Crítica de "Háblame", el notable (y muy disfrutón) debut de los hermanos Philippou
Por Redacción
Publicado el 07/08/2023
Este viernes llega a los cines de nuestro país una de las sensaciones del año
Nacida en Sundance, criada en el SXSW y tutelada por A24, que prácticamente extendió un cheque en blanco por sus derechos de distribución, "Háblame" (Talk to me) apuntaba directa a la gran revelación del terror de 2023. Y sería insensato anticipar que se ha quedado por el camino, con algo menos de medio año por consumir. El debut de los gemelos Philippou, dos youtubers australianos aclamados entre otras cosas por su, digamos, laxa percepción de ciertos límites, no desmerece la fama que les precede. "Háblame" picotea de los grandes temas del momento, algo ya emblemático en el terror australiano, ofreciendo un resultado muy compacto a medio camino entre el puro drama y el horror más epidérmico y disfrutón con el que suele celebrarse la generación a la que busca concentrar.
En "Háblame" concurren de nuevo pérdida, transmisión hereditaria, referentes familiares difusos y salud mental. Referentes nos salen a patadas sin salir del país y sólo en la última década, desde ‘Babadook’ (2014) a la recentísima ‘Run rabbit run’ (2023) pasando por ‘Relic’ (2020). En algunos tramos son cristalinas las referencias a hitos del género contemporáneo: tenemos fiestas de mayores a las que se cuelan hermanos pequeños, gamberradas adolescentes pasaditas de rosca, nostalgia explosiva y también un regusto nihilista, que en este caso queda consagrado en la elocuente plasticidad con que el mundo de los vivos incorpora al de los muertos a sus rituales paganos.
Mia (Sophie Wilde) no termina de desentrañar los motivos de la pérdida de su madre hasta que por accidente el hermano de su mejor amiga contacta con ella en una sesión de espiritismo sui generis, cuya razón de ser es mejor dejar al descubrimiento del espectador. El tribalismo con que esa juventud tan heterogénea que resulta ser la australiana se arracima en torno a lo caótico deviene, lógicamente, en horrores tangibles. El énfasis en viralizar lo extraordinario, en este caso los contactos con el más allá y las micro-posesiones (en píldoras de 90’’, según los expertos el tiempo máximo que debería durar un buen vídeo viral) de los protagonistas, es pura visualización de una época que promueve la desconexión con el pasado y su desprecio. La naturaleza creativa de los directores, seguro, tiene mucho que ver en esa visión anárquica pero costumbrista de lo efímero.
Una vez saltado el umbral de lo desconocido e incorporado el via crucis de los errantes al ocio de los chicos, adictos a estas conexiones como a una droga de diseño (y la metáfora es cristalina), emergen los conflictos derivados del macabro culture shock. Resulta que si el estado mental de los intervinientes vivos colapsa buscando razones al mundo de los muertos, desangrándose a través de heridas -traumas- por cerrar, éstos tienen bastante más fácil pasar al otro lado y determinar autolesiones, muertes fatídicas y accidentes. Y ahí es donde Háblame abre la puerta, nunca mejor dicho, no sólo a la interpretación del frívolo estado agnóstico del mundo, sino también a todo un ciclo de experiencias en vida que nos acercan al violento, por desocupado, fondo infinito del inframundo.
‘Háblame’ es muchas cosas, pero sobre todo una película de terror felizmente desacomplejada. Levanta una bella y sutil historia de superación imperfecta sobre secuencias de implacable factura que revelan el estrés por rehacerse y luchar contra lo inevitable. Que en nuestra batalla por mantenernos a flote nos abandonemos a lo lúdico y esto nos haga perder el enlace moral provoca también alcances desagradables en el entorno, que ni sabemos ni podemos anticipar. Y así es como los hermanos Philippou se han sacado de la manga un notable ejercicio de vitalismo en suspensión, amortiguado por esa consecuencia de la tristeza que es el horror íntimo, sin escatimar, por cierto, en sangre, sustos a diferentes intensidades y una cínica ironía que es ya marca indeleble de nuestro tiempo.
LO MEJOR > El tropo de la visualización del conflicto entre vida y muerte a través de lo irresoluto, pero sin rodeos y revelando una crudeza que respeta cierta verosimilitud.
LO PEOR > Algunas explicaciones descabalgan el ritmo de la película, aunque sin perturbar especialmente el resultado final.
Por Manuel Mañero.
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