Crítica de "Archenemy". El director de "Daniel Isn´t Real" decepciona en su nuevo trabajo.
Por Redacción
Publicado el 10/10/2020
Pese a un entregado Joe Manganiello el resultado final está muy lejos de la ópera prima de su director
Es de cajón que el cine de superhéroes se debe reinventar. Como pasó con el western, los géneros populares se explotan al máximo y antes de morir tienden a buscar nuevos ángulos: crepusculares, europeos o post-modernos. Ahora, en tiempos en los que muchos se preguntan cómo superar el nerdgasmo de la última Vengadores, aparecen propuestas como las de Archenemy (Adam Egypt Mortimer, 2020), una fantasía interdimensional de bajo presupuesto que pretende desencriptar los códigos sobre los que se construye la figura del héroe.
Joe Manganiello, al que Henry Cavill le quitó el papel del nuevo Superman, es (atención) Max Fist, el héroe de la futurista ciudad de Chromium. Un accidente interdimensional, provocado por su archienemiga Cleo, lo traspasará a nuesto universo. El problema es que en este lugar Max no tiene sus poderes, o eso dice él, porque nadie está seguro de que este vagabundo borracho sea un héroe de otra dimensión. Su cruce con un potencial influencer y los problemas con una trama de tráfico de drogas pondrán a prueba la verdad de sus palabras, obligando al mismísimo Max Fist a convertirse en un héroe sin poderes en nuestra cruda realidad.
Recuperando las maneras por las que miles de ojos se posaron con él (hablamos, como no, de la genial Daniel Isn’t Real), Adam Egypt Mortimer intenta repetir jugada con la subversión de otro subgénero, en esta ocasión el del ‘actioner’, la ciencia-ficción y los superhéroes. El sello de colores cromados, granates nada disimulados y grandes angulares vuelven a hacer particular presencia en la obra de un realizador con gran talento visual. Sin embargo, y al contrario que aquella, las costuras quedan totalmente visibles por una falta notable de presupuesto, mal solucionado a golpe de montaje sin control.
La película es, lamentablemente, dispersa y descentrada. Sus subtramas tardan en llegar a buen puerto y parecen películas desconectadas, distintas. Las escenas se alargan de manera alarmante -cierto momento con un drogadicto y su pistola es incomprensible- y cuando realmente parece formarse su centro, alrededor de casi una hora de duración, las posibilidades de reconexión son mínimas. Manganiello está estupendo, marcando su interpretación con una voz rota y una desesperación dignas de este supuesto héroe caído. Pero cuando por fin se dejan ver sus dotes de acción el talento de Egypt Mortimer se acaba ocultando en escenas de acción contadas en off, a excepción de una muy interesante pelea a cámara lenta que acaba sabiendo agridulce por ver lo que podría hacer alguien con su visión con recursos dignos.
Los excelentes momentos de animación, entre Jodorowsky y Jack Kirby, contrastan con un mundo digital que nunca acaba de despegar. Ni su ambigüedad sobre la naturaleza del héroe ni su relación con el dúo de hermanos protagonista forman una base suficiente para hacer de ésta Archenemy la subversión del género que promete su premisa. Es una película atada en corto, qué ironía, por la pura realidad de su producción. Como si en otra dimensión existiera una versión de presupuesto medio y apoyo de estudio independiente, lejos de este mundo en el que directores con talento deben aceptar que sus poderes, que en la otra dimensión eran titánicos, se desvanecen como el humo al contacto de nuestra triste realidad.
Lo mejor: un Joe Manganiello totalmente entregado a la causa.
Lo peor: un montaje disperso que lejos de ocultar sus costuras las deja aún más a la vista.
Por Carlos Marín.
Más:
Festivales
- Criticas
- Sitges 2020