Todos Gritamos Por Un Helado » Crítica

Por Rubén Pajarón

"Aquí todos flotan, tú también flotarás", perjuraba el malvado Pennywise en sus despedidas por el desagüe al "Club de los Perdedores" en "IT". Y parece que el Devorador de Mundos de King no iba desencaminado. El nuevo milenio ha reflotado de las alcantarillas la inquietante figura del Payaso Psicótico, en ejemplos como "Final Draft", "Drive-Thru", "Fear of Clowns", "100 Tears" o "Dead Clowns".

Sin embargo Tom Holland, padre de Chucky, se aleja del "Prototipo Gacy" para retomar los hilos del Payaso Sobrenatural, que aterrorizaba en clásicos como "Poltergeist", "Killer Klowns" y la mencionada "IT", de la que de hecho toma prestados varios detalles.

Aquí no hay Pennywise, pero sí un demacrado y vengativo Cheery Tyme, no hay "Club de los Perdedores", pero sí una "Pandilla de Westside". Y aunque la historia se desarrolla en el presente, también intercala flashbacks del pasado, para ver la infancia de los protagonistas, y su relación con Buster Dockins, un vendedor de helados retrasado disfrazado de payaso al que adoraban los niños, que se hacía llamar Cheery Tyme.

Tras acordar una gamberrada que acabó con la vida de Buster, el grupo de amigos se disolvió, hasta que el funeral de uno de ellos los reunió de nuevo años después. La vieja canción del payaso (que da título a la película) resuena con un eco pesadillesco en lo profundo de la noche, los hijos de los protagonistas acuden hipnotizados a la espectral furgoneta multicolor de Cheery Tyme, una macabra revisión del flautista de Hamelín, que regala helados mortíferos a los niños para que inconscientemente maten a bocados a sus padres.

La analogía con IT es palpable, quizás por el apego de Holland a Stephen King en sus últimos años, tras sus adaptaciones consecutivas de "Langoliers" y "The Thinner". Incluso nos regala secuencias de un Plymouth Fury rojo de 1958 saliendo de la niebla, que hará que muchos recuerden Christine, aunque realmente esté adaptando un relato de John Farris.

La película no hace alarde de efectismos ni trucos visuales modernos, su realización es sencilla y efectiva, e incluso se guarda momentos realmente conmovedores, como la muerte de Buster, o espeluznantes y grotescos, como la desintegración de Virgil en una masa de helado. La parte negativa se la lleva la historia, que resulta demasiado simple y típica como para encima permitirse la repetición excesiva de escenas, que condenan la película peligrosamente al borde del desinterés, y por consiguiente, del aburrimiento.

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