Andy Muschietti aceptó el reto más asombroso de su carrera con la adaptación de la obra cumbre de Stephen King, y aunque por el camino ha perdido algunas oportunidades de consumar la película como referencia del género, no puede decirse, en líneas generales, que haya fallado llevando a la gran pantalla una novela tan poliédrica, compleja y difusa como es IT. La primera parte, éxito rotundo de taquilla, encontró además cierta ventaja en crítica y público. Su continuación, tan exigente a nivel técnico -flashbacks, realidades alternativas y paralelas, mundos oníricos, colores imposibles- ha seguido el mismo rumbo sin arriesgar mucho más de lo necesario, eludiendo responsabilidades espinosas y apostando por la fórmula del primer capítulo. Muschietti ha completado IT con un rediseño que en realidad viste una hipermetáfora sobre el acoso y el trauma, al que acecha cierta falta de ambición pero que tanto fans de la novela como aquellos que no la hayan leído -o terminado- pueden encontrar relativamente accesible a pesar de sus casi tres horas de duración.
La duración de IT Capítulo 2, mazo recurrente en las críticas posteriores a los primeros pases, parece justa y necesaria (de hecho, la primera versión duraba todavía más). Toda la intensidad que condensa, el viaje canónico de sus personajes a través de un purgatorio adulto merece tiempo, espacio y cierta reflexión. Aun así, Muschietti adapta un guion que necesita hacer parecer al payaso Pennywise un par de veces más de lo corriente para que nadie cometa la imprudencia de olvidarlo. Esta secuela reúne al Club de los Perdedores 27 años después de que espantaran a Eso y prometieran abrochar el trabajo pendiente en caso de ser necesario. Mike Hanlon, único que sigue viviendo en la corrupta Derry -de nuevo la escena de apertura de la película, como ocurrió en la primera, es de lo más notable del film- se encarga de reunirlos para afrontar el primer terror, esa página que no da la vuelta, de sus vidas a menudo incompletas cuando no seriamente disfuncionales.
Trazar cualquier tipo de paralelismo narrativo con la novela es innecesariamente tramposo: ni IT merece una adaptación punto por punto ni tampoco es, como ya se ha explicado, algo que las normas ni los presupuestos de la industria puedan pagar ni cobrar bien. Así que hay que imaginar, buscar fórmulas o recursos que no espanten al público a pesar de que puedan llegar a ofender, en su forma más pagana, a algún incondicional. Por ejemplo: IT Capítulo 2 abre con un vistazo a una ciudad que no ha cambiado, que sigue alojando mal y que respira odio casi treinta años después de la última plaga de asesinatos y desapariciones. Los que huyeron viven lejos de esa realidad y han suprimido los recuerdos vinculados, como parte del proceso de maduración, pero son permeables a cierta memoria, la más oscura, que desentierran. Es un breve vistazo a lo que representa en sí la película (y el libro): el derecho a olvidar, el deber de luchar por redimirse y reordenar lo que ha ido mal y aún no ha desaparecido. Es decir, una cartilla de autoayuda salpicada de sangre.
IT Capítulo 2 rescata al Club de los Perdedores, adultos que no recuerdan mucho de su paso por aquel verano infame. Sin embargo, la misma exposición a los flashes de su pasado y la llegada a Derry los devuelve a la terrible necesidad de enfriar sus traumas. Muschietti los pone cara a cara con Eso y para ello derrocha recursos de autor: apariciones diurnas y nocturnas de surrealismo deforme, monstruos multiformes, titánicos o arácnidos… en definitiva, una imaginería de pesadilla alucinógena a la que van sobreviviendo de uno a uno mientras reúnen las fuerzas -y también la fe- necesarias para atender el plan de lucha final de Mike, el reclutador. Cada personaje guarda su recuerdo atroz: Beverly vuelve a la casa donde su padre abusó de ella, Ben recuerda las persecuciones del grupo de matones del pueblo, Bill reinicia las apariciones de su hermano asesinado, Richie pugna por contener una verdad de la que se avergüenza y Eddie, el más lineal de todos los protagonistas, sigue obsesionado con los peligros cotidianos de los que le advertía su madre.
Todos surcan una aventura dantesca durante la cual la película se abre en varias opciones de análisis. Sobre todo, incide en la responsabilidad individual ante el miedo, que es la línea más gruesa de toda la historia. También repercute en la amistad y el sentimiento de pertenecencia, la apuesta más validada del primer capítulo y que vio doblada su eficiencia encarnada en la ingenuidad ya decadente de la infancia. De mayores nos cuesta más mantener los amigos si no es, parece, con los mismos monstruos comunes medrando. Y al final: Muschietti paga esa avanzada falta de valentía -o de capacidad de producción- con un último tercio algo displicente, como despedazado, en el que no da el paso de remachar la locura que advertimos desde el comienzo y que es absolutamente indisimulada en la novela, referencia única y especial que usen sus lectores. Ahí es donde respira el amago de película definitiva, la que sería la perfecta adaptación de IT, que asoma a veces pero termina alejada de lo deseable.
Sin embargo, esta cuestión final es coherente para con el primer capítulo y constata la apuesta de Muschietti y su equipo de hacer algo más procesado y menos voluptuoso. Infrautiliza arcos de personaje con un gran potencial como el de Beverly, renuncia a mostrar el mal apetente del ser humano -dos personajes alienados con gran peso en la novela no aparecen o aparecen en minutos contados sin mucho mal que hacer- y rentabiliza lo sobrenatural en una suerte de oda determinista con recuerdos a batir. Aunque, claro está, esta opción tampoco puede ser completa, y la película, que siembra de referencias, guiños e indirectas todo lo que el fan espera ver, no despliega el gran abanico: la lucha atávica entre bien y mal de la que participa el hombre como observador, sin que su rol esté designado a desnivelarla. En IT Capítulo 2 el bien está hiperhumanizado, un consecuente acto de fe que es en sí mismo un conjuro contra todo lo que va mal. El Club de los Perdedores puede no dar abasto este año recibiendo solicitudes de ingreso.
LO MEJOR: Consecuente con la primera mitad, es un desborde de pesadillas, visiones, traumas y monstruos: una película desbordante, intensa y con alguna que otra sorpresa que los fans no tendrán más remedio que aplaudir.
LO PEOR: Evita calcar las líneas de la novela, desacreditándola como adaptación. No profundiza en los verdaderos traumas de los protagonistas, más mundanos que sobrenaturales, y nada en la indefinición.