"The Woman in the Yard": Crítica de la nueva incursión en el terror de Jaume Collet-Serra
Por Redacción
Publicado el 12/04/2025
El título producido por Blumhouse que de momento no tiene fecha de estreno en España
En un género donde el terror a menudo se mide por sustos ruidosos o giros estridentes, The Woman in the Yard (2025) opta por un camino más sigiloso, pero no siempre con el impacto que promete. Dirigida por Jaume Collet-Serra, responsable de títulos como "La Huérfana" o "La Casa de Cera", y escrita por Sam Stefanak, esta cinta de Blumhouse intenta tejer una fábula psicológica sobre el duelo, pero se queda atrapada en su propia ambigüedad, como una sombra que no sabe si asustar o desvanecerse.
La historia arranca con Ramona (Danielle Deadwyler), una madre viuda que vive en una granja aislada de Georgia, lidiando con las secuelas de un accidente automovilístico que mató a su esposo David (Russell Hornsby) y le dejó una pierna rota. Acompañada por su hijo adolescente Taylor (Peyton Jackson) y su pequeña hija Annie (Estella Kahiha), Ramona está sumida en una depresión que la desconecta de sus hijos y del mundo. , desata una atmósfera de incertidumbre que se cuece a fuego lento durante los 88 minutos de metraje. “Hoy es el día”, dice la figura, y con esa frase críptica, la película nos arrastra a un juego de tensiones que oscila entre lo sobrenatural y lo emocional.
Collet-Serra demuestra su oficio con un manejo visual que saca partido de la luz diurna, algo poco común en el terror. La fotografía de Pawel Pogorzelski (Hereditary) baña la granja en tonos cálidos que contrastan con la amenaza de la mujer, cuya silueta velada recuerda a un espectro sacado de un cuadro de Goya. Los encuadres, con espejos y ventanas que enmarcan la acción, refuerzan la sensación de encierro, mientras que el sonido —un cajón que se cierra, un cuchillo que corta— añade capas de inquietud sin recurrir a los clichés del género. Deadwyler, por su parte, entrega una actuación cruda y contenida, cargando con el peso de una Ramona que lucha por no desmoronarse, aunque el guion no siempre le dé espacio para brillar más allá de la pena.
Sin embargo, The Woman in the Yard tropieza donde debería correr. Su premisa, que evoca a The Babadook por su exploración del duelo como monstruo, nunca alcanza esa profundidad emocional ni la claridad narrativa que necesita. La figura de la mujer, inicialmente fascinante por su misterio, pierde fuerza conforme el guion intenta explicar lo inexplicable, cayendo en metáforas torpes sobre la culpa y la pérdida. El tercer acto, en particular, se desinfla con decisiones que confunden más que impactan, como si la película dudara de su propia valentía para abrazar el horror puro o la introspección total. Los personajes secundarios, Taylor y Annie, tienen momentos de autenticidad —especialmente en sus roces con Ramona—, pero sus arcos se sienten subdesarrollados, relegados a meros ecos del drama central.
No es que The Woman in the Yard carezca de méritos. Hay destellos de genialidad en su economía narrativa y en cómo usa el aislamiento rural para amplificar el desasosiego. La presencia de Okpokwasili, con su aura imponente, es un acierto que merecía más peso. Pero la cinta no logra equilibrar sus ambiciones: quiere ser un estudio del trauma, un cuento folclórico y un thriller psicológico, y en el intento se diluye. Es como si, al igual que Ramona, la película estuviera atrapada en su propio luto, incapaz de avanzar hacia algo más aterrador o liberador.
The Woman in the Yard es un esfuerzo valiente que no termina de cuajar. Tiene el alma de un relato inquietante, pero le falta el pulso para dejar huella. Para quienes buscan un terror meditativo, ofrece momentos de reflexión; para los que quieren escalofríos, se queda corta. Como la figura del título, está ahí, mirándote, pero no siempre sabes qué quiere decirte
Por Mark Scott (NY).
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