EL FARO. EN CINES EL 10 DE ENERO.


LA CALMA ANTES DE LA TEMPESTAD...

Tras años de intentar sacar adelante La bruja sin conseguirlo, Eggers recurrió a su hermano Max, que había estado escribiendo una historia contemporánea de fantasmas que tenía lugar en un faro. Robert le pidió hincarle el diente al proyecto en 2012, pensando que una historia más contenida, a menor escala, sería más fácil de hacer que La bruja.

Decidido a hacer una película de época, Eggers empezó a investigar sobre faros antiguos y se topó con una tragedia real ocurrida en 1801: dos fareros galeses, ambos de nombre Thomas, se quedaron atrapados en su faro durante una tormenta: el mayor de ellos falleció en un accidente, lo que precipitó a la locura al más joven, creyendo que le echarían la culpa y lo condenarían por la muerte de su compañero.

«No es esa historia la que cuento», dice Eggers. «Sin embargo, la idea de esos dos fareros llamados Thomas, uno más mayor y otro más joven, parecía una buena premisa para una obra de dos personajes sobre la identidad, que pudiera desarrollarse y convertirse en algo extraño, para jugar con la ambigüedad de formas emocionantes».

Escribió 15 páginas, trazando a grandes rasgos la historia y diseñando un plano para la atmósfera de la película, un elemento crucial en cualquier proyecto de Eggers. «Quería que fuese una película sucia, apestosa, táctil, rodada en blanco y negro», explica. «Una de las primeras cosas que escribí en el guion era la estipulación de que teníamos que utilizar película de 35 mm».

Pero EL FARO quedó en suspenso cuando La bruja finalmente encontró financiación y pasó a producción en 2014. Tras el arrasador debut de La bruja en el Festival de Cine de Sundance de 2015, este clásico instantáneo del cine de terror catapultó a Eggers a la primera fila de los autores más reconocidos de Estados Unidos. Tras ganar el Premio a la Mejor Dirección en Sundance, la película se estrenó despertando críticas entusiastas y el miedo de los espectadores de todo el mundo.

Con el tirón de semejante éxito, Eggers comenzó a desarrollar diversos proyectos, entre ellos un remake del clásico de vampiros Nosferatu. Pero, en último término, acabó regresando a EL FARO, intrigado por la idea de trabajar en algo con un alcance más preciso, que le permitiese tener un máximo control sobre su visión.

Eggers y su hermano retomaron el guion de EL FARO, construyéndolo desde ese crudo elemento inspirador de la tragedia del Faro de Smalls para acabar creando una historia atmosférica de dimensiones sobrenaturales y mitológicas, centrándose en la lucha de voluntades entre Winslow y Wake. La producción comenzó en 2018.



EL CASTING DE LOS FAREROS

Una vez completado el guion y asegurada la financiación para el proyecto, Eggers se encargó del casting con los únicos dos actores que podía concebir para interpretar a Efraim Winslow y Thomas Wake: Robert Pattinson y Willem Dafoe.

Tras empaparse de la investigación de Eggers sobre la cultura de marineros y leñadores de finales del siglo XIX, que incluía libros, fotografías y documentales, ambos actores comenzaron a dejarse barba y a aprender sus respectivos dialectos antes de llegar al set a principios de 2018 para comenzar el rodaje.

Durante un periodo de ensayo en Nueva Escocia, sobre el que Eggers tenía sus reservas, los dos protagonistas siguieron perfeccionando a sus personajes. «EL FARO emplea un lenguaje cinemático formal que quiero que sea consistente, así que los actores debían conocer los pormenores de las escenas por adelantado», explica. «Al igual que en La bruja, Jarin y yo teníamos en mente un trabajo de cámara muy específico. Y parte de ello requería la planificación de las escenas».

Además, como hay mucho diálogo, Eggers necesitaba que ambos actores ensayasen juntos para generar un sentido del ritmo. «Pattinson estuvo extraordinario en los ensayos, aunque el proceso le resultaba frustrante», reconoce Eggers.

Dafoe tiene a sus espaldas una larga y sustancial carrera sobre los escenarios, sumada a sus logros cinematográficos. «Se sentía muy cómodo en este ambiente, mientas que Pattinson no tanto», dice Eggers. «Pero lo mismo le sucede al personaje de Rob: no está cómodo en su ambiente. Creo que esa fricción ayudó a Rob a crear esa actuación tan intensa y transformadora. Era increíble verlo retorcerse de agonía y, de pronto, estallar furioso. Trabaja más duro que nadie, y su genialidad procede de su profunda entrega y su precisión física».

«Dafoe tiene una habilidad sorprendente para tomar una dirección increíblemente específica», comenta Eggers. «Si le pedía que dijera la segunda palabra de la tercera línea de la primera frase un poco más rápido, y que bajara todo a un tono media nota más grave, hacía exactamente eso. Y, por supuesto, sabe apropiarse de todos y cada uno de los aspectos de su papel. Es aterrador e hilarante a partes iguales. Es un auténtico maestro. Y punto».


CREANDO TODO DESDE CERO

Todas y cada una de las estructuras que vemos en pantalla en EL FARO también se construyeron de cero, por obra del diseñador de producción Craig Lathrop y su equipo. Para dar vida a la construcción protagonista del film, levantaron un faro a escala real en Cabo Forchu, Nueva Escocia, un afloramiento rocoso único de roca volcánica.

«Hicimos todos los esfuerzos posibles por conferir todas nuestras construcciones del emblemático carácter de Nueva Inglaterra. El estilo del faro es una réplica precisa de un faro de Maine aproximadamente de principios del siglo XX», dice Eggers. «Pero, al igual que en La bruja, quería que la película tuviera lugar en un lugar como de cuento, aislado y desolado, casi como sacado directamente de un libro de ilustraciones».

El complejo del faro, que vemos en un plano largo en una de las primeras escenas de la película, estaba en realidad compuesto de varios sets construidos en diferentes localizaciones: todos los exteriores los construimos en la comunidad pesquera canadiense de Cabo Forchu. Algunos de los interiores también los filmamos allí, pero la mayoría los construimos dentro de escenarios de filmación insonorizados y almacenes a las afueras de Halifax. Ya en la fase de escritura, Eggers y Lathrop tuvieron claro que faltaría espacio para maniobrar con la cámara dentro de la torre del faro, lo que animó a este último a construir el interior en un escenario de filmación insonorizado. Para el exterior, el equipo de construcción llevó a cabo toda una hazaña de ingeniería levantando una torre de más de 20 metros de altura capaz de resistir vientos de 120 km/h en lo más crudo del invierno. «Comenzamos a rodar en marzo en Nueva Escocia en un sitio en mitad de la nada», dice Lathrop. «Queríamos rodar en la época justo después del invierno, pero antes de que la primavera se instalase, cuando todo sigue en estado letárgico, sin despertar a la vida..., y eso implicada que el proceso de construcción fuera en pleno invierno».

Durante la construcción del faro, el equipo tuvo que parar cuando la bruma marina comenzó a azotar el enclave durante una tormenta, dejando la estructura cubierta de hielo. Tres borrascas del noreste pasaron por Cabo Forchu durante diversas etapas de la producción, y el faro aguantó en pie.

«La luz del faro en la película es mucho más brillante que la del quemador de queroseno que hubiera habido realmente a finales del siglo XIX», dice Eggers. «En definitiva, creamos un faro funcional capaz de alumbrar a 25 km de distancia».


CEGADOS POR LA LUZ

Para hacer realidad el preciso estilo visual de la película, Eggers volvió a contar con el director de fotografía Jarin Blaschke, que rodó La bruja con unos memorables tonos oscuros y sombríos. «Evocador» se convirtió en la palabra clave para la estética del film, donde el celuloide en blanco y negro Double X ocupó un lugar privilegiado en la visión de los cineastas para EL FARO.

Eggers y Blaschke decidieron utilizar una proporción de 1.19:1, un encuadre casi cuadrado que cineastas como Fritz Lang o G.W. Pabst usaban en los primeros años del cine sonoro. Blaschke, experimentado fotógrafo, se sintió cómodo con el formato, que había usado en fotografía.

«En esta película, los espacios están pensados para que resulten cerrados. Es una película más de primeros planos que La bruja, lo cual es una forma estupenda de mostrar en pantalla los increíbles rostros de Robert Pattinson y Willem Dafoe», dice Blaschke. «La idea de la pantalla panorámica surgió en los años 50, y nosotros queríamos llevar a la gente más atrás en el tiempo».

Blaschke rodó con la cámara Panavision Millennium XL2, complementada con antiguas lentes Baltar diseñadas en los años 30, que tienen muchas características únicas. «Si tienes ventanas iluminadas, brillan un montón», explica Blaschke. «Los cielos también brillan mucho, el agua titila más y los tonos de piel se suavizan».

Para realzar la imagen y hacer que se pareciera a las primeras fotografías, Blaschke usó un filtro de color cian personalizado fabricado por Schneider Filters que imita el aspecto y el efecto del celuloide ortocromático de finales del siglo XIX. «Quería esa textura extra, el mismo aspecto de un celuloide que no hemos visto en 100 años», indica Blaschke.


UNA SINFONÍA DE INQUIETUD

Básica para el evocativo diseño de sonido de EL FARO es la retumbante sirena de niebla, que se oye al comienzo de la película e instaura el tono para el ominoso e incesante calvario que está por llegar. Para Eggers y el diseñador de sonido Damian Volpe fue fundamental encontrar la sirena de niebla adecuada.

«Nuestra sirena debe enloquecer al público durante la película», asegura Eggers. «El personaje de Dafoe también habla mucho, y hay una tormenta atronando durante gran parte del metraje. Es un delicado equilibro con el diseño de sonido porque no quieres que los espectadores abandonen la narración —o el cine— por sobrecarga sensorial, pero si no tenemos un paisaje de sonidos efectivo, la película no funciona».

Volpe acudió a J. J. Jamieson, un artesano de las islas Shetland (Escocia), que realiza tutoriales en YouTube sobre mantenimiento y uso de sirenas de niebla, para grabar una que fuera fiel a la época. Usando las grabaciones de Jamieson, Volpe manipuló el sonido y creó una sirena que resulta ominosa, inolvidable y única para la película.

Para crear otros efectos de sonido del film —como gaviotas, maquinaria industrial, lluvia, truenos, viento, oleaje, crujidos de suelo de madera, el tictac de un reloj, escapes de vapor, flatulencias y pasos sobre las rocas—, Volpe realizó grabaciones cerca de su casa en la ciudad de Nueva York. Visitó un faro en el Cabo Cod, donde grabó el ambiente y el sonido de pasos, y cavó una tumba para capturar el sonido de las paladas en la tierra. Finalmente, colocó pequeños micrófonos dentro de caracolas para capturar los disonantes sonidos del viento y el mar que dominan el paisaje sonoro de THE LIGHTHOUSE en cada plano.


LA BANDA SONORA DE LA APRENSIÓN

Para crear la atonal e intensa música de viento metal para la película, Eggers contó con Mark Korven, colaborador habitual que cambió la chirriante música de cuerdas de La bruja por algo que era más tradicional y experimental al mismo tiempo.

«Buscaba una banda sonora aleatoria que realizara guiños a la música griega antigua», explica Eggers. «Quería quitar énfasis a las cuerdas y centrar la atención en el cristal e instrumentos de viento, como trompas y gaitas. Necesitaba que sonara como el mar. Pero fui demasiado lejos y me di cuenta, gracias a la ayuda de mis colaboradores, que necesitábamos elementos que también recordaran a las bandas sonoras de las películas antiguas, así que hay un guiño a Bernard Herrmann».

Después de ver material en bruto de la película, Korven puso en el centro de su música a los instrumentos de viento metal, acompañados de efectos de frotación, que consiguió arrastrando una maza de madera con una goma en su extremo a lo largo de varias superficies, como madera y cristal.

También están presentes en la banda sonora instrumentos como una armónica de cristal, diseñada para reproducir el sonido que se crea al pasar los dedos mojados sobre copas de cristal, y un waterphone, también llamado arpa oceánica, que consiste en un recipiente de acero inoxidable con varillas de bronce alrededor del borde que produce un sonido vibrante y etéreo cuando se toca con un mazo de fricción.


LUCHANDO CONTRA LOS ELEMENTOS

El equipo de EL FARO rodó durante 32 días en marzo y abril de 2018 al sur de Nueva Escocia, repartiendo el rodaje entre los exteriores en Cabo Forchu y los platós interiores cerca de Halifax. Las frías aguas del Atlántico, el intenso viento y la falta de vegetación que sirviera de protección en Forchu hicieron que actores y equipo técnico estuvieran expuestos a los elementos durante todo el rodaje.

«Era una localización difícil; era un clima extremo y nos helábamos de frío», recuerda Eggers. «Como un día dijo ominosamente nuestro coordinador marítimo, el capitán William Flower, durante la preproducción, golpeando una mesa con las manos: “¡Ha habido gente que ha muerto en Cabo Forchu!”».

Además de tener que lidiar con tormentas de verdad, los intérpretes tuvieron que vérselas con viento y lluvia suplementarios. «No es agradable estar a cero grados centígrados vestidos con pesados chubasqueros y con la lluvia y el viento soplando a través de Cabo Forchu».

«Fue duro para los actores», asegura Eggers. «El papel de Robert era más exigente desde el punto de vista físico, mientras que el de Willem lo era verbalmente. Pero cada uno se llevó su parte de miseria física. Todos lo hicimos».

Tras los 32 días de rodaje, Eggers y un equipo mínimo de técnicos filmaron gaviotas entrenadas, que aparecen en varias escenas clave en la película. «No tenía ni idea de lo listas que son. Son capaces de lleva a cabo muchas acciones complejas en una sola toma –aunque trabajar con animales nunca es fácil», concluye el director. «Puedo enfrentarme de nuevo al mal tiempo. Pero creo que ya he tenido suficiente dando a gaviotas y cabras papeles importantes».


CRÍTICA DE 'EL FARO'

Existe una constante en la literatura Lovecraftiana que es tan predominante como los tentáculos, las estrellas y los sueños: el mar. Quizás esta sea una de las claves por las que The Lighthouse (Rogert Eggers, 2019) conecte en el imaginario colectivo como adaptación apócrifa del genio de Providence; enigmas que surgen de lo profundo del océano, leyendas, supersticiones de marineros y una costa capaz de mermar a golpe de oleaje la cordura de sus protagonistas.

Finales del Siglo XIX. Una isla en mitad del océano. Un faro. Y las dos personas que lo cuidarán durante las próximas cuatro semanas: el veterano farero Thomas Wake (Willem Dafoe) y el joven y novato Ephraim Wilson (Robert Pattinson). La relación entre los dos trabajadores, tensa desde el primer día, se verá absorbida por una espiral de alucinaciones, locuras y leyendas del alta mar. ¿Por qué Wake no deja a Wilson acercarse a la luz del faro? ¿Qué significa ese extraño objeto grabado en marfil con forma de sirena? Y, lo más importante: ¿son estos dos hombres lo que en apariencia parecen o hay algo más?

El constante de las olas, el sonido de la bocina del faro, las alucinaciones… Eggers atormenta al espectador como lo hace con sus protagonistas, algo parecido a un gotero que desgasta a pequeños pasos el cráneo, buscando la manera de llegar a lo profundo de sus mentes. En ningún momento la película se plantea tratar una mirada objetiva, ni siquiera se preocupa de entregar respuestas. La relación de estos dos hombres, juntos prácticamente el noventa por ciento del metraje, y la pérdida del a cordura son los verdaderos ámbitos de interés del realizador.

Para ello arrincona la imagen en un precioso formato 4:3 y se adentra con uno de los trabajos de fotografías más apabullantes del año. Complementa con elementos recurrentes (la niebla, las gaviotas, la tormenta) por el que se materializa con raíces en literarias, ya sea el mencionado H.P. Lovecraft o el relacionado Joseph Campbell. El realizador de Nueva Inglaterra impregna el celuloide de una atmosfera particular, malsana, con una textura intocable y un control del lenguaje visual muy deudor del cine europeo del siglo XX (el Vampyr de Dreyer, el Fausto de Murnau, el Iván de Tarkovsky…).

Pero su rico imaginativo y su potencia visual no serían nada sin las dos verdaderas estrellas de la función: Dafoe y Pattinson, que se marcan un duelo interpretativo estrafalario, teatral, por momentos incluso paródico. Los diálogos, fieles al inglés marinero de la época, se convierten en largos y enrevesados insultos, entregados generalmente en un punto medio de rabia, asco y musicalidad. Verlos trabajar es ser testigo de su pérdida de cordura, entregándose al abismo que les ofrece su director sin ningún tipo de miedo o conciencia. Su grandilocuencia y teatralidad son fascinantes, al igual que la decadente relación sobre la que sustentan su amistad/enemistad y por ende a toda la película. Especialmente brillante Robert Pattinson, plantando cara a un monstruo imparable como Dafoe en un verdadero “derby” de interpretaciones.

Apoyado por la cada vez más suicida A24, The Lighthouse irritará sin duda alguna a aquellos que ya les parecieron insoportables los métodos y tempos de La Bruja. Y es que este Robert Eggers juega aún más duro que en su (brillante) ópera prima: sin trama ni género, la película es en realidad un precioso navío devorado por la tormenta; es excesiva, no tiene rumbo, apabulla y carece de ningún tipo de piedad. Es fascinante. Es obsesiva. Es grandilocuente. Es, en resumen, una de las películas más inclasificables, absurdas e hipnóticas del año.

Lo mejor: el duelo interpretativo de los protagonistas.

Lo peor: su atrevida falta de decisión por un género le pasará factura.

Por Carlos Marín.