"Rebelión Lunar (Moonrise)", el anime scifi de Netflix dirigido por Masashi Koizuka

Por Redacción Publicado el 12/04/2025

Vibrante, precisa y con una narrativa que no suplica atención

En un panorama donde la ciencia ficción a veces cae en la trampa de reciclar tropos o abrumar con efectos vacíos, Rebelión Lunar (Moonrise) irrumpe como un cometa: vibrante, precisa y con una narrativa que no suplica atención, sino que la exige con autoridad. Dirigida por Masashi Koizuka y respaldada por la impecable factura de Wit Studio, esta serie de 18 episodios, estrenada en Netflix el 10 de abril de 2025, adapta la obra de Tow Ubukata con una mezcla de drama humano, acción trepidante y un trasfondo filosófico que no teme desafiar al espectador.

Desde su arranque, Rebelión Lunar planta su estandarte: un futuro donde la Tierra, regida por la inteligencia artificial Sapientia, mantiene a la Luna como un gueto opreso, desatando tensiones que estallan en un ataque rebelde. Aquí conocemos a Jacob "Jack" Shadow (Chiaki Kobayashi), un joven terrestre movido por la venganza tras perder a su familia, y a Phil Ashe (Yūto Uemura), su amigo convertido en líder revolucionario lunar. La premisa podría parecer conocida, pero la serie la eleva con una ejecución que destila confianza. No hay prisas ni alardes: el ritmo es medido, dejando que los personajes respiren y que el mundo —con sus estaciones espaciales, tecnología alquímica y paisajes lunares desolados— se sienta vivo, casi táctil.

Visualmente, es un espectáculo que no abruma, sino que seduce. Los diseños de Hiromu Arakawa, adaptados por Ayumi Yamada, dan a cada personaje una identidad que trasciende el arquetipo, mientras que la paleta de colores —vívida pero nunca estridente— evoca tanto la frialdad de la tecnología como la calidez de las conexiones humanas. Las secuencias de combate espacial, con naves que parecen danzar entre asteroides, tienen un aroma a Space Battleship Yamato y Star Wars, pero con un sello propio que las hace memorables. La banda sonora de Ryou Kawasaki acompaña sin imponerse, escalando la tensión o subrayando la melancolía en los momentos justos.

Lo que hace a Rebelión Lunar destacar es su honestidad. No se conforma con ser un pasatiempo: plantea preguntas incómodas sobre lealtad, sacrificio y el costo de la libertad, sin caer en moralinas. Jack y Phil no son héroes ni villanos; son humanos atrapados en un tablero más grande que ellos, y sus interacciones —cargadas de historia compartida y dolor— sostienen el peso emocional de la serie. El guion de Ubukata, aunque a veces denso, confía en la inteligencia del público, tejiendo un conflicto que trasciende la dicotomía Tierra-Luna para explorar cómo el poder corrompe y la resistencia transforma.

No todo es perfecto. Algunos episodios centrales pueden sentirse algo pausados, y la barrera cultural —con guiños a dinámicas sociopolíticas que podrían resonar más en ciertos públicos— exige atención. Pero incluso en sus momentos más contemplativos, la serie nunca pierde el norte. Es un viaje exigente, no un escape fácil, y eso es su mayor virtud. Como un buen ritual, Rebelión Lunar te atrapa, te sacude y te deja mirando las estrellas, preguntándote qué harías tú en un universo al borde del colapso.

En suma, Rebelión Lunar es una joya de la ciencia ficción animada: elegante, visceral y con una narrativa que no teme ensuciarse las manos. Una invitación a desconectar del ruido y sumergirse en una historia que, como la Luna misma, brilla más cuanto más la observas.