Crítica de "El Cuervo", una honesta revisión de la obra de James O´Barr cargada de hiperviolencia
Por Redacción
Publicado el 26/08/2024
La nueva versión dirigida por Rupert Sanders que este fin de semana llega a los cines españoles
No sé si existirán muchas fuerzas de atracción hacia un proyecto de reinicio de franquicia comparables al ataque furibundo de los responsables del original. No es lo común, pero es lo que ha ocurrido, por diversas razones, con la adaptación de ‘El Cuervo’ de Rupert Sanders, maldecida por fans, crítica, elenco y hasta el propio Alex Proyas, director de aquella de 1994.
Por supuesto es imposible disociar esta reacción humana de la tragedia -con el posterior fandom gótico resultante- que acabó con la vida de Brandon Lee durante el rodaje de la primera adaptación. Así, lo que muchos se ofuscan en interpretar como una ofensa, se acerca más en lo narrativo a un homenaje, más allá de los interesantes y valientes tonos de desencuentro visual.
Este nuevo vistazo al cómic homónimo de James O’Barr no escatima, por ejemplo, en la contextualización del origen maldito de sus protagonistas amantes, Bill Skarsgard y FKA Twigs, siendo la medida interpretativa de ésta el argumento de discusión más sólido. Por momentos, y sobre todo en el primer tercio, pareciera que la película la hubiera encargado y lustrado su equipo de promoción, pues a la cargante estética de videoclip nihilista le acompañan recursos de lucimiento estático sinceramente difíciles de justificar.
Para manufacturar la carga de la tragedia resultante, concepto medular de ‘El Cuervo’, Sanders desenvuelve la experiencia de dos jóvenes repudiados en un centro de desintoxicación, asomados a una nueva vida, a una esperanza antes desconocida. Ninguno de los dos había amado así nunca y, a diferencia del drama desgarrador de la versión de Proyas, no necesitan un idilio ejemplar -es más bien al contrario- para captar el profundo desasosiego del espectador.
Esta nueva sensibilidad, claro, puede incurrir a error por la vía de cierta frivolidad, algo sin demasiada importancia en el mundo sin carrete de las apetencias fugaces de hoy. Por el contrario, manifiesta una especie de espíritu temporal: la reivindicación de ese «amor verdadero» que clama el material promocional, y que durante la película vemos defender tantas veces -y por causas tan auténticas- en su aproximación a las reglas del género.
Porque, efectivamente, El Cuervo es una historia sobre la génesis de un héroe oscuro, atrapado en el limbo, partido en dos por la soledad y la responsabilidad. Un eslabón defendiéndose del dolor aceptando la llamada de la venganza en crudo, resolviendo esos asuntos pendientes que nos insisten se dejan las almas errabundas incapaces de despejar lo que las condena.
Esta es una la excusa perfecta para precipitar el festival gore que la película va calentando hasta su último tercio, donde explota casi literalmente, convocando el llamado a la sangre y apelando, en presencia de Caronte, a ese inframundo al que van los que no luchan, ni siquiera de forma imperfecta, por lo que ensancha y mejora su experiencia vital. Todo el hilo conductor de la película adquiere un sentido psicomágico a través de esa concepción difícil de la pérdida, algo que irónicamente parece también ha jugado en su contra en las primeros compases en taquilla estadounidense.
Podemos ponernos en los zapatos de los fanáticos de ese suburbio sucio y psicotrópico de la versión de Proyas, imbuido en el cyberpunk desacomplejado de la oscuridad por la oscuridad. Pero esta versión actualizada de lo que representa el compromiso y el descubrimiento de fuerzas interiores capaces de alinearnos con lo macabro no le anda a la zaga, y además se regala una hiperviolencia que, con el tiempo, puede ser aclamada por encima de su discutible valor literal.
Más allá de todo esto, el corolario está escrito -y enunciado dos veces- en el guion, que conmina a celebrar y amar con más fuerza justo donde la duda se hace más grande.
LO MEJOR : La honesta revisión de un clásico elevado en su día probablemente por razones equivocadas o amarillistas paralelas a la idea original
LO PEOR : El primer tramo amenaza con desconectar al espectador, que coreografía su ultimátum con el que recibe el protagonista
Por Manuel Mañero.
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