Crítica de "El Hombre del Saco (Bagman)"

Por Redacción Publicado el 27/09/2024

Una adaptación oscurísima que no escatima en referencias al horror sobrenatural del monstruo

Pareciera que en los últimos meses alguien o algo estuviera orientando la inspiración creativa del terror casero para mantener a flote la leyenda del hombre del saco, como si éste reivindicara también su reinado en una época desnuda de referentes. Van languideciendo los monstruos en los que descargar la retahíla de advertencias y enseñanzas que el padre, como responsable de esa tradición, se apropia para disuadir al hijo de los problemáticos absolutos morales de su crecimiento.

El Hombre del Saco (Bagman), de Colm McCarthy, sigue la senda de las recientes entregas de Rob Savage y la versión castiza de Ángel Hernández, ambas con sus correspondientes matices y correcciones. A una prudente distancia, aunque sensiblemente emparentadas, podemos relacionar Imaginary, de Jeff Wadlow, e incluso The Piper, de Erlingur Thoroddsen, todas ellas, como digo, estrenadas en el último año.

Esta nueva adaptación, oscurísima de principio a fin, no escatima en referencias al horror sobrenatural del monstruo, pero se permite algunas notas, de indudable carga autoral, sobre su origen. En este sentido, reúne un poco de todas las demás nombradas: en primer lugar, insistiendo en el tropo moderno del trauma infantil proyectado en edad adulta. Y por supuesto, en cómo éste implica el legado paternofilial, haciendo partícipes a los hijos de esos terrores adquiridos, y tantas veces reprimidos, en la propia infancia.

Aun disuelta en un ritmo imbuido en lugares comunes, la idea central de El Hombre del Saco (Bagman) prevalece alto y claro desde muy pronto y mantiene una tensión intuitiva que cristaliza firme en su desenlace. Sólo la terca humanización de ese monstruo errabundo que acecha para contaminar la inocencia de los niños -más bien su ingenuidad- ya añade cierto interés al relato. Pero pronto comprobaremos cómo tras el cuento conocido se esconde en realidad una llamada nítida a las trampas y vicios de la paternidad hipervigilante, cuyas transparencias también se heredan.

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El clima técnico que soporta la película, inspirado en el aislamiento (voces y ecos, espacios estrechos, puertas cerradas a cal y canto), acompaña sólidamente al resto de la historia. Cuando más cerca parece la película de encaminarse a una resolución acostumbrada, el guion salta para presentarnos la visión más agria de ese vicio que representa el bulto dentro del armario o bajo de la cama con el que primero nos asustaron nuestros padres: una figura tan cercana a la madurez que es imposible de disociar de su experiencia, deudora de luchas internas infinitas que no siempre podemos ganar.

LO MEJOR : La capacidad probada de seguir reinventando una leyenda cuyas versiones parecen inagotables

LO PEOR : La dificultad que sigue entrañando esa aproximación al monstruo clásico por antonomasia exige algo más de valentía

Por Manuel Mañero.

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