Los psicópatas inteligentes y el cine de terror





Los villanos son el motor de casi cualquier película. El propio Hitchcock vinculaba el éxito de un film con la calidad de su villano (algo que tiende a cumplirse salvo quizá en el cine de acción ochentero, donde muchas veces prima más el carisma del héroe, y en las películas que siguen ese patrón). El villano lleva el peso de la historia, su acción impulsa el argumento, y si está bien escrito, tiene potencial para robarle la película al héroe. Pero, ¿debe ser un personaje inteligente? En teoría sí, diría el sentido común. A mayor inteligencia, mayor conflicto creará y más difícil se lo pondrá al héroe de turno. Aunque esto, claro, dependería del género, pues, como siempre, el cine de terror es especial.

En cierto modo, el género de terror funciona muchas veces como si viviera en su propio universo, acogiéndose a unas reglas propias, a un tipo de personajes muy estereotipado, y a unos lugares comunes reiterativos. Lo cual, por otra parte da pie a que se desencadenen cierto tipo de argumentos, sobre todo en las películas de género de los años 70 y 80. El cine de terror se construye sobre malas decisiones de los personajes, decisiones autodestructivas (casi darwinismo social) como subir por la escalera al huir en vez de escapar por la puerta principal, separarse el grupo para “cubrir más terreno”, irse de vacaciones o a trabajar a ese lugar tan “bonito” en el que cíclicamente hay oleadas de asesinatos, viajar a través de carreteras secundarias olvidadas y caminos medio abandonados perfectos para cualquier asalto, frecuentar la compañía de personajes que parecen tener escrita la palabra “psicópata” en la cara, comprar esa casa tan barata construida sobre un lugar maldito, etc… Es por ello, que con demasiada frecuencia el género no requiera de un villano inteligente para dar caza a personajes que de hecho, no lo son. Y habría que recordarles a los guionistas de terror que tener personajes estúpidos no implica requerir un guion estúpido, pero eso es otra historia….

En las películas de zombis, por ejemplo, puede apreciarse que la estupidez es más peligrosa que los muertos vivientes. Los zombis, aunque masivos, son fáciles de esquivar y matar, tienen muchas limitaciones físicas, están descoordinados entre ellos…. Pero las disensiones entre los escasos grupos de supervivientes, la codicia y la envidia (véase como botón de muestra cualquiera de Romero) o la “clásica” torpeza (el final de la divertidísima “El regreso de los muertos vivientes”) acaban siendo letales para los vivos y dan su oportunidad a los muertos de darse un festín de cerebros.

Resulta una gran ironía por ello, que el género de terror, que muchas veces necesita grandes dosis de estupidez en sus personajes para que muchos de los argumentos funcionen (ya sean bañistas atontados que se van a la playa infestada de tiburones/pirañas/barracudas/etc, o campistas borrachos que serán pasto del matarife local), ese mismo género, sea capaz sin embargo de producir a muchos de los villanos más astutos e interesantes del cine. Por ejemplo, tenemos monstruos clásicos de gran inteligencia y complejidad, en especial no muertos con siglos de experiencia como el carismático Conde Drácula de Bela Lugosi o el trágico Imhotep de Boris Karloff, o bien astutos demonios (Damien de “La Profecía”, el Leland Gaunt de Max Von Sydow en “La Tienda”, Azazel de “Fallen”, Pinhead de "Hellraiser”), o incluso invasores con voluntad de exterminar a la raza humana (el Hombre Alto de “Phantasma”, “La Cosa” de John Carpenter). Todos ellos son sobrehumanos y habitualmente de longevidad antinatural, todos grandes amenazas. Podrían dar para una interesante monografía, pero el objeto del artículo son los “simples” humanos, los psicópatas sin poderes, cuya mayor arma es su cerebro, su retorcida mente y su mala leche.

Los psicópatas cinematográficos, en su máximo exponente, tienden a ser individuos de gran frialdad, agudo ingenio, absoluta crueldad y desprecio por la vida, a los que Hollywood acostumbra a dotar de un carisma, una simpatía y un estilo especial, y que incluso pueden ser papeles de lucimiento interpretativo, codiciados por las estrellas. La mayor parte de los personajes que veremos o requirieron de alguna estrella consagrada especialmente carismática para interpretarlos, o bien directamente catapultaron a la fama a actores desconocidos que tuvieron el carisma, el valor (y la suerte) de conseguir el papel. Así, veremos a Anthony Hopkins, Bela Lugosi, Boris Karloff, Vincent Price, Peter Cushing, Sharon Stone, Robert De Niro, Robert Mitchum, Jeffrey Combs, Ellen Page o Robert Englund, entre otros, dar lo mejor de sí mismos para hacer lucir a tan interesantes personajes.





En el presente artículo nos centraremos en algunos de los asesinos humanos más astutos e ingeniosos que ha engendrado el cine de terror, así como el fantástico y el psycho-thriller, sus géneros hermanos, y veremos sus complicados planes y astutos crímenes (con abundancia de SPOILERS, cabe destacar). Veremos desfilar en las páginas siguientes a diabólicos triunfadores con inclinación a matar al prójimo para divertirse un rato, a individuos de apariencia gris que resultan ser peligrosos lobos con piel de cordero, e incluso a justicieros con un sentido retorcido de la justicia y el castigo. Todos ellos “bendecidos” con una inteligencia superior, y una notable capacidad para fastidiar al prójimo. Irónicamente, pese a su naturaleza diferente, habrá muchas coincidencias en su modus operandi y su estilo, como comprobaremos.

El muestrario va desde el cine mudo (“El gabinete del Doctor Caligari”) hasta el cine más reciente (“Perdida”, de lo mejorcito en estrenos del 2014), siendo la mayor parte de los títulos clásicos por derecho propio, aunque también hay lugar para dos películas recientes relativamente desconocidas (“Would you rather” y “The last showing”).

La selección podría ser más amplia, pero los existentes son una buena muestra de diabólica astucia psicopática. La idea ha sido dar una visión ecléctica, con personajes de orígenes, estilos y épocas muy variados y el denominador común de su mente privilegiada. Hay psicópatas muy clásicos como Harry Powell o Max Cady (entre los que podrían haber estado el Dr. Mabuse o el asesino de “Murders in the zoo”, por mencionar a ausentes por motivos de espacio); Hay hasta villanos del terror clásico de la Universal (no los monstruos clásicos, que juegan en su propia liga, por así decirlo, lo que impidió la presencia del Fantasma de la Ópera); Aparece también algún que otro asesino ochentero (bien habría cabido el Dr. Decker de David Cronenberg de “Razas de la noche”); También hacen acto de presencia, cortésmente, psicópatas de la gran oleada del psycho thriller de los 90, como Hannibal Lecter, Catherine Tramell y John Doe, o personajes recientes, tales como John Kramer o Amy Dunne (podrían haber entrado los asesinos de “The Collector” o “Wolf Creek”, gracias principalmente a su secuela, o la asesina de “La huérfana”), y científicos locos de cine clásico y contemporáneo, buscando no a cualquiera de ellos, sino a los que dan el perfil de psicópata, y su locura y crímenes son tan interesantes o más que sus experimentos (aquí habrían encajado bien, además de los presentes, el Doctor Moreau de Charles Laughton, el Dr. Freudstein de “Aquella casa al lado del cementerio” o el personaje de Lionel Atwill en “Man Made Monster”).

Sólo se transgredirá la norma de “no poderes” en la Mención Especial Final, que se referirá a cierto famoso psicópata ochentero de dilatada carrera en vida, y que adquirió su poder después de muerto, bastante aficionado a los guantes con cuchillas y a las salas de calderas, y que, como comprobaremos, no tiene un pelo de tonto.

Bienvenidos a la mente de algunos de los psicópatas más astutos y maquiavélicos, y que disfrutéis el viaje.