amor maternal, la ternura, la fragilidad. Contamos con un coach que trabajara con todos los actores y figurantes para que fortalecieran esa proyección de cada enfermedad.
El trabajo de documentación ha sido importante, entonces.
Sí, hemos rescatado mucho archivo de la filmoteca, fotografías, hemos hablado con psiquiatras para que prepararan los personajes, leyeran el guion, lo contrastaran con la novela… nos hemos rodeado muy bien para que el espectador realmente sienta que está viendo una película ambientada en un sanatorio mental en 1979.
Ahora que nos invitan a naturalizar los problemas de salud mental relacionados sobre todo con nuestro ritmo de vida, ¿qué papel puede jugar una película como esta?
Puede ayudar a normalizar ciertos tabúes que siguen existiendo como por ejemplo ir a terapia, que no es nada malo: yo voy a terapia desde hace muchos años. La película transcurre en un momento de cambio social que va de la mano con ese cambio también en la psiquiatría, como metáfora de esa transformación en la forma de sentir, pensar y relacionarse. Y gracias a esa transformación todo parece mucho más normalizado, así que espero que la película ponga también su granito de arena.