Crítica de "Relic". Disponible en Amazon Prime Video
Por Redacción
Publicado el 03/02/2024
La magnífica cinta de 2020 protagonizada por Emily Mortimer
En el terror, no todo tiene que ser puro entretenimiento o el -tan mal etiquetado- “elevated horror”. Entre el espacio que deja Blumhouse y A24 se sigue moviendo un cine de género independiente, pequeño, con la intención de utilizar las herramientas del horror para canalizar aquello que desean contar. Es en ese espacio en el que se mueve Relic (Natalie Erika James, 2020), una modesta y pequeña película de terror claustrofóbico australiana que, si bien se aleja de las maneras brutas del ozplotation (o cine de explotación), sí se puede entablar en la ya extensa lista de estupendas películas de género de su país.
Kay (Emily Mortimer) y su hija Sam (Bella Heathcote) vuelven a la casa familiar tras recibir una inquietante llamada: la madre de Kay lleva días desaparecida. Esto se suma al extraño suceso que pasó en las últimas navidades, cuando la abuela casi inundó por completo la casa en un descuido. Su repentino y aparentemente inofensivo retorno será solo uno más de los síntomas que llevarán a Kay a un antiguo recuerdo, el de la casa de sus antepasados, de la que quedan poco más que las “reliquias” de las ventanas. Un viaje de terror psicológico en el que la protagonista deberá enfrentarse no solo a la pérdida escalonada de su madre, si no a un legado familiar que amenaza con esparcirse por toda la casa.
Sin grandes aspavientos o intenciones de horror, la película de la debutante Natalie Erika James se mueve a medio camino entre el fantástico y el desgarrador drama familiar. Quizás abuse un poco de la brocha gorda y sus metáforas sean de todo menos sutiles, pero es efectiva en el uso del misterio y los flashbacks para contar algo que sí tiene sentido en nuestro mundo material. Para ello se centra en un reparto principal femenino de tres generaciones, en las que las dinámicas entre personajes son clave para entender no solo la trama dramática, si no también el elemento sobrenatural.
Las claras limitaciones de producción se solventan así a través de una excelente elección de casting y de un estupendo dominio de la dirección de actores. Ellas sufren, sospechan y toman decisiones maduras, lejos de los estereotipos de personajes de terror o de las sufridoras e histriónicas protagonistas de sus coetánias. No se malinterprete, las excelentes Hereditary (Ari Aster, 2018) o Midsommar (Ari Aster, 2019) siguen en un podio inalcanzable. Solo se agradece la sinceridad de la propuesta actoral, muy en sintonía de la simpleza de la historia y de su principal temática: ver descomponerse frente a tus ojos y sin remedio a las personas que más amas.
No será plato de gusto de todos y quizás alguno arrugue la nariz por la falta de terror en prácticamente todo el relato, pero Relic es un estupendo ejemplo de cómo los códigos de lo paranormal se ajustan a cualquier historia, psicológica, física o -como en este caso- simplemente humana. Para el recuerdo quedan algunas de sus imágenes (la figura del abuelo, la humedad en las paredes y en la piel), su fresca utilización de la casa en ruinas (los momentos laberínticos son geniales) y su honestidad en unos minutos finales que, a riesgo de haber acabado en epílogo, capturan toda la esencia de lo que los noventa minutos anteriores ha querido contar. Unas últimas imágenes tiernas, terroríficas, que nos acompañan tras unos agridulces títulos finales y que repiten, como un eco, que estamos condenados a la pérdida.
Lo mejor: su fresco uso de la metáfora y simbología del género para contar su historia.
Lo peor: el centro de la película, a veces, es algo repetitivo.
Por Carlos Marín.
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