La tercera entrega de Creepshow fue escrita y dirigida por Ana Clavell y James Dudelson y se compone de cinco historias:
'Alice': Alice es una presumida chica de 16 años con una actitud problemática, de manera especial con su extraño vecino el Profesor Dayton, un inventor que está algo chiflado.
'Rachel la Call Girl': Raquel es sexy, inteligente y una asesina en serie con fijación en los hombres que pagan por el sexo. Victor es un vampiro sexy e inteligente al que le encantan las Call Girls.
'La Esposa del Profesor Dayton': El Profesor Dayton, solterón empedernido, anuncia que va a casarse. Como siempre ha sido un bromista nadie se lo cree, incluyendo a sus dos alumnos preferidos, John y Charles. Pero cuando conocen a su prometida Kathy, una rubia perfecta con un acento muy sexy, ya no tienen dudas de que está tomándoles el pelo.
'El Perrito Encantado': El Dr. Farwell no tiene tacto. De hecho, le importan un bledo sus pacientes: lo único que le importa es divertirse. Sus modales descuidados le llevan a un problema sobrenatural cuando, inconscientemente, provoca la muerte de un transeúnte, Cliffie, con un perrito caliente contaminado.
'La Radio': Jerry dedica una parte de su vida a ser guardia de seguridad, pero en realidad se trata de un fracasado. No tiene mayores metas o sueños que emborracharse y oír partidos por la radio. Cuando su radio se estropea compra una de segunda mano a un vendedor ambulante. Pronto descubre que no es una radio normal y corriente: no sólo puede mantener una conversación con ésta, sino que, además, le explica cómo hacerse rico.
Esta nueva entrega de 'Creepshow' se desmarca totalmente de las películas anteriores, aprovechando simplemente el tirón del nombre de la franquicia para vendernos el consabido formato de historias cortas. Ya no está Michael Gornick, ni rastro de George A. Romero, ni el más leve atisbo de Stephen King. Solo un combinado de episodios con formato de serie-B, donde el terror y el humor negro (mínimamente) inteligente brillan por su ausencia. Personajes estrambóticos interpretados de manera histriónica por pésimos actores se erigen como la punta de un iceberg demasiado soso y muy mal hecho.