Crítica de "Las Brujas". Prácticamente un calco escena a escena del título de los noventa.
Por Redacción
Publicado el 27/10/2020
Robert Zemeckis realizar una nueva e insípida adaptación de la obra de Roald Dahl que llega este fin de semana a los cines
Se suele decir que no hace falta arreglar lo que no está roto, advertencia de especial relevancia en una época en la que las ideas originales caen con cuentagotas. Entre sagas interminables, spin-offs, precuelas, remakes -revisiones casi literales de una película- y reboots -reinterpretaciones libres- la industria del cine disimula una acuciante crisis de ideas probablemente histórica, a la que obviamente no ayuda el estado de desesperanza global. Muchas de estas películas que completan cartelera y ocio pasan de largo por las críticas coleccionando ojos en blanco, bostezos y alguna cabezadita piadosa. Pero como habitualmente los números acompañan, su mundo sigue rodando.
Lo que ocurre con el remake de Las Brujas de Roald Dahl que ha dirigido Robert Zemeckis -y producido por Guillermo del Toro o Alfonso Cuarón- es que todas las novedades que añade a la adaptación de 1990 son superfluas o extremadamente publicitarias, sin que ninguna de ellas impacte realmente en el resultado final de la película. Es, casi escena por escena y diálogo por diálogo un calco del icono noventero, y aunque eso no tiene por qué degradar necesariamente su utilidad, sí es cierto que en el durante y el después del visionado uno percibe una laxitud creativa que es casi deprimente, no en lo que respecta a esta película sino al espacio que ocupa en el calendario de estrenos. No en vano, Las Brujas de Zemeckis han ido a VOD directamente en Estados Unidos.
La historia es pues conocida: un niño huérfano repentino queda al cuidado de su abuela -aquí una Octavia Spencer de capa caída desde Hidden Figures (2016)-, quien en cierto momento advierte al muchacho sobre la existencia de las brujas, demonios en cuerpos de mujer que odian irremediablemente a los críos. Diferentes acontecimientos sitúan al chico en mitad de un aquelarre forzoso que se libra con extraordinarias consecuencias, persecuciones, maldiciones, etcétera. Como la película no añade capas originales, las referencias de esta versión son igual de cristalinas que las de la adaptación de hace 30 años, con la diferencia de que los diseños y efectos de aquella llevaban el sello nada menos que de Jim Henson, quien murió una semana antes de su estreno.
Otra batalla históricamente desigual es la que libra Anne Hathaway como lideresa suprema de las brujas con el recuerdo de la inigualable Anjelica Huston en la versión primera. Cierto es que la primera deja una retahíla interpretativa que para nada desentona con el desarrollo demoniaco de unos FX inspirados en terror puro: garras, brazos que se extienden como ramas de un árbol maldito, voces guturales, sonrisas burlescas que parecen sacadas del cajón de ideas de Junji Ito. Sin embargo, todo el derroche de Hathaway es tan excesivo que resta impacto de manera completamente natural a lo que en condiciones normales debería pasar por terrorífico. En este sentido, el hieratismo extranjero y por supuesto la transformación final del personaje de Anjelica Huston también se imponen con mucha diferencia.
Esta nueva versión de Las Brujas, entiéndase, no es un producto maldito. Hace gala de un espíritu de película de aventuras infantil suficiente e incluso en algunos tramos amaga con oscurecer aún más aquella versión que en los noventa no tenía por qué arriesgar con los canones contemporáneos del género. Desgraciadamente, su rigidez a la hora de refrescar la versión de Nicolas Roeg eleva cierta neblina respecto a lo que quizá podría haber sido -en su momento Guillermo del Toro estaba interesado en hacer una película stop motion- y definitivamente no ha podido ser, algo que en los tiempos que corren no ayuda a conjurar el desánimo.
LO MEJOR: La edición de la primera mitad de película es sorprendentemente oscura y no escatima recursos para acercar esta versión a una adaptación más tenebrosa.
LO PEOR: Anne Hathaway pone demasiado de su parte para no desmerecer a Anjelica Huston y, claro, pincha en hueso. La película es un calco prácticamente escena a escena de la adaptación de 1990.
Por Manuel Mañero.
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