Un Lugar Tranquilo 2 » Crítica

Por Manuel Mañero

En 2018 -el último gran año del cine de terror-, Un lugar tranquilo despedazó todas las expectativas colándose en no pocas listas de candidatas a premios importantes, algo tradicionalmente al alcance de muy pocas películas de género. Estuvo nominada en los Oscars, BAFTA y Globos de Oro y fue incluida entre las diez mejores películas del año por la National Board of Review, el sanedrín de los críticos neoyorkinos. Su rendimiento económico está fuera de toda duda -recaudó en todo el mundo más de diez veces lo que costó- y la entusiasta reacción del público, en parte por su original idea de guion y en parte por su cuidado y elegante montaje de producción -que convierte la claustrofobia en una experiencia inmersiva- la terminó de elevar al museo de la fama del cine moderno. Y todo ello tratándose de un descarado survival postapocalíptico con monstruos.

Con todo esto sobre la mesa era inevitable que Un lugar tranquilo se abriera a un horizonte ilimitado. Su secuela directa, que cambia a John Krasinski por Cillian Murphy mientras mantiene a Emily Blunt de protagonista -bien rodeada por sus dos niños, cada vez más relevantes en la trama- ya nos sitúa en un mundo devastado en el que todos los monstruos caídos del cielo aguardan su oportunidad, insaciables. Un mundo en el que el silencio es la vía para la supervivencia, un mundo que se camina descalzo y en el que una voz más alta que otra puede significar la muerte en el peor de los casos y una atroz persecución en el mejor. Como metáfora del gran guiñol que transitamos es perfecta, y seguro que esta sobreinterpretación de la idea central de Un lugar tranquilo ha contribuido, aunque fuera por accidente, a su rápida absorción como película generacional.

Aunque a grandes rasgos pueda parecer -y a ratos lo es- la misma película, Un lugar tranquilo 2 suma una diferencia fundamental a la primera: la naturaleza de los monstruos está perfectamente integrada en el mundo que han destruido y que de facto dominan. Es decir, esa desesperación nacida del entendimiento de una nueva especie superior da paso a nuevas amenazas interespeciales, es decir, entre los supervivientes: el hambre, el pillaje, la inmisericordia o la peor de todas: la desconfianza. Por supuesto nada de esto añade muchos nuevos argumentos al cine de terror distópico, cómodamente anclado en estas historias circulares de supervivencia, persecución y el hombre como lobo para el hombre. Con estas premisas se han prolongado sagas interminables, y si todo va como se pretende, la de Un lugar tranquilo va camino de las cuatro películas -hay un spin off y una tercera parte en desarrollo-.

Emily Blunt vuelve a estar portentosa en el papel de superviviente alfa, pero se echa en falta algo de imaginación en el desarrollo de los desafíos. La falta de ideas la suple de nuevo un trabajo inmenso en fotografía y montaje de sonido, alternando otra vez el estruendo del mundo real con los silencios acompasados del lenguaje de signos, ahora un vehículo de subsistencia y una alternativa a la muerte. El bebé nacido en la primera película, que cruza la secuela en una caja con oxígeno asistido para que sus llantos naturales no los delaten, es la viva imagen de la terquedad del hombre por hacerse oír en un escenario inmenso que podría ignorarle. Y de nuevo, la preparación de los espacios cerrados, los crujidos y los ruidos a destiempo es tan nítida y potente que transmite a la perfección esa extrañamente estética idea de la ansiedad. Si la saga funciona, nada impedirá que este planeta de figuras vulnerables -me refiero a los monstruos- nos acompañe por muchos más años.

Lo mejor: Es otro ejercicio técnico medido decibelio a decibelio, deliciosamente montado y que hace partícipe al espectador de un terror asfixiante sin par en la agenda. Deshumanizar a la otrora especie dominante abre muchas opciones.

Lo peor: Al ser casi literalmente una continuación de la primera queda la sensación, algo tramposa, de que podría haberse evitado. Cierta inverosimilitud en escenas puntuales le restan épica.

Por Manuel Mañero.

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