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Por Carlos Marín

En la fina linea, o quizás debería decir curva, que separa el telefilm del cine se encuentra todo un subgénero de hijas de nadie, mezclas extrañas que no sabes en qué zona de la separada nacieron, pero que el resultado puede ser tan cercano como lejano, dependiendo de quien ande detrás.

Por suerte para The Call coge las riendas un tipo como Brad Anderson, primero una promesa del género (en serio, Session 9 y El maquinista son de otro planeta) y que ha acabado evolucionando en uno de los artesanos más eficaces que uno puede encontrar en estas propuestas. Buenas noticias también para el espectador, que recibe de primeras el intenso viaje a golpe de tensión y pulso fuerte que su director se encarga de levantar a primeras de cambio.

Sorprende sobretodo porque su guión es realmente funcional, con elementos potentes -el poder y la fuerza de la mujer- pero al fin y al cabo uno que no desentonaría en la propuesta de sobremesa siesta que estamos acostumbrados a ver. Nada que ver por ejemplo con lo anterior de su director, con premisa más fuerte pero con desarrollo y tensión (guión y dirección) prácticamente nulos. Es una de esas películas que cuesta clasificar en el grupo A) un buen director te levanta el guión más básico vs B) ¿seguro que el guión era tan básico, o simplemente funciona de narices?

Ni A ni B, que cada uno elija lo que piense o necesite, pero si una película es capaz de sentarme a la butaca, mantenerme interesado y que se me pasen 90 minutos volando como lo hace Anderson en esta, me doy más que satisfecho. Y aquí, sin pararse en evaluar traumas ni pérdidas de tiempos con los personajes, se decide mantener en faena y atacar con dientes la chicha del asador: la acción y la historia. Siempre se puede mencionar a Hitchcock, difícil no encontrar un momento para hacerlo, pero quizás eso produce más conofusión. ¿Es una película Hitchoniana? Es una película de suspense, y como tal, tiene que beber del maestro por narices.

En perspectiva toda la historia es claustrofóbica, jugando con la distancia y las conversaciones, lo que le da esa sensación de tempo frenético y agobio electrizante. No hablamos de lo más verosímil que se pueda echar uno a la cara, pero si estoy comprometido con esos personajes y quiero, de veras, que la muchacha del maletero se salve, voy a involucrarme en todo lo que me digas a pies juntillas. Hagan lo que hagan sus personajes, especialmente un villano bastante pasivo - y de trauma de los de ejem - me lo creeré o, al menos, lo pasaré por el filtro "pues vale". Porque cuando algo entretiene, sin más pretensiones, es lo mínimo que le puedes devolver a cambio. Inconstientemente.

Es mucho más un entretenimiento veraniego que no una película de suspense completa, pero los productos alimenticios también son buenos para nutrir de vez en cuando un cerebro dispuesto a desconectar y dejarse llevar por los laberintos de tensiones que en ocasiones nos ofrecen oportunidades como esta. En una sala comercial funciona como un reloj, sea cual sea la lectura de esa frase. Positiva o negativa. Insisto, no sé; solo sé que me lo he pasado bien con ella. Y no sentirse ofendido, es el siguiente paso para puntuarla en el lado positivo de la linea (¿o era una curva?).

Lo mejor: es entretenidísima y se pasa como un tiro, además de que no te pide nada más a cambio.

Lo peor: el tercer acto, forzado a favor de dar riendas a su protagonista.

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