Frankie Freako llegará a Movistar+ el 10 de julio (y crítica de la película)
Por Redacción
Publicado el 27/06/2025
El nuevo trabajo de Steven Kostanski que pudo verse en el pasado Festival de Sitges
Tras su proyección en el pasado Festival de Sitges, el próximo 10 de julio se estrenará directamente en Movistar+ Frankie Freako, la antítesis del formato ceniciento de A24 y derivados dirigida por Steven Kostanski.
Conor es un cuadriculado. No dice palabrotas, cree que ir de la mano con su preciosa esposa Kristina es una noche salvaje y se acuesta mucho antes de las 9 de la noche. Cuando su asqueroso jefe, el Sr. Buechler y Kristina le echan en cara su falta de honradez, Conor se siente profundamente ofendido. Decidido a demostrarles que están equivocados, es atraído por un anuncio del 1-900 que promete la fiesta de su vida con una criatura llamada Frankie Freako.
CRÍTICA DE "FRANKIE FREAKO" La trayectoria cinematográfica de Steven Kostanski es un viaje bidireccional en el tiempo, cuanto más avanza más retrocede. Su carta de amor a los 80 ha terminado por germinar en un legajo curricular: “Manborg”, “El día del padre”, “The Void”, “Psycho Goreman” y ahora “Frankie Freako”. Ni Marty McFly le ha metido tantos kilómetros al DeLorean. Es un hecho que las modas son cíclicas; el mercado las exhuma cada 20 años, cuando sus cadáveres han fermentado suficiente nostalgia. A fecha de hoy, mientras terminamos de digerir el revival de los 90, podemos sentir el reflujo dosmilero avanzando por el esófago. Sin embargo, la fiebre ochentera persiste en nuestro fondo de armario, como uno de esos fantasmas que se niegan a marcharse. Un arraigo que reverbera con fuerza en el cine por su marcado componente simbólico, amén del nostálgico. Cuanto más se asienta la ficción de nuevo siglo, más convulsiona la del anterior, y no tanto como una oposición estética, sino psicológica. A Kostanski, como a muchos cineastas y espectadores de transición, les pesa la negrura que está calando en la industria del (presunto) entretenimiento, abanderada por el auge de ciertas productoras independientes. Esta impronta taciturna, en las antípodas de aquel cine de evasión de goonies y cazafantasmas, se manifiesta en películas tan sobrias en su contenido como sombrías en su continente, donde cualquier género, del terror a la comedia, se ve engullido por un tono dramático que prefiere poner la tilde en discursos sociales, ansiedades culturales y tensiones políticas. “Frankie Freako” no nace sólo como respuesta a esta penumbra, pretende ser una vacuna.
Conor, un chupatintas atrapado en la monotonía, lleva una existencia tan insípida en el trabajo como en su vida amorosa. Una noche, zapeando por inercia desde la cama, se topa con el anuncio de una party line donde un tal Frankie Freako garantiza diversión sin parangón. Aprovechando la ausencia temporal de su esposa, Conor decide marcar el número, sin imaginar que su vida está a punto de dar un vuelco de ciento ochenta grados. Un trío de pequeños monstruos irrumpe en el plano real desde otra dimensión, decidido a arrastrar al anodino oficinista hacia una pesadilla de autodescubrimiento.
Se antoja evidente que el propósito terapéutico de “Frankie Freako” resuena en ambos lados de la pantalla. Todos somos un poco Conor, viene a decir. Y todos necesitamos un Frankie Freako en nuestras vidas. Es difícil ponerle pegas al mensaje, no le falta razón. Otra cosa es que el remedio pueda ser peor que la enfermedad, por no fijarnos en la fecha de caducidad del envase. El problema de las nocilladas es que, a pesar de sus buenas intenciones, están tan desconectadas del mundo que acaban asfixiadas por su propia irrealidad. El paradigma de aburrimiento que expone la trama luce tan anacrónico como el de diversión. Igual de obsoleto, dicho sea, que el sentido del entretenimiento que esgrime la propia película. “Frankie Freako” es añeja hasta el tuétano. Que se considere esto un acierto o un error, queda a gusto del consumidor. El revisionismo, esa arma de doble filo, ha deconstruido nuestra percepción del cine de los 80, haciéndolo parecer más naíf en su tratamiento de la maldad, la violencia, el erotismo y el gamberrismo, frente a la realidad cínica, cruenta y biliosa que vivimos. En este sentido, la película de Kostanski es tan fiel al pasado que supura su misma ingenuidad. Es lo que pretende, ojo. Pero repito: se hace difícil abrazar el discurso de “cualquier pasado fue mejor” a través de una óptica tan distorsionada del presente, a menos que uno se sienta cómodo en el retronicho del culto a los phoskitos, los electroduendes y los calentadores de aerobic.
Lo desconcertante es que la nostalgia a la que apela “Frankie Freako” parece más desubicada de lo que sugiere a primera vista. Se dice por ahí que es un homenaje a las películas de pequeños monstruos de los 80, lo que puede llevar al equívoco de que estamos ante una nueva “Gremlins”, “Critters”, “Munchies” o “Ghoulies”. Nada más lejos. Los inhabitantes de Freak World son menos ochenteros de lo que nos han vendido. De hecho, no distan tanto de los “Gingerdead Man” o “Evil Bong” de la etapa dosmilera de Full Moon, tanto por su verborrea sonrojante como por su animación ortopédica. El diseño, eso sí, tiene su punto.
Aunque a la película le cuesta arrancar, la cosa se anima, en más de un sentido, cuando los protagonistas son arrastrados al mundo de los monstruos. Es entonces cuando Kostanski se afloja la corbata, como su alter ego, y comienza la diversión sobre raíles. “Frankie Freako” es la antítesis del formato ceniciento de A24 y derivados, no cabe duda. No es una alternativa que se pueda tomar en serio, pero si ofrece un agradecido descanso de thrillers que se toman demasiado en serio a sí mismos. En este respecto, cumple.