Crítica de "The Dark and the Wicked", el terrorífico nuevo trabajo del realizador de "Los Extraños"
Por Redacción
Publicado el 10/10/2020
Bryan Bertino regresa en buena forma en su cinta que pudo verse ayer en el marco del Festival de Sitges
En la oscuridad de una granja y prácticamente sin diálogo una mujer intenta calmar a sus animales. Parece haber algo en el ambiente, en la misma noche, que los altera. Ella también lo ve, lo siente, y por unos segundos nosotros también experimentamos su terror. No es casualidad que The Dark and The Wicked (Bryan Bertino, 2020) esté capitaneada por la misma mente que heló la sangre de medio mundo con Los Extraños (Bryan Bertino, 2008). De nuevo, el horror sin origen - esta vez con aires metafóricos- cae sobre el seguro hogar para arrasarlo, ponerlo patas arriba, sin lugar para la esperanza.
El padre de Louise y Michael está en sus últimos días. Moribundo y sin conciencia, su estado parece haber alterado a su mujer, que advierte una extraña presencia en la granja en la que viven. Una presencia que cada vez hará más acto de presencia, dejando entrever una naturaleza demoníaca que anhela llevarse el alma del enfermo. Alucinaciones y apariciones que pondrán a prueba la cordura de una familia en una semana -literalmente- infernal. Un agujero negro que no da explicaciones ni paños de amabilidad: pura oscuridad en forma de terror sin compasión.
La cámara de Bertino vuelve a retomar un estilo en calma, sereno, que premia la atmósfera al susto. Pero que nadie se engañe: esto es una película de terror. De la cabeza a los pies. Ninguno de sus mecanismos ni ninguna de sus escenas tienen otra dirección. Todo, de las interpretaciones, a las localizaciones, la fotografía o los diálogos tienen el mismo objetivo: provocar desesperación, tensión constante, terror por saber qué narices es aquello que se esconde en el fondo del corral. En uno de los momentos más inquietantes un personaje lo explica muy bien: “¿crees que le importa al lobo que no creas que existe?”. La amenaza está ahí fuera y no tienes que creerla o no; a su director le basta con que la sientas.
Es irremediable la comparativa con su ópera prima -es lo que tiene irrumpir en el género a ese nivel-, con la que comparte maneras, pero no fondo. A diferencia de su home-invasion, famoso por el nihilismo de sus villanos y motivos, la maldad y el terror de su nueva película responden a un mensaje, a una metáfora. En este caso, el abismo que provoca la muerte de un ser querido, la sensación de que ya no hay vuelta atrás y que a partir de ahora la vida se moverá solo en crepúsculo. Minuto a minuto la película incide en esta visión depresiva, impregnando al espectador en aquellos momentos en los que la amenaza parece durmiente, pero en realidad palpita pasiva por todo el metraje.
![Critica The Dark and the Wicked]()
Pero es en sus momentos de terror cuando realmente brilla The Dark and the Wicked, con apariciones satánicas, espectrales, visiones sin explicación breves e intensas. Un caramelo envenado que agarra de la solapa en sus primeros minutos y no lo suelta hasta su extraño anticlímax, en una de las películas de terror más estimulantes de este extraño año. Un viaje a la oscuridad, al negro infinito, en el que las sombras demoníacas nos invitan a salir y, con sus ojos en blanco y media sonrisa, nos sugieren si necesitamos algo más de cuerda para nuestro preciado cuello.
Lo mejor: su genial atmósfera y su compromiso con el puro terror.
Lo peor: unos minutos finales que pueden quedarse cortos.
Por Carlos Marín.
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